El refugio secreto de Miguel ?ngel
El museo de la Capilla de los M¨¦dici de Florencia reproducir¨¢ en 3D los dibujos atribuidos al pintor y que permanecen ocultos en las paredes de un s¨®tano olvidado
Se trata de un viaje en el tiempo a trav¨¦s del miedo, el arte, la duda y la envidia. Monica Bietti, la directora del museo de la Capilla de los M¨¦dici, situado en la bas¨ªlica de San Lorenzo de Florencia, me cita a las 11.30 del jueves, pero no aparece ¡ªahora creo que a prop¨®sito¡ª hasta media hora m¨¢s tarde. Entre tanto, le pide a Silvio Dotto, uno de sus veteranos colaboradores, que me franquee la entrada de la ¡°habitaci¨®n secreta¡± de Miguel ?ngel. Para bajar hasta ella, Dotto tiene que abrir, mediante un viejo sistema de poleas y contrapesos, una trampilla que conduce a trav¨¦s de unas empinadas escaleras a un s¨®tano de siete metros de largo por tres de ancho. La estancia parece vac¨ªa, pero cuando se enciende la luz aparecen sobre las paredes, con una nitidez que golpea, decenas de bocetos al carboncillo de algunas de las obras maestras de Miguel ?ngel Buonarroti (1475-1564).
Al cabo de un rato, con una sonrisa divertida que parece una explicaci¨®n de la tardanza, la doctora Bietti baja las escaleras:
¡ªD¨ªgame, ?qu¨¦ ha sentido al entrar y ver los dibujos? D¨ªgame la verdad, ?qu¨¦ ha sentido?
¡ªEmoci¨®n y¡
¡ª??Verdad!? Cu¨¢nto me alegra que me diga eso. Luego le explicar¨¦ por qu¨¦.
La directora de la Capilla de los M¨¦dici ¡ªuno de los museos m¨¢s visitados de Florencia¡ª explica, yendo y viniendo a trav¨¦s de los siglos, la fascinante historia del lugar. En 1975, ante la necesidad de abrir una segunda salida al museo, el entonces director, Paolo Dal Poggetto, descubri¨® que bajo un viejo armario situado en una habitaci¨®n contigua a la Sacrist¨ªa Nueva ¡ªdise?ada por Miguel ?ngel¡ª exist¨ªa una trampilla que conduc¨ªa a un s¨®tano. Los m¨¢s viejos del lugar recordaban que, hasta mediados de los cincuenta, aquella estancia se hab¨ªa dedicado a almacenar la le?a con la que los empleados de la bas¨ªlica se calentaban o preparaban el almuerzo, pero que con la llegada de la electricidad ya nadie volvi¨® a bajar all¨ª. El doctor Dal Poggetto pidi¨® a uno de sus colaboradores que explorara la posibilidad de abrir por all¨ª la segunda salida del museo y se march¨® a Roma a arreglar papeles en el ministerio. Tuvo que regresar precipitadamente. Aquel pasadizo, m¨¢s que a la calle, conduc¨ªa directamente al siglo?XVI.
¡°Al bajar¡±, revive la escena con pasi¨®n Monica Bietti, ¡°se encontraron con que, adem¨¢s de basura y musgo, en algunos trozos de pared se apreciaban t¨ªmidamente algunos dibujos¡±. Con un bistur¨ª, sin demasiada dificultad, Dal Poggetto y sus colaboradores fueron desprendiendo sucesivas capas hasta que, finalmente, junto a los bocetos al carboncillo perfectamente conservados por la cal, surgi¨® tambi¨¦n un pasaje oculto de la historia. ¡°Se sab¨ªa que, en 1530, Miguel ?ngel estuvo escondido durante alg¨²n tiempo para protegerse de los M¨¦dici, sus antiguos protectores, que unos meses antes, ayudados por los espa?oles, hab¨ªan recuperado Florencia. Siente la necesidad de esconderse aqu¨ª ¡ªbajo la protecci¨®n del prior de la bas¨ªlica¡ª porque ¨¦l hab¨ªa construido los muros defensivos de la ciudad contra los espa?oles y tiene miedo a las represalias. No deja de ser curioso que muchos de estos bocetos sean del David, f¨ªjese en aquellos pies, aquel tal¨®n, aquel brazo doblado as¨ª¡ Insist¨ªa mucho en David porque ¨¦l era profundamente republicano y David era el personaje que mejor representaba sus sentimientos contra el tirano. No hace falta m¨¢s que mirar las paredes¡ªcuanto m¨¢s las miro m¨¢s cosas descubro¡ª para entender que sus meses aqu¨ª fueron tambi¨¦n una fuga interior, una especie de juego, una sugesti¨®n. Miguel ?ngel recuerda, dibuj¨¢ndolas, algunas de sus obras ya ejecutadas, pero tambi¨¦n hace bocetos ¡ªy f¨ªjese con qu¨¦ trazo tan perfecto¡ª de otras que pintar¨ªa despu¨¦s de obtener el perd¨®n de Clemente?VII, Julio de M¨¦dici¡±.
¡ªPero, ?existe la completa seguridad de que estos dibujos pertenecen a Miguel ?ngel?
La doctora Bietti parece que estaba esperando la pregunta. ¡°La diatriba sigue abierta. Pero los que dicen que no, no ofrecen ninguna explicaci¨®n a su negativa. Y yo entiendo que alguien pueda decir que no son de Miguel ?ngel viendo solo las fotograf¨ªas, pero entrando aqu¨ª ya no se puede mantener el no. F¨ªjese con que capacidad consigue resolver ese pie o esa figura casi tridimensional, en movimiento; la cara central, pero tambi¨¦n la cara de perfil, la figura del fauno¡ Se puede aceptar que algunas de las caricaturas ¡ªesta de aqu¨ª por ejemplo¡ª, no sean suyas, que pertenezcan tal vez a alguien que le tra¨ªa la comida y que durante un rato se divirti¨® dibujando, pero, ?qui¨¦n puede negar, sintiendo esta emoci¨®n, que estos dibujos no son de Miguel ?ngel? Por eso yo quer¨ªa que usted bajara. Que sintiera lo mismo que el doctor Poggetto al bajar aqu¨ª en 1975 o yo algunos a?os despu¨¦s¡±.
¡ª?Y por qu¨¦, habi¨¦ndose descubierto en 1975, no es hasta ahora que Florencia haya decidido divulgar la ¡°habitaci¨®n secreta¡±?
La doctora Bietti vuelve a sonre¨ªr. El ¨²ltimo cap¨ªtulo de esta historia ¡ªdespu¨¦s de haber hablado del miedo y del arte de Miguel ?ngel y aun de las dudas leg¨ªtimas de los expertos¡ª es el de la envidia. ¡°Tras su descubrimiento, Paolo Dal Poggetto cay¨® en las redes de la envidia y fue exiliado por el ministerio a la ciudad de Urbino. Solo ahora, con un libro firmado por ¨¦l y con el proyecto de reproducir los dibujos en 3D, dado que por motivos de seguridad resulta imposible abrir la sala al p¨²blico, intentamos hacer justicia con la historia, con Miguel ?ngel y con Dal Poggetto, quien tras descubrir la habitaci¨®n secreta ya no volvi¨® a trabajar en Florencia¡±.
¡ªComo Miguel ?ngel.
¡ªExacto, como Miguel ?ngel.
Babelia
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