¡°Solo somos herramientas del lenguaje, no sus due?os¡±
La muerte digna es uno de los temas de su nueva novela, de pr¨®xima pubicaci¨®n, ¡®La mujer loca'
Las historias de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s (Valencia, 1946) est¨¢n tan llenas de personajes desdoblados que es imposible entrar en su casa sin verlo todo doble. El portero autom¨¢tico tiene dos botones ¡ªcasa y estudio¡ª y el estudio, dos habitaciones. Las dos est¨¢n forradas, pavimentadas de libros. Le gustar¨ªa deshacerse de algunos, pero las bibliotecas no los quieren, "que es como si los bancos no quisieran dinero", dice. Del que no se deshar¨¢ es del poemario de Louise Gl¨¹ck que corona el mont¨®n m¨¢s pr¨®ximo al sill¨®n de leer. ¡°Es fascinante¡±, explica. La estadounidense es, como todos los poetas seg¨²n Mill¨¢s, una escritora Porqueno. Lo dice aplicando a la literatura la divisi¨®n acu?ada por uno de los personajes de su nueva novela, La mujer loca, que Seix Barral publica la semana que viene. Seg¨²n esa divisi¨®n, hay gente Porques¨ª y gente Porqueno, depende de su facilidad para adaptarse a las convenciones. Para poner una ferreter¨ªa hay que ser Porques¨ª. Para escribir poes¨ªa, Porqueno. ?Y qu¨¦ es Mill¨¢s? ¡°He intentado ser un escritor Porqueno¡±, responde, ¡°pero no siempre lo he conseguido. Tal vez en esta novela me he enfrentado con m¨¢s valent¨ªa a las convenciones. No saber que va a pasar en la p¨¢gina siguiente es un acicate para seguir escribiendo. En toda novela debe haber algo de asociaci¨®n libre, aunque sabemos que no hay nada menos libre que la libre asociaci¨®n¡±.
De lo primero que se quita la gente en ¨¦pocas de crisis es del marisco y de la filolog¨ªa¡±?
?La protagonista de La mujer loca es una muchacha que estudia lengua por las noches mientras trabaja de d¨ªa en la pescader¨ªa de un hipermercado porque est¨¢ enamorada de su jefe, fil¨®logo reconvertido: ¡°De lo primero que se quita la gente en ¨¦pocas de crisis es del marisco y de la filolog¨ªa¡±. La idea de que un fil¨®logo es un agente secreto de la gram¨¢tica mientras un escritor es su v¨ªctima es solo parte de su extrema relaci¨®n con las palabras. El padre de la criatura comparte esa teor¨ªa: ¡°Somos una herramienta del lenguaje, no sus due?os. La historia de la ciencia se podr¨ªa contar en funci¨®n de nuestras percepciones err¨®neas. Ves una puesta de sol y es evidente que es el sol el que se pone, no la tierra la que se mueve. Sales a caminar al campo y es evidente que la tierra es plana. La lucha del ser humano contra su percepci¨®n ha sido brutal. Y uno de esos errores de percepci¨®n es la idea de que somos los due?os del lenguaje. Cuando un ni?o aprende a hablar decimos que va conquistando el lenguaje, y es justo al rev¨¦s: el lenguaje lo va colonizando. Es un colono cruel porque en cuanto se mete en tu cabeza empiezan a aparecer los lugares comunes¡±. ?Y qu¨¦ hace un escritor con semejante hallazgo? ¡°Pactar con ese colono. No hay que enfrentarse a ¨¦l totalmente porque terminas volvi¨¦ndote loco y escribiendo el Finnegans Wake, que es intransitivo. Un escritor debe moverse entre lo previsible y lo intransitivo".
La lucha del ser humano contra su percepci¨®n ha sido brutal. Y uno de esos errores de percepci¨®n es la idea de que somos los due?os del lenguaje"
Para demostrar el poder de las palabras, el autor de El orden alfab¨¦tico pone el foco sobre esa ¡°moneda corriente¡± que son las frases hechas. Regalo envenenado, por ejemplo. ¡°Es ese recurso del arte pop que consiste en sacar algo de contexto. Una expresi¨®n aislada te puede poner los pelos de punta¡±. Que la lengua tenga vida propia puede ser un motor para un novelista pero un freno para un periodista. Mill¨¢s es las dos cosas, y como su protagonista analiza la diferencia entre sexo (f¨ªsico) y g¨¦nero (gramatical), una pregunta coloniza la charla: ?es sexista el lenguaje? ¡°Los acad¨¦micos dicen que no, pero es imposible que una sociedad patriarcal haya elaborado un lenguaje no sexista. Piensa en la definici¨®n del [diccionario] Casares para muela del juicio: ¡®la que sale en la edad viril¡¯, como si las mujeres no tuvieran¡±. Seg¨²n Mill¨¢s, criticar f¨®rmulas como los vascos y las vascas es caricaturizar un problema real: ¡°Desde que las mujeres tienen m¨¢s visibilidad hay un malestar en el lenguaje que antes no exist¨ªa. Cuando escribo me veo ante conflictos que hace veinte a?os no ten¨ªa¡±.
Maldita realidad
Dice Juan Jos¨¦ Mill¨¢s que a veces vas a hacer un reportaje y te vuelves con una novela. Puede que La mujer loca sea fruto de uno de esos viajes. El caso es que cada vez es m¨¢s borrosa la frontera entre el Mill¨¢s novelista y el reportero. Y el columnista. En 2011 Articuentos completos reuni¨® sus columnas menos pegadas a la actualidad. Aunque es, afirma, el h¨ªbrido entre art¨ªculo y cuento lo que m¨¢s le gusta escribir, ¨²ltimamente ha dejado a un lado sus "rarezas" para dedicarse a asuntos que no se resigna a ver como normales: "Es incre¨ªble el cinismo con el que los gobernantes tratan a los gobernados. La mentira se ha convertido en moneda corriente, niegan la evidencia. Esas agresiones son muy enloquecedoras y a la gente de mi generaci¨®n nos retrotrae a situaciones anteriores de negaci¨®n de la realidad. No me queda otra".
La necesidad de resolver conflictos nuevos ha llevado al escritor a introducirse en su propia novela como personaje y autor de un "Diario de la vejez de Mill¨¢s, un ser desdoblado en novelista y periodista al que todos quieren poner en su sitio. As¨ª, el pescadero fil¨®logo reconoce no haber le¨ªdo ning¨²n libro suyo porque prefiere los art¨ªculos. ¡°Gustas mucho a las mujeres¡±, le dice. "Y a los buzos", responde el escritor. El Mill¨¢s de carne y hueso reconoce que tambi¨¦n le pasa: ¡°Parece que est¨¢ mal visto hacer dos cosas a la vez¡±.
Pocas veces como en La mujer loca han estado tan cerca el reportero y el novelista. Su protagonista, Julia, vive en la habitaci¨®n que le alquila un hombre consagrado a cuidar de su mujer, a la que una enfermedad irreversible ha abocado a pedir la eutanasia. El Mill¨¢s imaginario entra en el libro porque el Mill¨¢s real public¨® el 5 de diciembre de 2010 un reportaje en El Pa¨ªs Semanal que relataba la muerte de Carlos Santos Velicia, un hombre de 66 a?os aquejado de un tumor incurable que se instal¨® en un hotel de Madrid para quitarse la vida. El escritor pas¨® la v¨ªspera con ¨¦l.
Desde que las mujeres tienen m¨¢s visibilidad hay un malestar en el lenguaje que antes no exist¨ªa. Cuando escribo me veo ante conflictos que hace veinte a?os no ten¨ªa¡±
Pese a haber escrito 16 novelas y cientos de p¨¢ginas de peri¨®dico, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s dice que no se ha repuesto de aquello: ¡°Es el reportaje m¨¢s duro que he hecho. Con las personas vivas sobre las que he escrito no tengo ninguna relaci¨®n, y con este, que est¨¢ muerto, mucha¡±. Santos se tom¨® el c¨®ctel autoliberador en compa?¨ªa de dos voluntarios de la asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente (DMD), de la que es socio el propio novelista: ¡°Yo no tuve valor para estar¡±, dice este. ¡°Me pidi¨® m¨¢s o menos que estuviera y no tuve valor. Se muri¨® a mediod¨ªa, como a las dos, despu¨¦s los voluntarios se fueron. A primera hora del d¨ªa siguiente, los de DMD avisaron para que la camarera no se encontrara con el susto. Desde las dos hasta que llamaron, solo cuatro o cinco personas sab¨ªamos que en un hotel hab¨ªa una persona muerta. Eso me produjo una turbaci¨®n enorme. Esa tarde fui a EL PA?S a hacer un chat y no pod¨ªa quitarme de la cabeza que yo era uno de los que lo sab¨ªa. No me he repuesto. Sigue ah¨ª, como un nudo que no he conseguido deshacer¡±.
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