Las aguas bajan turbias
Miguel del Arco dirige en catal¨¢n 'Un enemic del poble', el cl¨¢sico de Ibsen Es un ambicioso espect¨¢culo, pero su director brilla m¨¢s en las distancias cortas
Tard¨¦ un buen rato en acostumbrarme a la escenograf¨ªa de Un enemic del poble (Un enemigo del pueblo), el cl¨¢sico de Ibsen que Miguel del Arco ha dirigido en el Lliure, a partir de la adaptaci¨®n de Juan Mayorga, estrenada hace siete a?os en el CDN y ahora en versi¨®n catalana de Cristina Genebat. De entrada, el impresionante decorado (enormes ca?er¨ªas, foso con barandales) de Eduardo Moreno me record¨® la sala de m¨¢quinas del malo en una pel¨ªcula de James Bond. Intuyo que trataba de situar la acci¨®n en el coraz¨®n de la met¨¢fora, mitad subsuelo del balneario mitad alcantarillas de la ciudad, y comprendo que la boca de la sala Puigserver es muy ancha y muy alta, pero se me hizo rara la mesica en mitad del charcazo, como si a los Stockman se les hubiera inundado el comedor. No solo eso: el primer tercio del texto de Ibsen es demasiado expositivo, y creo que esa disposici¨®n esc¨¦nica enfr¨ªa y dispersa mucho la energ¨ªa. Hay escenas de trazo vigoroso, como el enfrentamiento entre los hermanos Stockman, pero dir¨ªa que la funci¨®n no despega hasta el acto que transcurre en la redacci¨®n del Canal 99, al que Del Arco dota de un ritmo cercano al de Primera plana,de Hecht y McArthur. El decorado sirve a la frialdad casi futurista del lugar (con, buena idea, las cotizaciones de Bolsa proyectadas sobre las columnas), y me parece muy bien ajustado al concepto del ¨²ltimo acto: la familia hundida y acosada en una suerte de pozo al que los lugare?os arrojan piedras desde lo alto. Me sobran, en cambio, las canciones sobre poemas de Ibsen, con partitura de Arnau Vil¨¤ y servidas con excelente voz por Miquel Fern¨¢ndez, que encarna al capit¨¢n Horster: se nota demasiado su condici¨®n de bisagras entre escenas y el volumen de la m¨²sica me impidi¨® entender sus letras.
A partir, como dec¨ªa, de la danza de entradas y salidas en la redacci¨®n, la puesta gana velocidad, acorde al tornado de histeria colectiva, y va subiendo hasta acabar en punta.
¡®Un enemigo del pueblo¡¯ es una pieza masculina, con muy menguado espacio para las actrices, y m¨¢s en esta versi¨®n
Un enemigo del pueblo es una pieza esencialmente masculina, con muy menguado espacio para las actrices, y m¨¢s en esta versi¨®n. Kat, la esposa, se afinca pronto en el ¡°no te mojes¡±: poca tela para Blanca Apil¨¢nez. Andrea Ros (Petra, la hija) tiene una escena donde puede mostrar su nervio: el enfrentamiento con el sibilino Hovstad. Y la impecable M¨®nica L¨®pez (la periodista Billing) lidera, c¨¢mara en mano, la retransmisi¨®n de la asamblea popular, pero ah¨ª acaba, frase m¨¢s frase menos, el cometido de las tres. En el apartado de los actores tenemos al veterano Miquel Gelabert en el rol de Morten Kiil, el padre de Kat. Tampoco anda sobrado de letra: su escena es el estupendo parlamento (que borda), donde el viejo magnate ense?a sus dientes y sus cartas bajo la manga. Pablo Derqui es Hovstad, el director de la cadena. Si le han visto en escena sabr¨¢n que es una potencia: irradia fuerza y concentra la atenci¨®n. Si Derqui es un im¨¢n envuelto en alambre de espino, Jordi Mart¨ªnez (Aslak) es la fuerza tranquila, con una peligrosidad de samur¨¢i. Hasta con las manos en los bolsillos resulta inquietante, sabedor de que ganar¨¢ la partida. Roger Casamajor es Peter Stockman, el alcalde de la ciudad. En el original es el hermano mayor de Thomas, pero Del Arco, astuta idea, lo ha convertido en el menor, lo que da m¨¢s complejidad a su cabronada. Thomas siempre ha sido el primog¨¦nito, el list¨ªsimo, la estrella de la familia. Ahora le ha llegado a Peter el momento del desquite. Casamajor me pareci¨® muy crispado en la escena del enfrentamiento. Hay fuerza pero demasiados gritos y una gestualidad de melodrama de Minelli. Luego, cuando constata que lleva las riendas, es el perfecto retrato del pol¨ªtico venal, del autoritario disfrazado de dem¨®crata: en toda la parte de la asamblea est¨¢ estupendo.
A mi me enardece, pero no me llega al alma, quiz¨¢s porque la asamblea de Ibsen tiene las cartas marcadas
Pere Arquillu¨¦ es Thomas Stockman. Autoridad, peso absoluto, tanto en la pasi¨®n como en la ca¨ªda. Y formidable en su discurso, el bocado cardenalicio de la funci¨®n. Es un Stockman distinto de todos los que he visto. Sigue siendo, a mis ojos, muy espa?ol, un mis¨¢ntropo barojiano cargado de furia regeneracionista, pero aqu¨ª lo veo m¨¢s ingenuo que megal¨®mano: su diatriba no parece hija de un ol¨ªmpico desprecio por la masa, sino fruto de un logiqu¨ªsimo calent¨®n. Un Stockman muy pr¨®ximo, porque todos hemos cre¨ªdo en alg¨²n momento que somos muy listos y los dem¨¢s muy tontos, y es en ese justo instante cuando somos m¨¢s tontos que nadie y nos merecemos todo lo que nos pase. Stockman se mete en un jard¨ªn innecesario, porque se equivoca de enemigo. Quiere sustituir el presunto despotismo de la mayor¨ªa (que no es otra cosa que la democracia) por un despotismo ilustrado, cuando el problema no est¨¢ en la mayor¨ªa sino en los poderes que la manipulan y pretenden hablar en su nombre: el relevo cada cuatro a?os parece m¨¢s pr¨¢ctico que la aristocracia del esp¨ªritu. (En cuanto a los que siguen mandando en la sombra, me temo que llevamos devanando esa cuesti¨®n desde que el mundo es mundo). Hay, por cierto, una baza que Stockman abandona: las enfermedades que generar¨¢ el agua infectada. A este hombre le hace falta un equipo de abogados como el de The Good Wife. Hablando de series, y que Ibsen me perdone, yo creo que asuntos similares se han contado mejor, con m¨¢s nervio y hondura, en House of Cards, The Newsroom o la danesa Borgen. De Un enemigo del pueblo sigue enardeci¨¦ndonos el dibujo de su mecanismo central: el acoso y derribo, en nombre del ¡°bien com¨²n¡±, de toda voz que diga lo que nadie quiere o¨ªr. A m¨ª me enardece, pero no me llega al alma, quiz¨¢s porque la asamblea de Ibsen tiene las cartas marcadas: cuesta creer que no haya ni una voz sensata secundando a Stockman, que todo sea inter¨¦s y bober¨ªa. En cuanto al lado oscuro del protagonista, me parecen m¨¢s complejas otras variantes ibsenianas del mismo tema: El pato salvaje (el individualista como fan¨¢tico) o El constructor Solness (el individualista como ?caro). Un enemic del poble es un montaje indudablemente ambicioso, con buenas ideas y un pu?ado de notables interpretaciones. Fue muy aplaudida y ser¨¢ un gran ¨¦xito, pero para mi gusto Miguel del Arco funciona mucho mejor en las distancias cortas, como La funci¨®n por hacer, La violaci¨®n de Lucrecia, Veraneantes o Juicio a una zorra.
Un enemic del poble. Henrik Ibsen. Versi¨®n de Juan Mayorga y Miguel del Arco. Direcci¨®n de Miguel del Arco. Int¨¦rpretes: Blanca Apil¨¢nez, Pere Arquillu¨¦, Roger Casamajor, Mar Casas, Rafa Delgado, Pablo Derqui, Miquel Fern¨¢ndez, Miquel Gelabert, Eli Iranzo, M¨®nica L¨®pez, Jordi Mart¨ªnez, Anabel Moreno, Joan Raja, Santi Ricart y Andrea Ros. Teatre Lliure. Barcelona. Hasta el 16 de febrero.
Babelia
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