Las negras praderas
Para narrar visualmente la confusi¨®n de los protagonistas, Tabernero acude a un referente complicado: David Lynch
En la secuencia final de Las verdes praderas (Jos¨¦ Luis Garci, 1979), un chalet ardiendo simbolizaba la mentira de la felicidad de cierta burgues¨ªa espa?ola de la reci¨¦n iniciada democracia, la de la familia, los hijos, los electrodom¨¦sticos, la segunda residencia y las pistas de tenis; todo fachada, pero sin alumbramiento interior. Una escena que, 35 a?os despu¨¦s, y en un momento en el que una parte de la ciudadan¨ªa ha iniciado un ajuste de cuentas con la sacrosanta Transici¨®n, podr¨ªa tener su equivalente en otra de Presentimientos, en la que una mujer perdida entre un mar de hoteles y apartamentos de la costa mira una maqueta de un supuesto para¨ªso que no es sino puro laberinto emocional. El chalet como infierno; el impoluto resort de la costa mediterr¨¢nea como origen para la catarsis en la gangrenada existencia familiar.
PRESENTIMIENTOS
Direcci¨®n: Santiago Tabernero.
Int¨¦rpretes: Marta Etura, Eduardo Noriega, Alfonso Bassave, Gloria Mu?oz, Irene Escolar.
G¨¦nero: drama. Espa?a, 2013.
Duraci¨®n: 92 minutos.
Adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima de Clara S¨¢nchez, Presentimientos, segundo largo de Santiago Tabernero tras la nost¨¢lgica Vida y color (2005), nos habla con conocimiento de causa del socav¨®n en el que ciertas parejas se hunden tras la llegada del primer hijo; de la conciliaci¨®n con la vida laboral, de la depresi¨®n posparto, de las dificultades en la comunicaci¨®n y el afecto, de los resquemores, de las rendijas exteriores que se abren en forma del aparentemente refrescante adulterio; de pa?ales, llantos, del "te has olvidado de..." y del "anda que t¨²...". Y lo hace, eso s¨ª, sali¨¦ndose de la pura cotidianidad para adentrarse en una pesadilla on¨ªrica donde sue?o y realidad se narran en paralelo, aunque sin confundirse uno y otra.
El problema es que para narrar visualmente esa confusi¨®n, casi a la manera de El mago de Oz, donde los personajes de cada d¨ªa adoptan una nueva identidad en la pesadilla, Tabernero y su coguionista, el tambi¨¦n protagonista Eduardo Noriega, acuden a un referente tan complicado de emular que, por comparaci¨®n (quiz¨¢ injusta, pero ineludible al ser tan obvia), es insalvable: nada menos que David Lynch, el de Mulholland Drive, principalmente. As¨ª, adentrarse en el local de copas El Para¨ªso y ver a la l¨¢nguida Russian Red en plan la Llorona de los ?ngeles puede resultar perturbador en el peor sentido. Eso s¨ª, el inter¨¦s de los subtextos y el, en general, estupendo trabajo interpretativo, mantienen a la pel¨ªcula en un nivel siempre interesante, aunque no siempre adecuado formalmente.
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