Doris Lessing, la ¨¦pica de lo femenino
La autora brit¨¢nica, Nobel de Literatura en 2007, fallece en Londres a los 94 a?os
Conoc¨ª a Doris Lessing hace unos 15 a?os, durante los cuales labramos una de esas amistades que me atrevo a calificar de profunda, en la cual las cartas fueron mucho m¨¢s frecuentes que las conversaciones. La nuestra era, en un sentido literal, una amistad basada en la palabra escrita. Por carta, hemos discutido de pol¨ªtica, de libros, de las mentiras de la historia y de la verdad de la literatura, de teatro y de cine, y de los lazos familiares de cada uno, de esa voluntad humana de crear obligaciones afectivas que Francis Bacon llam¨® ¡°dar rehenes a la Fortuna¡±. Hemos criticado a editores, publicaciones, Gobiernos y hemos lamentado la suerte de los pa¨ªses que sentimos inexorablemente nuestros: en su caso, Rodesia. ¡°Nunca nos vamos del todo del pa¨ªs que primero quisimos¡±, me escribe en una carta, respondiendo a mi c¨®lera durante la crisis argentina de 2001. ¡°Una parte de m¨ª estar¨¢ siempre en ?frica¡±.
?Lessing, que falleci¨® ayer en Londres a los 94 a?os, naci¨® en Persia en 1919; a los cinco, se instal¨® con sus padres en Rodesia del Sur. All¨ª vivi¨® un cuarto de siglo, hasta que, abandonando a su segundo marido, decidi¨® emigrar a Inglaterra con su hijo menor. Su oposici¨®n al Gobierno minoritario blanco de Rodesia le vali¨® el sello de ¡°inmigraci¨®n prohibida¡±: es decir, no se le autorizaba a volver a entrar en el pa¨ªs, y fue tan solo en 1982 que se le permiti¨® volver a lo que ahora se llama Zimbabue. Cuatro veces visit¨® la tierra de su infancia y juventud, visitas que dieron lugar al libro de reportaje African Laughter.
Desde su juventud, Lessing se interes¨® por los problemas de la educaci¨®n en Rodesia. ?C¨®mo hacer para que los ni?os de esa regi¨®n tan pobre tuviesen acceso al conocimiento del mundo? ?C¨®mo hacer para que los fondos destinados a la educaci¨®n resultaran en escuelas, y las escuelas en bibliotecas, y las bibliotecas en libros que todos pudiesen leer? ?C¨®mo formar a maestros que ense?asen a los ni?os a oponerse a la corrupci¨®n iniciada por el tir¨¢nico Mugabe, dictador a vida del Zimbabue, a no adoptar las establecidas costumbres de robar y mentir y abusar del poder, no solo a nivel del Gobierno, sino a todos los niveles de la sociedad? ?C¨®mo cambiar los modelos de poder injusto en las familias, en las aldeas, en las empresas, en todos los c¨ªrculos sociales? Para Lessing, la soluci¨®n (o un intento de soluci¨®n) empieza siempre con el individuo. El individuo, como lo piensa Lessing (y como lo pensaba Arist¨®teles), desea esencialmente el bien: conocer el mundo, vivir en ¨¦l con justicia, ampliar su mente y sus poderes intelectuales, compartir deberes y privilegios, ser lo m¨¢s humano posible. Y ese deseo, seg¨²n Lessing, aun en las sociedades m¨¢s desunidas, m¨¢s fr¨¢giles, junto a la necesidad de sobrevivir f¨ªsicamente, de comer y beber dignamente, y de tener un techo y un refugio, se manifiesta concretamente en el deseo de leer.
De all¨ª la conmovedora historia que da t¨ªtulo a un corto texto de Lessing, a¨²n in¨¦dito en castellano: Por qu¨¦ un ni?o negro de Zimbabue rob¨® un manual de f¨ªsica superior. Un ni?o roba un libro que no puede leer ¡°para tener un libro que es m¨ªo¡±. Dos son los impulsos que lo llevan a esta acci¨®n. Primero, poseer el objeto, que durante el tiempo de espera es m¨¢gico, como un talism¨¢n con inmensos poderes; luego, aprender a servirse de ¨¦l. Para el ni?o de la exigua escuela de Rodesia, con sus maestros pobremente instruidos y sus anaqueles casi vac¨ªos, los libros que satisfar¨¢n su deseo son las obras universales de nuestras literaturas, esas que pueden ser universalmente le¨ªdas. En literatura no todo espejo nos refleja. Lessing quiere que el ni?o de este relato pueda decir, al recorrer el libro elegido, escrito quiz¨¢s hace siglos por alguien de otra cultura: ¡°Mi abuela me contaba una versi¨®n de esa misma historia¡±. Que es una forma de decir: ¡°Ese relato es tambi¨¦n m¨ªo¡±. Cuando le fue otorgado, por fin, el Premio Nobel, record¨® esa an¨¦cdota y dijo que le gustaba pensar que sus ficciones no eran sino versiones particulares de otras, contadas en otras lenguas y quiz¨¢s m¨¢s antiguas.
En casi todos sus libros, ese esperado reflejo es, para Lessing, la meta literaria. Un reconocimiento, la intuici¨®n de una memoria, una sensaci¨®n de poseer de pronto, convertida a palabras, una experiencia ya sentida, ¨ªntima y secreta. Desde sus primeras ficciones autobiogr¨¢ficas, siguiendo con la saga de su hero¨ªna, Marta Quest (que, a trav¨¦s de El cuaderno dorado se convirti¨® en lectura esencial para el movimiento feminista de los a?os sesenta en adelante), pasando por los poderosos relatos que captan, en brutales instant¨¢neas, la traum¨¢tica vida de la segunda mitad del siglo<TH>XX en ?frica y en Europa, hasta las extraordinarias invenciones de ciencia ficci¨®n que revel¨® en ella una capacidad de invenci¨®n casi ilimitada, y acabando con recientes y audaces novelas sobre temas tan diversos como la violencia infantil, la sexualidad de la edad madura, el mito originario de la desigualdad de los sexos, y, finalmente, varios vol¨²menes de memorias y una biograf¨ªa ficticia de sus propios padres, Lessing propuso a sus lectores preguntas fundamentales sobre c¨®mo actuar con responsabilidad en el mundo. Ser lector es, para Lessing, una toma de poder, un acto revolucionario que nos permite acceder a la memoria del mundo, a ser ciudadanos en el sentido m¨¢s profundo de la palabra. ¡°Literatura e historia son ramas de la memoria humana¡±, escribe. ¡°Nuestro deber es recordar, incluso lo que est¨¢ por suceder¡±.
Al final de un conmovedor ensayo sobre la condici¨®n humana, Prisons we choose to live inside, Lessing imagin¨® a otro ni?o (en este caso, el casi m¨ªtico fara¨®n Akenat¨®n que hace casi 25 siglos quiso imponer una ¨¦tica humanista en el imperio egipcio) que crece en una sociedad dictatorial e injusta, haci¨¦ndose esta pregunta: ¡°?Qu¨¦ puede hacer una sola persona contra este terrible, pesado, poderoso y opresivo r¨¦gimen, con sus sacerdotes y sus temibles dioses? ?De qu¨¦ vale siquiera probar?¡±. ¡°Siquiera probar¡±, dice Lessing, no solo ¡°vale la pena¡±, sino que es la condici¨®n esencial de nuestro existir. Vivimos probando, intentando alcanzar ese bien que ansiamos, mejorar este pobre y desahuciado mundo. Es decir: ¡°Usando nuestras libertades individuales (y no quiero decir simplemente formando parte de manifestaciones, partidos pol¨ªticos, y dem¨¢s, que son solo parte del proceso democr¨¢tico), examinando ideas, vengan de donde vengan, para ver de qu¨¦ manera estas pueden contribuir ¨²tilmente a nuestras vidas y a las sociedades en las que vivimos¡±. En este mundo insensato y violento en el que vivimos, las palabras de Doris Lessing son un aliento y una gu¨ªa.
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