Apocalipsis, clones y camisetas hawaianas
Ismael Mart¨ªnez Biurrun retrata en su quinta novela un Madrid postapocal¨ªptico que suena a 'Blade Runner' y Dostoyevski
T¨ªos en camisetas hawaianas. Machetes y c¨®cteles molotov en las manos. No hablan, canturrean. Y se mueven como una horda, en "mir¨ªadas". Esa es la amenaza constante del Madrid que ha imaginado Ismael Mart¨ªnez Biurrun (Pamplona, 1972) en su quinta novela, Un minuto antes de la oscuridad (Random House, 2013). Ni zombis, ni infectados, ni mutantes. Otra nueva clase de letal manada que va devorando Madrid de fuera a dentro M-30 como si fuera una gigantesca oruga.
Frente al apocalipsis, Ciro; mucho menos que un h¨¦roe. Un profesor de universidad incapaz de aceptar los cambios del mundo en el que vive. Un padre de familia ciego a que el mundo se le acaba la mecha; a que su hijo tiene dos a?os y no habla, solo se mea y se caga encima; a los cuernos de su mujer y a que podr¨ªa dejar de una maldita vez el cuchitril de un metro cuadrado de su despacho e instalarse en alguna de las mesas desiertas de sus colegas de profesorado. Claro que eso ser¨ªa tanto como admitir que s¨ª, que todo se ha ido al infierno y no hay marcha atr¨¢s: "Todos mis personajes suelen tener una tara. Y por una vez quer¨ªa a un t¨ªo ¨ªntegro de protagonista. Entonces me di cuenta de que su idealismo era su discapacidad, su fe en que las cosas todav¨ªa pueden arreglarse a pesar de que el mundo se desmorona ante sus propios ojos".
Lo de las camisetas haiwaianas, aunque suene a broma, inquieta al autor. Le recuerda al Genocidio de Ruanda, al entre medio y un mill¨®n de hutus que murieron a machetazos a manos de los tutsis: "No ten¨ªan uniformes. Iban de calle, con camisetas de colores muy vivos. Es un contraste que me da miedo. Parece que van de fiesta [hasta canturrean] pero en realidad van a matar". Con unos villanos as¨ª, frases que podr¨ªan sonar a guasa se transforman en otra cosa.
Plantar cara a los hawaianos era peor que suicidarse. Todo el mundo lo sab¨ªa".
Autorretrato
Ismael Mart¨ªnez Biurrun (sin tilde en la u, que siempre se la ponen).
Navarro. Ojos casta?os.
Antojo en el costado, donde la lanzada de Cristo.
Agua o cerveza.
Espaguetis a la bolo?esa. Con ni?os, no hay man¨ªas.
En los ba?os de una plaza de toros, con la Mondrag¨®n de fondo.
Ni?o: que la tele me viniera rodando hasta la cama.
Adulto: perder a un hijo.
Amigo:?El que sabe qu¨¦ musica escuchaba a los 13.
La carretera de McCarthy.
En Un minuto antes... no solo hay hordas ("mir¨ªadas"). Tambi¨¦n hay clones. Se llaman mim¨¦ticos, r¨¦plicas perfectas que se fabrican con uno objetivo: ser perros de sus amos, protegerlos de los hawaianos a sangre y fuego, literalmente. Blade Runner fue "obviamente", una fuente de la que beber, sobre todo para plasmar ese "despertar de una consciencia artificial que se rebela contra su destino". Pero tambi¨¦n Dostoyevski. "La compa?¨ªa que los fabrica es Goliadkin [con oficinas con vistas a Cibeles], una referencia al apellido de Yakov Petrov, el protagonista de El doble que de pronto un d¨ªa se encuentra con una copia de s¨ª mismo". Y a todo esto se le a?ade una pizca del G¨®lem de Gustav Meyrink (con una cita de este cl¨¢sico arranca la novela). Para desactivar al G¨®lem, para matarlo, basta con pronunciar una secuencia: Placer. Bronce. Serpiente. Sinfon¨ªa. Fuego. Historia. Ma?ana. "Me fascinaba poder matar a una consciencia, a un ser racional, con algo tan simple como una cadena de palabras".
Biurrun no es nuevo en el fant¨¢stico. Lleva ya dos Celsius en su vitrina ¡ªpor Rojo alma, negro sombra (451 Editores, 2008) y Mujer abrazada a un cuervo (Salto de p¨¢gina, 2010), el premio m¨¢s codiciado del panorama nacional para este tipo de literatura que se concede en la Semana Negra de Gij¨®n. Y si empez¨® en Infierno nevado (Sirius, 2006) con una de romanos y pesadillas tentaculares de Lovecraft, su fant¨¢stico se ha ido haciendo cada vez m¨¢s sutil, m¨¢s invisible. Aunque ¨¦l lo ponga en duda: "?Mi novela menos fant¨¢stica? Es posible, aunque me cuesta mucho distinguir la l¨ªnea que separa la ciencia ficci¨®n de lo fant¨¢stico. Lo he discutido cientos de veces y sigo sin verlo. El ¨²nico g¨¦nero que reconozco sin duda en todos mis libros es el de terror, porque se trata de un g¨¦nero que no se define por sus argumentos sino por el efecto que produce en el lector, en este caso de desasosiego, y esta novela claramente pretende transmitir esa sensaci¨®n de fatalidad y suspense".
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