Los toros y el reino de la locura
Sea cual se el curso de los acontecimientos los taurinos han asestado otra estocada en el hoyo de las agujas de una fiesta ya malherida
Cuando un parte del mundillo taurino anda ilusamente ilusionado con la gran mentira piadosa del patrimonio cultural ¡ªqu¨¦ gran visi¨®n la del Partido Popular para salir con bien del gran embrollo en el que por su propia ineptitud se involucr¨® con la famosa ILP¡ª, algunas de las llamadas figuras del toreo se enzarzan en una agria pol¨¦mica con los empresarios de La Maestranza sevillana.
Estos, Eduardo Canorea y Ram¨®n Valencia, dan la voz de alarma sobre la cr¨ªtica situaci¨®n econ¨®mica de la fiesta, descalifican a los representantes de los toreros y denuncian la negativa de las figuras a hablar de reducci¨®n de salarios.
Y aquellos, Morante, El Juli, Manzanares, Perera y Talavante, se sienten ofendidos en su honor y anuncian un pulso sorprendente: no volver¨¢n a La Maestranza mientras contin¨²en los actuales empresarios.
Pero antes de que la sangre llegue al r¨ªo, Canorea lanza pelillos a la mar, pide perd¨®n y llama a la cordialidad.
Sea cual sea el curso de los acontecimientos ¡ªse supone que habr¨¢ arreglo porque el dinero se sobrepondr¨¢ m¨¢s pronto que tarde y con toda seguridad al honor mancillado¡ª, los taurinos han asestado otra estocada en el hoyo de las agujas de una fiesta ya malherida.
Pero, ?qu¨¦ ha pasado?
Ha ocurrido, primero, que la crisis ¡ªla econ¨®mica y la del aburrimiento interno¡ª es muy seria y se nota ya gravemente en las cuentas de resultados de las empresas.
Ha ocurrido que Eduardo Canorea es el peor portavoz posible. No molesta tanto lo que dice, sino el tono informal y poco elegante en el que, a veces, se expresa.
Ocurre que los toreros ¡ªlas figuras, en este caso¡ª est¨¢n hechos de otra pasta, de tal modo que la inteligencia que se les supone delante del toro se torna en rid¨ªculo ego¨ªsmo cuando se trata de analizar los problemas de la fiesta.
Ocurre que en el mundo del toro prevalece el oscurantismo por encima de cualquier otro planteamiento. As¨ª, aciertan los empresarios sevillanos cuando dan la voz de alarma sobre las nefastas consecuencias de la crisis, pero para exigir reducci¨®n de gastos hay que poner sobre la mesa las cuentas reales de La Maestranza. Y exigirles, c¨®mo no, a los maestrantes, propietarios de la plaza, una revisi¨®n a la baja del canon del 25 por ciento del dinero que entra en taquilla.
Exageran las figuras en su victimismo porque la fiesta est¨¢ hecha a su imagen y semejanza. Ellos son los principales responsables de la problem¨¢tica que excede de la crisis econ¨®mica. Imponen el toro enfermizo, decadente y ruinoso que se arrastra por las plazas con la connivencia de la inmensa mayor¨ªa de unos ganaderos pusil¨¢nimes; exigen y alientan supuestamente la sospechosa manipulaci¨®n de las reses que se lidian; imponen la composici¨®n de los carteles, vetan a compa?eros, presionan a la autoridad y enga?an a los p¨²blicos con un toreo alejado de la verdadera emoci¨®n que encierra la tauromaquia. Y lo que es m¨¢s preocupante: solo en fechas y ferias muy se?aladas son capaces de colgar el cartel de no hay billetes.
?Qu¨¦ persiguen las figuras? No lo dicen, pero es evidente que se atisban dos objetivos: primero, que no les toquen la cartera; y segundo, afianzar, a¨²n m¨¢s, su poder en el desarrollo de la fiesta. Si ello supone la desaparici¨®n del espect¨¢culo, es evidente que les importa poco.
A¨²n est¨¢ por ver que El Juli, Morante, Manzanares, Perera y Talavante lideren una campa?a por la reconversi¨®n de la fiesta para que sea capaz de responder a las demandas del siglo XXI y vuelva a interesar a tantos aficionados desesperanzados.
?Y el futuro?
He ah¨ª el problema. Los empresarios de Sevilla y el quinteto de luces arreglar¨¢n sus diferencias porque a las dos partes les duele el bolsillo, pero no afrontar¨¢n el problema de fondo porque ello supondr¨ªa una revoluci¨®n interna que no parecen dispuestos a acometer.
Desgraciadamente, otra vez se pone de manifiesto que los enemigos est¨¢n dentro. Unos toreros ego¨ªstas, empresarios oscurantistas, ganaderos sin honor, unos pol¨ªticos acomplejados y piadosamente mentirosos, una afici¨®n desolada y unos medios de comunicaci¨®n desinteresados y proclives a cantar haza?as inventadas y ocultar los pecados¡ Entre todos, pero unos m¨¢s que otros, apuntillar¨¢n de manera definitiva la fiesta.
Nadie, por lo visto, quiere o¨ªr hablar de renovaci¨®n, cuando solo una catarsis profunda permitir¨ªa albergar esperanzas sobre el futuro. As¨ª, mientras el espect¨¢culo se desmorona, las figuras se dedican a imponer vetos en lugar de hablar. Sin duda, est¨¢n hechas de otra pasta.
Ten¨ªa raz¨®n Eduardo Canorea cuando el pasado 27 de noviembre, despu¨¦s de un buen cocido, con medio paquete de Winston consumido y con su voz ronca y cavernosa, dijo aquello de 'se?ores, estamos instalados en el reino de la locura'. Pues, s¨ª.
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