Lecci¨®n de historia de perdedores
El brit¨¢nico Norman Davies rastrea en un ensayo el pasado de 15 Estados europeos extinguidos, entre los que se incluyen los todopoderosos Arag¨®n, Prusia o la URSS
?Existir¨¢ Espa?a como Estado dentro de un siglo? M¨¢s interesante que la respuesta que dar¨ªan Artur Mas o Mariano Rajoy es la reflexi¨®n que plantea el historiador Norman Davies (Bolton, Reino Unido, 1939) en su libro Reinos desaparecidos (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores), donde se adentra en el pasado de 15 Estados que ya no existen. Historias de lo que fue y no pudo ser. Lecciones de humildad pol¨ªtica. ¡°Tarde o temprano todas las cosas tocan a su fin. Tarde o temprano, el centro no puede aguantar m¨¢s. Todos los Estados y naciones florecen una estaci¨®n y luego son sustituidos¡±, afirma Davies, gran admirador de Historia de la decadencia y ca¨ªda del Imperio Romano,la obra de Edward Gibbon con la que en cierta medida se emparenta su libro. Gran experto en la historia del Centro y del Este de Europa desde tiempos en los que escaseaban tales expertos, Davies entremezcla relatos de antiguas superpotencias (Sacro Imperio Germ¨¢nico, Arag¨®n, Prusia, Bizancio o la URSS) con entidades d¨¦biles o ef¨ªmeras como Rutenia, la rep¨²blica que dur¨® un solo d¨ªa (15 de marzo de 1939) y que ahora pertenece a Ucrania.
Ninguna potencia cree que tiene los d¨ªas contados. El ejemplo m¨¢s cercano para Davies es su propio pa¨ªs, otro de esos imperios sin noche, donde nunca se pon¨ªa el sol. El mismo Davies creci¨® creyendo que hab¨ªa nacido en un Estado tan poderoso que incluso era el due?o de la cima de la tierra, el Everest. Con el tiempo descubri¨® que nunca hab¨ªa sido brit¨¢nico, ni siquiera indio y que llamar al Chomolangma tibetano Everest en honor a un top¨®grafo brit¨¢nico hab¨ªa sido ¡°un acto de autobombo¡±. ¡°Los ingleses en particular ignoran felizmente que la desintegraci¨®n de Reino Unido empez¨® en 1922 y que probablemente continuar¨¢¡±.
El siglo XX ampar¨® la muerte de varios Estados europeos (Yugoslavia, Checoslovaquia, la URSS...). Lo m¨¢s inquietante es lo que Davies vislumbra hacia el futuro: ¡°Sin duda habr¨¢ m¨¢s. La dif¨ªcil pregunta es ?qui¨¦n ser¨¢ el siguiente? A juzgar por su disfuncionalidad actual, B¨¦lgica podr¨ªa convertirse en la siguiente (...), o quiz¨¢s Italia¡±.
Un libro que recuerda a los perdedores y, por tanto, no paga peajes identitarios contempor¨¢neos deber¨ªa ser lectura obligada para gobernantes de miras cortas. ¡°Los historiadores escriben habitualmente sobre el pasado de pa¨ªses que todav¨ªa existen, produciendo un tipo de batalla informativa que recuerda a la pol¨ªtica de una potencia moderna¡±, explica por correo electr¨®nico. Sobre ello se explaya en la introducci¨®n de su obra: ¡°Los historiadores y sus editores dedican un tiempo y unas energ¨ªas excesivas a repetir la historia de todo lo que les parece poderoso, importante e impresionante. Tan pronto como emergen grandes potencias, ya Estados Unidos en el siglo?XX, ya la China en el?XXI, crece la demanda de historia norteamericana o china, y suena una voz de alarma diciendo que los pa¨ªses que hoy son importantes son tambi¨¦n aquellos cuyo pasado m¨¢s atenci¨®n merece... las grandes bestias siempre salen vencedoras. Los pa¨ªses peque?os o d¨¦biles lo tienen dif¨ªcil para hacerse o¨ªr y los reinos muertos casi no tienen ning¨²n defensor¡±.
Casi nadie los recuerda cuando sobre ellos han ca¨ªdo siglos con sus avatares b¨¦licos y din¨¢sticos, como ocurre con Tolosa, el primer reino visigodo ¡ªtotalmente olvidado en Francia¡ª con el que Davies inicia su ensayo. Otro tanto ocurre con Alt Clud, el reino de la Roca (Dumbarton) entre los siglos?V y?XII, ¡°un mundo que floreci¨® antes de que se inventaran Inglaterra o Escocia¡±. Dumbarton pertenece a Escocia, y Escocia ¡ªde momento¡ª a Reino Unido, ¡°pero no siempre fue as¨ª y puede que no siempre sea as¨ª en el futuro¡±. Cuando visit¨® el lugar descubri¨® que ni siquiera el gu¨ªa del museo local sab¨ªa de qu¨¦ le hablaba.
¡°Luego fui a Perpi?¨¢n, en Francia, y fue interesante descubrir que la herencia catalana es ahora recuperada¡±, explica en alusi¨®n al fruct¨ªfero periodo del reino de Arag¨®n (al que se uni¨® el condado de Barcelona) como una gran potencia mediterr¨¢nea militar y cultural. ¡°Los estragos del tiempo son implacables, pero nunca completos¡±, cuenta. Al finalizar el cap¨ªtulo dedicado a Prusia, todopoderoso reino independiente durante siete siglos, afirma: ¡°Todas las naciones que alguna vez existieron dejaron sus huellas en la arena. Las huellas desaparecen con cada marea, los ecos se van debilitando, las im¨¢genes se fragmentan, el material humano se atomiza y se recicla. Pero si sabemos d¨®nde mirar, siempre hay un rastro, un recuerdo, un residuo irreductible¡±.
Cada cap¨ªtulo arranca con una descripci¨®n actual del territorio que una vez fue aut¨®nomo. Aunque no se desplaz¨® a todos, visitarlos ayud¨® al autor a captar las diferencias entre ayer y hoy. Al lector le facilita algunos pasajes humor¨ªsticos dignos de la gran literatura de viajes como el recorrido en coche por el oeste de Ucrania en pos de las huellas del antiguo reino de Galitzia (1773-1918), con el ch¨®fer Volodymyr: ¡°En verdad se podr¨ªa hablar de un estilo de conducci¨®n Ej¨¦rcito Rojo: extrema intrepidez e indiferencia total ante la vida humana¡±.
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