Muere Germ¨¢n Coppini, la gran voz de la movida
El m¨²sico, cantante de Siniestro Total y Golpes Bajos, fallece a los 52 a?os en Madrid por una enfermedad hep¨¢tica Maltratado por la industria discogr¨¢fica, desarroll¨® gran actividad en los margenes de la m¨²sica y la pol¨ªtica Su trayectoria musical estuvo definida por el cambio, la apuesta por el riesgo y el alejamiento de los grandes circuitos
?Resulta cruel enterarse de la muerte fulminante de Germ¨¢n Coppini en la ma?ana de Navidad, cuando la ciudad luce extra?amente silenciosa. Pero, de alguna perversa manera, tambi¨¦n tiene sentido. La carrera de Germ¨¢n sirve como paradigma de algunas peculiaridades del mundillo musical espa?ol: vivi¨® breves a?os de vino y rosas antes de invisibilizarse, v¨ªctima del desinter¨¦s de una industria y unos medios que no cuidan el talento.
Los datos son escuetos: Germ¨¢n Coppini L¨®pez-Tornos (Santander, 1961) muri¨® en Nochebuena en Madrid, derribado por un c¨¢ncer de h¨ªgado detectado d¨ªas antes. Su nombre ha quedado unido a dos de los m¨¢s potentes grupos surgidos en los a?os ochenta: la primera versi¨®n de Siniestro Total, apoteosis del punk gamberro, y los hondos Golpes Bajos.
S¨ª, estamos hablando de la denostada movida. En los ¨²ltimos tiempos, imperan las opiniones cr¨ªticas con ese movimiento, reducido por rencorosos revisionistas a una aberraci¨®n madrile?a, supuestamente subvencionada por el PSOE en el poder. Se ha olvidado que la eclosi¨®n de los grupos capitalinos provoc¨® inmediatamente la aparici¨®n de ep¨ªgonos en toda la periferia, incluyendo Vigo. Un bendito efecto llamada.
?Fue un fen¨®meno nacional y generacional, no una boutade de Alaska y los Pegamoides o un maquiavelismo de Tierno Galv¨¢n. Y pas¨® dos o tres a?os a la intemperie, demostrando voluntad de permanencia y un creciente poder de convocatoria. Como miembro fundador del nocturno Diario Pop de Radio 3, conservo el recuerdo de un precavido Jes¨²s Ordov¨¢s que iba racionando las primeras barbaridades de Siniestro Total, que le llegaron en estado de maqueta: s¨ª emit¨ªa Ayatola y no pasaba nada, segu¨ªa con otro tema a¨²n m¨¢s crudo. Y hac¨ªa bien: como demostrar¨ªa el caso de las Vulpes, el gobierno de turno pod¨ªa alardear de ¡°tolerante¡± pero era muy capaz de dar zarpazos mortales.
Ya en disco de vinilo, Siniestro Total fue un ¨¦xito inmediato. Inevitablemente, se top¨® con el salvajismo nacional: algunos punkis cubr¨ªan a los m¨²sicos de escupitajos; en Barcelona, un botellazo certero dej¨® a Coppini con una pierna rota. Eso aceler¨® la marcha del cantante, que se quejaba de no poder desarrollarse art¨ªsticamente en el cuarteto, limitado por su imagen colectiva.
Con Golpes Bajos, Germ¨¢n demostr¨® la profundidad de su cultura musical y literaria. Le acompa?aban unos instrumentistas polivalentes -Teo Cardalda, Luis Garc¨ªa, Pablo Novoa- que tej¨ªan unos fondos techno-funky entonces in¨¦ditos en Espa?a. La riqueza emocional y sonora de Golpes Bajos demostr¨® que la llamada movida hab¨ªa permitido la infiltraci¨®n de talentos inclasificables; tambi¨¦n, que hab¨ªa un p¨²blico que aceptaba m¨²sica sobria y madura.
En lo que iba a ser una constante, Golpes Bajos apenas dur¨® tres a?os (1983-1985) y tres discos. Cierto que en 1998 hubo un retorno infeliz: Coppini y Cardalda estuvieron acompa?ados por m¨²sicos ultraprofesionales pero no volvi¨® a surgir la chispa. Grabado a todo lujo, en audio y v¨ªdeo, con realizaci¨®n de Juanma Bajo Ulloa, Vivo iba a ser lanzado por una multinacional. No fue as¨ª y estuvo a punto de hundir a la discogr¨¢fica original del grupo, Nuevos Medios.
Se reconoc¨ªa en Germ¨¢n a una de las mejores voces de su quinta, aparte de un investigador inteligente, que integraba desde la canci¨®n mel¨®dica italiana a los ritmos caribe?os; tambi¨¦n explor¨® el hip-hop y el dancehall. Pero esa no era una combinaci¨®n necesariamente vencedora en los a?os de las vacas gordas, cuando se simplific¨® la oferta. Coppini fue saltando de proyecto en proyecto, con diferentes socios y compa?¨ªas. Al lado de Nacho Cano sac¨® Edici¨®n limitada, un EP de tres canciones en Ariola (1986). Ya como solista, edit¨® dos elep¨¦s en Hispavox, El ladr¨®n de Bagdad (1987) y Flechas negras (1989). No pas¨® nada. Aunque tampoco Germ¨¢n era artista f¨¢cil de vender: agonizaba en el proceso creativo.
Ya en los noventa, se vio empujado al underground de las grabaciones poco promocionadas, a veces hechas con escasez de medios. Aparecieron discos bajo su nombre, un proyecto con veteranos (An¨®nimos) y, ya en el presente siglo, colaboraciones con m¨²sicos j¨®venes, que hab¨ªan crecido con su voz c¨¢lida y su atormentado universo po¨¦tico, como ?lex Brujas, su c¨®mplice en el d¨²o Lemuripop, o el grupo sevillano Maga. Un recopilatorio de rarezas como Las canciones del limbo da una idea de la amplitud de sus intereses y su audacia musical.
Tuvo la fortuna de conectar con un fan entusiasta, Pablo Lac¨¢rcel, que puso el sello Lemuria Music a su servicio. All¨ª sali¨® recientemente un ¨¢lbum del que Coppini se sent¨ªa particularmente satisfecho, Am¨¦rica herida, con recreaciones rockeras del cancionero hispanoamericano, de Victor Jara a Carlos Puebla. Tambi¨¦n ten¨ªa en marcha un disco con los malague?os de N¨¦ctar y ya estaba en f¨¢brica ?Se enterar¨¢n en casa?, con docenas de maquetas pertenecientes a sus grupos vigueses: Coco y los del 1.500, Mari Cruz Soriano y los que Afinan su Piano y, naturalmente, Siniestro Total.
Comprometido pol¨ªticamente, era frecuente que actuara en actos derivados de causas como los despidos de Telemadrid o las sucesivas mareas en defensa de la educaci¨®n y la sanidad p¨²blicas. Orgullosamente republicano, celebraba cada 14 de abril e incluso se present¨® en una lista al Congreso en 2011, como candidato de una coalici¨®n de agrupaciones republicanas.
No se mostraba particularmente nost¨¢lgico respecto a la movida. Pod¨ªa defender las canciones de aquella ¨¦poca pero, por ejemplo, se neg¨® a fotografiarse con Juli¨¢n Hern¨¢ndez o Teo Cardalda para un especial de la revista Rolling Stone. Reconoc¨ªa que su ¨¦xito en los ochenta le permiti¨® terminar con una existencia trashumante, dictada por los traslados profesionales de su padre. Retrataba el Vigo que conoci¨® como una ciudad desoladora, al menos hasta que sucedi¨® aquella eclosi¨®n de grupos provocadores que le catapult¨® a Madrid. Comentaba, eso s¨ª, lo que defin¨ªa como ¡°liquidaciones grotescas¡± que le llegaban de la SGAE, a pesar de firmar piezas tan inoxidables como Malos tiempos para la l¨ªrica, No mires a los ojos de la gente, Cena recalentada o Fiesta de los maniqu¨ªes.
Con todo, nunca se rindi¨®. Cuando no estaba cuidando de su padre enfermo, dedicaba sus nerviosas energ¨ªas a sus labores art¨ªsticas o pol¨ªticas. Unas molestias le obligaron a internarse en el madrile?o hospital G¨®mez Ulla, donde trabajaba su esposa, Elvira Reig. All¨ª segu¨ªa preocup¨¢ndose por una pr¨®xima actuaci¨®n en M¨¢laga o los detalles gr¨¢ficos del siguiente lanzamiento. No lleg¨® a enterarse de que sufr¨ªa una dolencia mortal. Germ¨¢n Coppini deja tres hijos y un modelo de compromiso ¨¦tico y est¨¦tico.
Babelia
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