La tienda
Hasta que no le¨ªmos la noticia en 'The New York Times' desconoc¨ªamos que Obama se desplaza siempre en sus viajes oficiales con una tienda de campa?a que monta en su habitaci¨®n de hotel
Siempre me result¨® un rasgo de genialidad que el actor Paco Rabal viajara habitualmente con un hornillo de gas. Era costumbre que su mujer, la maravillosa actriz Asunci¨®n Balaguer, le preparara unas lentejas o un arroz en el suelo de la habitaci¨®n de hotel a esas horas que aprieta el hambre en la madrugada larga, hacia las cinco de la ma?ana. Un d¨ªa, a las claritas del alba, creo que era en Galicia, me invit¨® a tomar unas almejas a la marinera en su cuarto tras salir de un bar que cerraba a las seis. Tambi¨¦n es sabido que Carmen Amaya, cuyo arte celebramos en su centenario, prendi¨® fuego al colch¨®n y la cama de madera de un hotel de Nueva York para poder celebrar una jarana con hoguera gitana en la cumbre de su ¨¦xito como bailaora.
Pero hasta que no le¨ªmos la noticia en The New York Times desconoc¨ªamos que el presidente Obama se desplaza siempre en sus viajes oficiales con una tienda de campa?a que monta en su habitaci¨®n de hotel. Se ensamblan sus paredes aislantes para poder leer y comunicarse sin que pueda ser escuchado por los m¨¢s sofisticados sistemas de escucha del espionaje mundial. Una fotograf¨ªa de Pete Souza, el retratista de la Casa Blanca, mostraba al presidente charlando por tel¨¦fono en esta jaima cutrecilla instalada en mitad del saloncito de un hotel de lujo en R¨ªo de Janeiro.
Todos llevamos nuestro ranchito encima. En un hotel nos delata que dispongamos la ropa y pertenencias con nuestro sentido de chabola personal. Pero lo de la alta seguridad norteamericana, en tiempos de espionaje desatado incluso entre aliados, es digno de menci¨®n. Es cierto que no debe de ser agradable imaginarte espiado cuando tus decisiones oscilan entre bombardear un pa¨ªs, lanzar un misil teledirigido sobre un objetivo se?alado o asesinar a un presunto terrorista internacional desde un drone no tripulado. No es lo mismo que te cacen esa conversaci¨®n pidi¨¦ndole a Wert que anule su decreto de supresi¨®n de las becas Erasmus o a B¨¢rcenas que aguante el tir¨®n. Pero la imagen, en lugar de ser una evidencia de la sofisticaci¨®n de la alta tecnolog¨ªa, es m¨¢s bien la confirmaci¨®n de que vivimos tiempos pat¨¦ticos.
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