El amor de Mortier por Espa?a
En Madrid, consciente de que era su ¨²ltimo proyecto, trat¨® de hacer una s¨ªntesis de su vida creadora, pero no acab¨® de plasmar lo que quer¨ªa
Lo que es el azar. Recibo la noticia del fallecimiento de Gerard Mortier en el mismo lugar donde tuve la ¨²ltima gran conversaci¨®n en vivo con ¨¦l. La sobremesa de aquel desayuno en un hotel de Bilbao dur¨® un par de horas. Riccardo Muti hab¨ªa dado una conferencia el d¨ªa anterior en la Universidad de Deusto dentro de las Semanas Verdi de ABAO. Hab¨ªa dirigido como despedida al p¨²blico asistente el?Va pensiero, de Verdi, y Mortier se hab¨ªa incorporado al coro. Muti, tan guas¨®n como acostumbra, estaba feliz. Gerard, en cualquier caso, hab¨ªa inaugurado estos ciclos hace 8 a?os, con una disertaci¨®n de fervor verdiano que hab¨ªa dejado boquiabierto al mism¨ªsimo Pierluigi Petrobelli, director entonces del Istituto di Studi Verdiani. De aquel ciclo inicial han fallecido ya Castilla del Pino, Petrobelli y Mortier. La vida pasa y a la muerte hay que mirarla de frente.
A Mortier le gustaba Bilbao. Desde el Guggenheim al Museo de Bellas Artes. Admiraba adem¨¢s al artista Agust¨ªn Ibarrola. Hab¨ªa visitado su caser¨ªo, claro, adem¨¢s del bosque pintado de Oma. Y tambi¨¦n las instalaciones en la naturaleza del artista vasco en Allariz (Orense) o los cubos de la memoria del puerto de Llanes (Asturias). De hecho le encarg¨® una instalaci¨®n de traviesas de ferrocarril en la cima de la monta?a de escoria de carb¨®n Halde Haniel, en Bottrop, en el coraz¨®n de la Cuenca del Ruhr, cuando se inaugur¨® en 2002 la Ruhr Triennale. Cant¨® el ya fallecido cantautor Imanol en el concierto de presentaci¨®n, y por all¨ª andaba un entusiasta Peter Sellars. A?os despu¨¦s Wim Wenders finalizar¨ªa su pel¨ªcula sobre Pina Bausch llevando a los bailarines de la compa?¨ªa a la instalaci¨®n de Ibarrola en Bottrop en una secuencia f¨ªlmica inolvidable. Mortier le sol¨ªa decir a Ibarrola que si hubiese nacido en Estados Unidos ser¨ªa una figura mundial del arte. No entend¨ªa por qu¨¦ en el Pais Vasco se le hac¨ªa tan poco caso.Tambi¨¦n llev¨® Mortier al Festival de Salzburgo, junto a La Fura dels Baus, al Orfe¨®n Donostiarra, en una memorable representaci¨®n de?La condenaci¨®n de Fausto, con escenograf¨ªa de Jaume Plensa. Mario Vargas Llosa aclam¨® el espect¨¢culo con un entusiasmo indescriptible.
Lo espa?ol le gustaba particularmente a Mortier. A Salzburgo llev¨® repetidas veces a Mar¨ªa Bayo o a Carlos ?lvarez. Y verane¨® muchos a?os en La Bobadilla, en Andaluc¨ªa. Su ¨²ltimo proyecto al frente del Teatro Real lo acogi¨® con enorme ilusi¨®n. Despu¨¦s no se adapt¨® al ambiente espa?ol de la manera que algunos dese¨¢bamos.
A finales de noviembre pasado, justamente el d¨ªa que Mortier cumpli¨® 70 a?os, di la conferencia inaugural en un curso de especializaci¨®n ¨®per¨ªstica en la Universidad de San Petersburgo y la titul¨¦ algo as¨ª como?Mortier, 70 a?os: un homenaje. Ya circulaban en la sala hojas de firmas solidarias condenando su expulsi¨®n absurda y cruel del teatro Real de Madrid. En cualquier caso, ilustr¨¦ la charla con varias escenas de The indian queen, de Purcell, con escenas corales de la ?pera de Perm. Los asistentes las recibieron con entusiasmo. Era seguramente el canto de cisne de su trabajo madrile?o, por mucho que despu¨¦s viniera?Brokeback mountain, de Wuorinen, con una repercusi¨®n medi¨¢tica verdaderamente espectacular.
Las cinco ¨²ltimas etapas de la carrera oper¨ªstica de Mortier tuvieron signos muy diferenciados. En La Monnanie de Bruselas, en la d¨¦cada de los ochenta, rejuveneci¨® hasta l¨ªmites insospechados la media de edad de los espectadores, revolucionando las puestas en escena de las ¨®peras con los trabajos de los Herrmann, Wernicke y otros. En Salzburgo, en la d¨¦cada de los noventa, puso patas arriba el modelo imperante de explotaci¨®n l¨ªrica, limitando el control de las casas discogr¨¢ficas y apostando por una visi¨®n creadora que en principio rompi¨® esquemas y despues acab¨® siendo aceptada hasta por sus detractores. En la Cuenca del Ruhr se encontr¨® con m¨¢s libertad creativa que en ning¨²n lugar y su imaginaci¨®n se dispar¨® con la complicidad de nuevos p¨²blicos y nuevos retos.En Par¨ªs los resultados art¨ªsticos fueron m¨¢s irregulares, pero con cotas art¨ªsticas de dif¨ªcil superaci¨®n.
En La Monnanie de Bruselas, en la d¨¦cada de los ochenta, rejuveneci¨® hasta l¨ªmites insospechados la media de edad de los espectadores
En Madrid, consciente de que era su ¨²ltimo proyecto, trat¨® de hacer una s¨ªntesis de su vida creadora, pero no acab¨® de plasmar lo que quer¨ªa. Su planteamiento de una apertura hacia Iberoam¨¦rica se qued¨® en agua de borrajas y su falta de complicidades con la sociedad espa?ola -al menos la que se relaciona con el teatro Real- era m¨¢s que evidente. Se fu¨¦, pues, y con su marcha ¡°algo en el alma se muere¡±. A m¨ª me contagi¨® el amor por la ¨®pera y me regal¨® su amistad. Le debo gratitud eterna. Justamente se ha ido un 9 de marzo, el mismo d¨ªa que nos abandon¨® hace 5 a?os Elisa Roche, una de las personas m¨¢s importantes y comprometidas de nuestro pa¨ªs en el ¨¢mbito educativo. Se han ido, s¨ª, pero se quedan gracias a su ejemplo profesional y moral. Mal que les pese a tanto tibur¨®n oportunista tan frecuente en el medio musical.
Babelia
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