Una pel¨ªcula de cinco estrellas
El certamen arranca con ¡®El gran hotel Budapest¡¯, melanc¨®lico trabajo de Wes Anderson que bucea en la Europa de entreguerras
Para empezar, una pel¨ªcula de cinco estrellas que se desarrolla en un hotel de cinco estrellas. La 64? edici¨®n de la Berlinale, que por ahora est¨¢ a salvo de la nieve e incluso del fr¨ªo, arranc¨® con El gran hotel Budapest, otro melanc¨®lico filme de Wes Anderson (Houston, 1969), que en esta ocasi¨®n traslada la acci¨®n ¡ªal menos la parte central del filme¡ª al periodo de entreguerras y a la ficticia rep¨²blica de Zubrowka, enclavada en Europa Central. El establecimiento del t¨ªtulo es conocido por sus aguas termales y por el buen hacer de su conserje ¡ªal que encarna un resucitado Ralph Fiennes¡ª, Monsieur Gustave H., un tipo tan meticuloso con su trabajo como dotado para las relaciones sociales con sus hu¨¦spedes, especialmente sin son ricas mujeres de edad madura y de alta sociedad. A ese mundo id¨ªlico llega un botones, Zero, al que Gustave apadrina. Ese mismo botones, due?o del hotel, ser¨¢ quien d¨¦cadas despu¨¦s, en pleno imperio sovi¨¦tico, le contar¨¢ sus aventuras a un joven escritor, en un juego de historias dentro de historias que Anderson asegura nace de su reciente pasi¨®n por el escritor Stefan Zweig.
El gran hotel Budapest salta por diversas ¨¦pocas y formatos de proyecci¨®n (cambia al blanco y negro y juega con el cuadro de visi¨®n, porque, como confiesa Wes Anderson, ¡°ahora con el digital puedes hacer lo que quieras¡±), y tiene todos los elementos caracter¨ªsticos de su cine: un reparto inmenso, repleto de grandes nombres ¡ªaqu¨ª en Berl¨ªn solo ha venido un tercio: Ralph Fiennes, Bill Murray, Edward Norton, Jeff Goldblum, Saoirse Ronan, Willem Dafoe, Toni Revolori y Tilda Swinton¡ª, una profunda sensaci¨®n de melancol¨ªa, secuencias animadas, maquetas mezcladas con actores de carne y hueso, hermosa banda sonora¡, pero por primera vez sus personajes irradian ternura. Pareciera que ahora s¨ª, ahora Anderson quiere a sus protagonistas, que siente lo que les pasa, y as¨ª ha crecido con su octava pel¨ªcula. ¡°Es curioso, es mi tercera participaci¨®n en Berl¨ªn, pero la primera vez que vengo sin haber ense?ado a otras audiencias mi trabajo. Y eso hace que est¨¦ muy atento a lo que me dec¨ªs¡±, aseguraba el director, que recib¨ªa a la prensa en la primorosa biblioteca de un hotel de lujo, como no pod¨ªa ser menos, muy cerca de la Puerta de Brandenburgo. ¡°Cuando rod¨¢bamos, y lo hicimos aqu¨ª en Alemania, pens¨¢bamos en lo bonito que ser¨ªa estrenarla en la Berlinale. Al final lo hemos logrado¡±.
Normalmente, el cine recrea mundos reales filmando en otras ciudades o incluso pa¨ªses; en cambio, Anderson ha creado una naci¨®n ficticia, la Rep¨²blica de Zubrowka, rodando en sitios reales. ¡°Estuvimos en Budapest, tomando notas, desarrollando ideas arquitect¨®nicas, pero la mayor parte de los edificios est¨¢n modificados por la etapa comunista. Acabamos instal¨¢ndonos en G?rlitz, un peque?o pueblo que se asienta entre Polonia, Alemania y la rep¨²blica Checa. Por supuesto viajamos tambi¨¦n por Praga, Karlovy Vary y otras ciudades del resto de Europa, a la b¨²squeda de ayuda para esa ambientaci¨®n¡±.
Al final de El gran hotel Budapest, que no deja de ser una pel¨ªcula de aventuras al estilo Anderson, un cartel agradece la inspiraci¨®n proporcionada por la obra de Stefan Zweig. ¡°No hab¨ªa le¨ªdo nada de ¨¦l, es que ni siquiera conoc¨ªa su obra, hasta que hace ocho a?os le¨ª su, creo, ¨²nica novela, La piedad peligrosa. En Estados Unidos es un autor desconocido, pero que ahora ha logrado cierto prestigio porque su obra es ya de dominio p¨²blico y se est¨¢ reeditando. Empec¨¦ a leer m¨¢s y m¨¢s de ¨¦l, y me gust¨® el aroma de su trabajo, su estructura de historias dentro de historias. Espero que la pel¨ªcula responda a su estilo¡±.
Anderson lleva traje de espiguilla gris, camisa de cuadros azules claros y una corbata azul oscuro. Vive en Par¨ªs desde hace a?os y desde luego podr¨ªa pasar por uno de sus personajes, que habitan muchas veces espacios atemporales. ¡°Cierto, a veces no hay claves hist¨®ricas, o las amoldo a mis intenciones. Hasta el nombre del hotel no deber¨ªa ser Budapest porque probablemente sea m¨¢s Hollywood, deba m¨¢s a la atm¨®sfera de esas pel¨ªculas estadounidenses de los a?os treinta dirigidas por realizadores inmigrantes, procedentes del Este de Europa, que son las pel¨ªculas que m¨¢s me gustan. ?Mi favorita? El bazar de las sorpresas, de Lubitsch, que se desarrolla en Budapest¡±.
El director de Los Tenenbaums, Academia Rushmore, Moonrise Kingdom o Life aquatic aclara que no tiene muy claro lo de la nostalgia de sus pel¨ªculas. ¡°No tengo nada que ver con eso, o al menos no lo fuerzo. En este caso iba obligado por la ¨¦poca del guion, y por el juego de que sea un libro escrito por alguien ya fallecido que recuerda la historia de c¨®mo le contaron la historia. Eso lleva a la nostalgia¡±. Pero s¨ª sabe c¨®mo recluta siempre repartos tan largos y repletos de nombres incre¨ªbles: ¡°Les llamo, pero nunca les digo el tama?o del papel, lo que ser¨ªa descort¨¦s, sino que les pido ayuda para hacer la pel¨ªcula, y se apuntan¡±. Uno de esos int¨¦rpretes, Frank Murray Abraham, asegura que Anderson es ¡°el principito de Saint-Exup¨¦ry ya crecido¡±. ¡°No s¨¦ lo que significa eso, de verdad. Tal vez se divirti¨® mucho en el rodaje¡±. ?Pero c¨®mo era ¨¦l de ni?o? ¡°?Yo? Muy tranquilo. Me pasaba mucho tiempo dibujando casas y elementos arquitect¨®nicos, porque era lo que quer¨ªa ser de adulto¡±. Algo de eso hay en su cine, y desde luego mucho de ello hay en El gran hotel Budapest.
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