Premios razonables en una fiesta sin gracia
Que la Academia ignore o desprecie de forma tan burda a ?lex de la Iglesia, ese hijo pr¨®digo abarrotado de talento, provoca verg¨¹enza ajena
Coincid¨ª numerosas veces con Wert en un sitio tan improbable y ex¨®tico como la sala de maquillaje de una cadena de televisi¨®n. Tambi¨¦n tuvimos largas y amenas conversaciones en algunos desplazamientos a otras ciudades del programa de radio Hoy por hoy en el que colabor¨¢bamos ambos. Y hablamos fundamentalmente de cine, algo muy amado por los dos. Recuerdo su erudici¨®n en el tema y la evidencia de que este hombre pose¨ªa agilidad mental, que era inteligente, mordaz, polemista y culto. Igualmente, aseguraba la gente que le conoce bien, no le asustaban las broncas ni los enfrentamientos. Cuando le nombraron ministro de Cultura, imagino que esta persona tan curtida sab¨ªa que el cine (me hago un l¨ªo entre las contradictorias definiciones que hacen del cine los que se dedican a ¨¦l, no s¨¦ si este debe aspirar a algo tan prosaico como ser una industria, o bien un templo sagrado de la cultura alimentado por el ¨²nico af¨¢n de enriquecer el alma de los espectadores, aunque mi ingenuidad siempre ha pensado que ambos conceptos pod¨ªan ser compatibles) formaba parte importante de sus responsabilidades y que si las medidas que adoptaba no eran del agrado del sector, este ten¨ªa derecho a encabronarse, a protestar, a rechazarle, a exigirle indignadas cuentas. En cualquier caso, sospecho que entra en su sueldo el arriesgado compromiso, o poni¨¦ndome cursi y obvio, la ineludible responsabilidad de acudir a la gala en la que el gremio del cine declara sus problemas, sus anhelos, sus logros, sus frustraciones, sus reconocimientos, sus homenajes y sus gozos y a la vez otorga su bendici¨®n a los que considera que han sido los m¨¢s listos y los m¨¢s creativos del a?o. O sea, tiene la obligaci¨®n de escuchar con gesto sonriente, flem¨¢tico, crispado o de circunstancias, que le puedan calificar como chulesco ministro de anticultura, que le lancen cianuro verbal o que le acusen de jugar impunemente con su trabajo y con el sagrado pan de sus hijos. Escaquearse de la indignaci¨®n p¨²blica que manifiestan los que se sienten sus v¨ªctimas supone algo a¨²n peor que la cobard¨ªa, supone un error demasiado trascendente.
Pasaron m¨¢s cosas extra?as e indefendibles en los Goya. Para mis siempre extraviados gustos, Las brujas de Zugarramurdi contiene toneladas de cine torrencial, imaginativo, gracioso, ins¨®lito y salvaje. Y se supone que los ilustrados miembros de la Academia tambi¨¦n comparten mi vana opini¨®n al otorgarle 10 nominaciones y concederle ocho premios. Y todos sabemos que las pel¨ªculas son posibles gracias a un colectivo de gente, pero resulta que la m¨¢xima responsabilidad le corresponde al capit¨¢n del barco, a la persona que lo dirige. Qu¨¦ raro que todos los elementos de Las brujas de Zugarramurdi sean considerados como excelsos, excepto la labor de la persona que la ha creado. Que Alex de la Iglesia estuviera excluido huele a vileza, a castigo al ni?o terrible e imprudente que se atrevi¨® en una gala de los Goya a decir lo que pensaba, a no compartir las creencias colectivas de su gremio ni halagar sus o¨ªdos con lo que esperaban o¨ªr. Que ignoren o desprecien de forma tan burda a ese hijo pr¨®digo abarrotado de talento provoca verg¨¹enza ajena.
Vi que el guion de la ceremonia ven¨ªa firmado por varias personas. No dudo de su esfuerzo pero la pretendida gracia fue inexistente, malos la mayor¨ªa de los chistes y de los sketchs, con capacidad para ruborizar los bailes y las canciones. No tengo nada contra la sobreactuaci¨®n si acaba siendo deslumbrante. Se supone que Manel Fuentes hac¨ªa y dec¨ªa lo que hab¨ªan escrito otros, pero es responsabilidad suya su gestualidad, su tono de voz y sus movimientos. Todo ello, a pesar del supuesto entusiasmo de este afectado presentador, invitaba al bostezo. Al m¨ªo, aclaro. Los asistentes a la gala, no s¨¦ si por convicci¨®n, colegueo o cortes¨ªa, parec¨ªan estar muertos de risa. Qu¨¦ envidia siento hacia su diversi¨®n.
Aconsejaban a los premiados que fueran sobrios en sus agradecimientos, que llevaran escrito su discurso. Esa concisi¨®n y rapidez la respetaron agradeciblemente algunos. Sent¨ª algo parecido al terror cuando vi subir a doce personas al escenario para recoger el premio a la mejor pel¨ªcula iberoamericana. Falsa alarma. Solo hablaron dos.
Y encontr¨¦ momentos emotivos en la ceremonia. Fue potente, claro, racional y sentido el discurso de Enrique Gonz¨¢lez Macho. Aunque difiero ligeramente de su certidumbre de las pel¨ªculas como acto heroico. Como Bowie, creo que podemos ser h¨¦roes solo por un d¨ªa. Tambi¨¦n puede ser su despedida de un trabajo en el que se ha volcado y que ha hecho muy bien. Todo en esa persona at¨ªpica y actriz siempre cre¨ªble llamada Terele P¨¢vez sonaba a verdad. Y entiendo que le temblaran las manos y que se limitara a dar emocionadas gracias a mi amiga desde tiempos remotos Cristina Huete. Y me provocaba una enorme simpat¨ªa el anciano que acompa?aba a David Trueba, el hombre que inspir¨® la historia de Vivir es f¨¢cil con los ojos cerrados.
Celebro que hayan llenado de premios a la pel¨ªcula espa?ola que m¨¢s me ha gustado este a?o, junto a Las brujas de Zugarramurdi y La gran familia espa?ola. Aunque para ser exacto tendr¨ªa que cambiar el ¡°m¨¢s¡± por las ¡°¨²nicas¡±. Se titula Vivir es f¨¢cil con los ojos cerrados. Es bonito, tierno, grato, divertido y conmovedor ser testigo del viaje de esas tres personas a las que es tan f¨¢cil comprender y querer. Tambi¨¦n es admirable la interpretaci¨®n de Javier C¨¢mara, un actor que pertenece a mis fobias y no a mis filias. Tampoco me gusta La herida pero negarle el Goya a Marian ?lvarez, su extraordinaria protagonista, hubiera sido tan disparatado como injusto. Y no tuvieron desperdicio las palabras y el tono de David Trueba.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.