Isaac de Vega, patriarca de las letras canarias
El novelista de vanguardia, al que se comparaba con Rulfo, era considerado un cl¨¢sico en vida
Al fallecer este lunes, con 93 a?os, en Tenerife, el escritor canario Isaac de Vega deja en herencia, como ¨²ltimo superviviente de su grupo literario de vanguardia, una palabra inextricable que dio sentido a su vida: ¡°Fetasa¡±. ¡°Fetasiano¡±, una especie de gentilicio metaf¨ªsico acu?ado hacia 1950 por el poeta y novelista Rafael Arozarena, alud¨ªa a la ontolog¨ªa de la condici¨®n insular, a la patria metaf¨ªsica a la que De Vega y Arozarena permanecieron fieles hasta la muerte y a la que ambos dedicaron libros de cuentos, novelas, ensayos y poemas.
De Vega, una suerte de Rulfo canario, ten¨ªa una conexi¨®n con la realidad principalmente literaria. Fue autor de una novela titulada, precisamente, Fetasa, en 1957, (le gustaba titular con un vocablo a secas: Parhelios, Pulsatila, Tassili o Carpanel). De Vega ten¨ªa una absoluta complicidad con su amigo del alma, Arozarena, que falleci¨® cuatro a?os antes que ¨¦l. Juntos labraron los fantasmas de un mundo on¨ªrico com¨²n y les dieron a la vez el Premio Canarias de Literatura, en 1988, porque eran indivisibles. Sus textos (Ediciones Idea edit¨® sus obras completas en 2005), con los de Antonio Bermejo, J. A. Padr¨®n y el periodista Francisco Pimentel (todos ya desaparecidos), establecen un territorio ignoto para la Pen¨ªnsula literaria, en la que De Vega y Arozarena, finalistas del Nadal, nunca se promocionaron. El cineasta David Baute los inmortaliz¨® filosofando sobre el gremio de las met¨¢foras de una literatura pegada a las ra¨ªces.
Acad¨¦mico canario de la lengua, que ejerci¨® el magisterio en El Hierro, La Gomera y Tenerife, De Vega era un hombre sencillo y humilde, alejado del ruido medi¨¢tico, de fuerte influencia en una generaci¨®n de autores, como un cl¨¢sico en vida. En ocasiones parec¨ªa un Salinger clandestino, pero era un ser adorado en su tribu de fans y contertulios. Hijo del sur, nacido en Granadilla de Abona (Tenerife), en 1920, y afincado en su Macondo de Igueste, cuid¨® el estilo como un asunto de salud, parco y comedido. Era un hombre de pocas palabras.
Ten¨ªa tanta vocaci¨®n literaria a bordo, que iba con el cuento a todas partes, madurando las historias durante a?os, como su alter ego, Arozarena, que lamentaba haber escrito tan deprisa Marar¨ªa, el superventas local. Tras morir a las puertas del d¨ªa de la literatura del archipi¨¦lago (este 21, dedicado al poeta Agust¨ªn Millares Sall), De Vega deja un hondo vac¨ªo, pues se trata de una de las grandes voces canarias del siglo XX de unas letras que se encierran en s¨ª mismas.
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