Lessing, una mujer de quien aprender
Pasar¨¢ a la posteridad por su sabidur¨ªa para visibilizar las contradicciones con las que vivimos cotidianamente: pobres y ricos, mujeres y hombres¡ Pero afila las aristas de esas contradicciones:
Cuando Doris Lessing saca a la luz los choques de clase, g¨¦nero y cultura expresa el deseo de buscar un territorio com¨²n: una zona donde la fricci¨®n se suavice. Doris recibe a los periodistas al ser galardonada con el Nobel. Est¨¢ sentada en las escaleras por debajo de los fot¨®grafos. Tal vez esa sea la met¨¢fora de un punto de vista que anhela la conciliaci¨®n: el destrozado sentimiento de fraternidad en una ¨¦poca en que la igualdad parece imposible y la libertad se reduce a la posibilidad de comprar y vender. La imaginativa par¨¢bola de La grieta apunta en esa direcci¨®n.
?Doris Lessing pasar¨¢ a la posteridad por su sabidur¨ªa para visibilizar las contradicciones con las que vivimos cotidianamente: pobres y ricos, mujeres y hombres¡ Pero afila las aristas de esas contradicciones: Alice, la militante de La buena terrorista, recrea un hogar burgu¨¦s en una casa en ruinas y con esa subyugante met¨¢fora se cuestiona el peso de nuestras creencias, de lo que estamos dispuestos a perder por cambiar el mundo, al mismo tiempo que afloran la debilidad del pensamiento y las circunvoluciones de una deriva ideol¨®gica individual expuesta al curso de la Historia. Lessing da cuenta de la evoluci¨®n de la ideolog¨ªa occidental y del nexo que une vida interior. Desde El cuaderno dorado esa reflexi¨®n se intensifica desde una perspectiva de g¨¦nero. En no pocas novelas de Lessing las mujeres, en su interacci¨®n con otras mujeres, descubren matices que exceden los l¨ªmites de la lucha entre sexos: la vejez y la diferencia de clase, la mutaci¨®n de los valores, son filos que cortan al leer Diario de una buena vecina, libro conmovedor que nunca cae en ese despe?aperros de ternura que transforma las buenas intenciones de la ret¨®rica literaria en el blanqueo de nuestra mala conciencia.
En las novelas de Lessing, el horizonte de la solidaridad entre mujeres no pasa tanto por la asunci¨®n de lo que tenemos en com¨²n como por la rentabilizaci¨®n constructiva de nuestras diferencias. La repugnancia ante los estragos de la edad o la divergente visi¨®n del mundo se desactivan ante un sentimiento de compasi¨®n que no se coloca ni por encima ni por debajo del compadecido. Hablamos de fraternidad, la b¨²squeda de empat¨ªa en una sociedad donde nadie sienta la culpa del verdugo ni la debilidad desp¨®tica de la v¨ªctima. De ese horizonte de feminismo autocr¨ªtico las mujeres tenemos mucho que aprender. Lessing mira a los fot¨®grafos sentada en las escaleras: la piedad deja de ser una emoci¨®n peligrosa.
Marta Sanz es escritora.
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