Manu fue mi maestro
Un recuerdo de los a?os en los que el periodista, fallecido hoy, fund¨® y dirigi¨® la agencia LID tras dejar Colpisa
Y el de Mar¨ªa, de Fernando, de Pepe, de Juan, de Santi, de Maite, de Luis, de Charo... Fuimos muchos los que empezamos a hacer periodismo en aquel piso de la calle Zurbano en el que cada habitaci¨®n era un peque?o cuarto de redacci¨®n, con algunas mesas y m¨¢quinas de escribir. Eran tiempos en los que los ¨²nicos ordenadores estaban en el despacho de las cr¨®nicas, donde los teletipistas picaban lo que acababas de escribir para enviarlo a los peri¨®dicos.
Manu se embarc¨® en la aventura de la agencia LID ("?C¨®mo? LID ?Con b? No, terminada en d. LID") nada m¨¢s abandonar Colpisa, una de las grandes agencias de informaci¨®n pol¨ªtica de la transici¨®n. Sufri¨® mucho. Parec¨ªa mentira que un tipo acostumbrado a desenvolverse en todas las situaciones imposibles que pueden vivirse en las guerras, y que hab¨ªa conocido los peores tugurios del mundo, se hiciera tan peque?o cuando ten¨ªa que negociar con los peri¨®dicos para que pusiesen una l¨ªnea de la agencia. ?Con lo grande que era! Porque Manu era muy grande. Su presencia f¨ªsica y su voz impon¨ªan. A m¨ª me temblaban las piernas cada vez que me llamaba al despacho. Solo entrar all¨ª, antes de que abriera la boca, ya era una impresi¨®n: todo lleno de peri¨®dicos, por el suelo, en las estanter¨ªas, sobre la mesa, en el poyete de la ventana, en las sillas. Papel, papel, papel, mucho antes de que la revoluci¨®n digital estuviera ni en la imaginaci¨®n de los m¨¢s avanzados.
Entrabas. Te sentabas encima de uno de esos bloques de peri¨®dicos y...
- Quiero que escribas un reportaje sobre la cr¨ªa de caballos.
- ?Sobre cr¨ªa de caballos...?
- S¨ª -respond¨ªa sorprendido, como si no se hubiera explicado con suficiente claridad. No parec¨ªa tan dif¨ªcil: cr¨ªa de caballos.- Hablas con el hip¨®dromo, con la Sociedad de Cr¨ªa Caballar, llamas a criadores de pura sangre andaluces... Es un tema muy interesante y esto seguro que se va a publicar muy bien.
Te levantabas y sal¨ªas de all¨ª ojipl¨¢tica, pregunt¨¢ndote cu¨¢l pod¨ªa ser el inter¨¦s de un reportaje sobre la cr¨ªa de caballos. No lo entend¨ªas, pero lo hac¨ªas; lo hab¨ªa mandado el jefe. No hab¨ªa Wikipedia por la que empezar, as¨ª que aprend¨ªas, ?qu¨¦ remedio!, a contactar con fuentes y te ibas haciendo una agenda, que la mayor¨ªa de las veces nunca ibas a volver a utilizar, pero nunca se sab¨ªa. Y al cabo de un par de d¨ªas, con el texto ya enviado, resultaba que s¨ª: que eso interesaba a todos los peri¨®dicos de Andaluc¨ªa y que lo publicaban; y en aquella ¨¦poca, finales de los 80, hab¨ªa al menos uno por provincia. As¨ª que dos p¨¢ginas en ocho peri¨®dicos con tu firma. Para una humilde becaria, no estaba mal.?
Con Manu aprend¨ª a "ser bombera", a ser capaz de escribir sobre cualquier cosa porque era lo que tocaba hacer. LID era una agencia muy peque?a y la especializaci¨®n solo estaba permitida a los m¨¢s veteranos, a Pilar, Berta, Kepa o Mariano. Los dem¨¢s, apag¨¢bamos el fuego donde surg¨ªan las llamas. As¨ª que lo mismo tocaba escribir un d¨ªa sobre las fusiones bancarias o el desembarco del capital kuwait¨ª en Espa?a de la mano de KIO y Javier de la Rosa; al siguiente, sobre el atentado de Hipercor o hacer cr¨®nica parlamentaria; y al otro, de la sorprendente boda de Isabel Preysler con MIguel Boyer. Informaciones que se publicaban en peri¨®dicos regionales, pero tambi¨¦n en grandes cabeceras como El Correo, La Vanguardia o el ya desaparecido Diario 16.
Y todo eso mientras Manu iba y ven¨ªa de sus viajes. Costaba, pero de vez en cuando, de debajo de su enorme cuerpo, asomaba el tipo afectuoso que ya tarde te hac¨ªa levantar de la silla y te llevaba a tomar vinos. No te pagaba un sueldo, pero te invitaba a ca?as. En Los Morales, en la calle de Vallehermoso, en Madrid, con uno de sus enormes puros entre los dedos, surg¨ªan el interminable repertorio de an¨¦cdotas de tantos a?os de profesi¨®n, los chismes de los periodistas... y risas, muchas risas. Si esta locura del periodismo te gustaba ya un poquito, era imposible no enamorarse perdidamente de esta locura de oficio, sin horarios, entonces casi incompatible con cualquier tipo de vida privada y siempre sorprendente.?
Con Manu aprend¨ª todo eso. No todo era tan rom¨¢ntico. Muchas veces se sufr¨ªa mucho, pero era como la vida misma: unas veces arriba y otras quit¨¢ndote el barro de la cara despu¨¦s del ¨²ltimo revolc¨®n. Siempre estuvo ah¨ª, quejoso de lo duro que era todo, aunque nunca le o¨ª maldecir su enfermedad. En los ¨²ltimos a?os, cultiv¨® su fidelidad a las partidas de mus y a la nueva vida que se hab¨ªa organizado en su retiro alcarre?o.
Este mi¨¦rcoles, me siento muy feliz de haberle conocido y una privilegiada por haber podido aprender de ¨¦l, de su forma de entender la profesi¨®n y de vivir la vida. Tambi¨¦n en eso, Manu fue mi maestro.
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