Edgar Neville y su ¡°Isabelota¡±
Isabel Vigiola, secretaria durante 20 a?os del cineasta y escritor, rememora c¨®mo fue en lo ¨ªntimo el autor de 'El baile'
"A la derecha, se extend¨ªa la ancha llanura madrile?a, ya verde por el trigo que reto?aba; a lo lejos surg¨ªa, entre la niebla, la ermita del cerrillo de los ?ngeles; m¨¢s cerca, las dos filas de casas del barrio Pac¨ªfico, que iban a terminar en las barriadas del puente de Vallecas". Esta es lo que se ve desde los ventanales del 11? Izquierda del 10 de la calle Samaria (Madrid). Solo que ahora no hay trigo, las dos filas son muchas m¨¢s y la pradera madrile?a queda engullida por el paisaje urbano.
Neville sobre el proscenio
Reivindicar a Neville es una tarea que no solo se toma el reparto de la nueva versi¨®n de El baile, encabezado por Pepe Viyuela. Mar¨ªa Luisa Burguera, especialista en el teatro de Neville, que destaca sobre todo por El baile y La vida en un hilo, cree que hay que reivindicar a toda La Otra generaci¨®n del 27: "Fueron juzgado, como sus compa?eros, no por sus aportaciones est¨¦ticas sino por sus supuestas posiciones y en algunos casos convicciones pol¨ªticas. Creo que tal vez debiera llegar la hora de ser justos con estos autores".
Burguera coincide Bernardo S¨¢nchez, el adaptador de la nueva El baile, en que la obra no se mueve en par¨¢metros realistas: "El baile no es una obra concebida seg¨²n los c¨¢nones del realismo; lo que nos expresa es el tema del paso del tiempo, del eterno retorno y de la pervivencia del amor eterno; es una especie de versi¨®n modernizada del amor cort¨¦s del siglo XII; no tiene nada que ver con una lectura realista; est¨¢ sin duda fuera del tiempo; esa es su grandeza".
La cita es de Los panaderos de P¨ªo Baroja. Pero su transcripci¨®n a mano, enmarcada en dorado, es de Edgar Neville. Y el hogar en el que se encuentra, el de su "colaboradora, hija, hermana, prima y todo". Isabel Vigiola, viuda de Antonio Mingote, y memoria viva ¡ªen 40 tomos de diario que tambi¨¦n contienen buena parte de la vida privada del Madrid de alta alcurnia de las ¨²ltimas d¨¦cadas¡ª del cineasta, dramaturgo, pintor y fallido poeta Edgar Neville, pues fue su secretaria durante 20 a?os. Ahora que El baile vuelve a Madrid ¡ªen una remozada funci¨®n encabezada por Pepe Viyuela que Vigiola est¨¢ deseando ver ("?No me cuentes nada!") aunque con dudas de si funcionar¨¢ el trasladarla 50 a?os en el tiempo¡ª Vigiola no tiene problema en recordar c¨®mo era realmente Neville.
Cuando habla de Neville su rostro se ilumina y los ep¨ªtetos se suceden. Juerguista, ir¨®nico, vivaracho, pulcro, profundamente rom¨¢ntico, so?ador, infantil... Pero tambi¨¦n caprichoso, ni?o mimado y amante de las "maldades", que Vigiola registraba puntillosamente en sus diarios: "Siempre me preguntaba: ?Has apuntado eso? Porque luego le encantaba que le leyera y recordara sus maldades (r¨ªe). Recuerdo un viaje en coche con Conchita Montes (su amada de siempre, aunque nunca se casaran) en el que nos quedamos sin gasolina. Me toc¨® bajar a m¨ª a parar los coches. Despu¨¦s de un rato una familia se par¨® y nos ayud¨® a rellenar el dep¨®sito. Y Edgar no sal¨ªa del coche. Le dije: 'Edgar, por favor sal y dales las gracias. Han sido tan amables que hasta han vaciado la leche del ni?o para poder llenar el dep¨®sito'. '??La leche?!', me dijo, '?Y c¨®mo no me lo dijiste con lo que me gusta? Me la hubiera bebido yo".?
Leche como bebida ideal para comer, uno de sus mayores placeres. Pero Vigiola desmonta uno tras otro de los muchos t¨®picos sobre Neville. Nunca bebi¨® whisky, porque era abstemio. Aunque era glot¨®n, jam¨¢s llev¨® un bocata de chorizo en el bolsillo, como dijo de ¨¦l un escritor; primero porque era hombre pulcro, cuidado con su aspecto (a pesar de su man¨ªa de comerse los padrastros) y segundo porque el bocata no entraba en su gusto culinario, orientado a la cocina francesa. Y a pesar de haber sido atacado por su car¨¢cter conservador, tuvo sus problemas con Franco, aunque luchara de su bando en la Guerra Civil: "Una vez lo censuraron duramente por un art¨ªculo. 25.000 pesetas de la ¨¦poca de multa y dos a?os sin poder publicar". La frase en cuesti¨®n que lo conden¨®: "Y Dios, que en el fondo es bueno...".
Creando, Neville se dejaba llevar completamente por las musas. "Me lo dictaba todo de cabeza. Ten¨ªa una capacidad para inventar di¨¢logos graciosos, vivos, asombrosa. Sin pensarlo, en el momento". Neville, que hab¨ªa trabajado como diplom¨¢tico en la embajada de Washington y ten¨ªa f¨¢cil acceso (y pasi¨®n) por la tecnolog¨ªa punta, se compr¨® el primer magnet¨®fono de cinta. "La idea es que el se grabar¨ªa y luego yo lo escuchar¨ªa y lo pasar¨ªa. Pero acab¨® dej¨¢ndolo estar. Se dio cuenta de que teni¨¦ndome a m¨ª (o a cualquiera, que yo tuve la suerte de que congeniamos) pod¨ªa verme re¨ªr o llorar y pedirme la opini¨®n". Riendo y llorando con Neville se pas¨® Isabel Vigiola las cuatro ma?anas que le llev¨® a Neville crear El baile. Tras el dictado, que Vigiola mantiene en su transcripci¨®n original en un cuadernillo azul (tama?o Biblia de bolsillo), la dedicatoria en la primera p¨¢gina: "Para Isabelota, que se ri¨® conmigo en el primer acto, llor¨® conmigo en el segundo e hizo de todo en el tercero, mientras copiabas mi dictado. En recuerdo de estas cuatro ma?anas que bailamos como peones". Y firma: "Neville".
Edgar Neville por Edgar Neville
"Prefer¨ªa un capullo educado que una buena persona ordinaria¡±.
Un retazo de Edgar Neville (abuelo) en el recuerdo de Edgar Neville (nieto). Bi¨®logo de profesi¨®n, Conde de Berlanga como el dramaturgo, Neville nieto a¨²n era un chaval en sus 11 o 12 a?os en sus visitas a su abuelo a su mansi¨®n de Malib¨², en Marbella. "Cuando lo conoc¨ª era muy gordo. Pero gordo, gordo, de m¨¢s de 180 kilos. Recuerdo a su cocinera Tomasa, que le preparaba el cocido madrile?o y la cocina francesa que tanto le gustaba".
En su recuerdo de infancia le queda una an¨¦cdota de coche, como tantas que pas¨® Isabel Vigiola en su compa?¨ªa por ser un peligro al volante. "Ten¨ªa un Mercedes rojo, descapotable y me llev¨® varias veces en ¨¦l. Recuerdo un viaje de M¨¢laga a Marbella en el que se qued¨® dormido dos veces al volante. Menos mal que no hab¨ªa muchos coches en la ¨¦poca. Sino, nos hubi¨¦ramos matado".
Edgar Neville y Conchita Montes se asumen como inseparables. Por eso los ¨²ltimos a?os de Neville, en los que p¨²blicamente confes¨® su amor por una joven viuda unos 30 a?os menor que ella, parecen se?alarlo como traidor a ese amor. Pero Vigiola, ahora que Conchita Montes ya no est¨¢ y no cree hacer da?o a nadie, prefiere dejar claro lo que ella vio en su diaria convivencia con la pareja. "Yo creo que ¨¦l la am¨® m¨¢s y le dio m¨¢s. Su enamoramiento de los ¨²ltimos a?os no era nada, una cosa inocente, plat¨®nica, que lo llev¨® a escribir malos sonetos, pues ser poeta no se le daba bien. Pero hay an¨¦cdotas que demuestran hasta qu¨¦ punto la quer¨ªa. Le consigui¨® un papel para una pel¨ªcula renunciando a su sueldo, porque a ella no la quer¨ªan. Cuando se enter¨® de que un actor cobraba m¨¢s que ¨¦l, lo insult¨®, le dijo que no la valoraba y fue tremendamente injusta. Yo lo ve¨ªa todo y, como en el fondo soy mujer, quer¨ªa solt¨¢rselo: '?Que no te quer¨ªan!' Pero Neville me miraba, porque me conoc¨ªa, y me dej¨® claro que no dijera nada. Se trag¨® todo aquello sin replicarle nada. No creo que muchos hombres hicieran eso por su mujer".
Tantos a?os despu¨¦s, cuando se pone a pensar en El baile, Vigiola tiene claro que el destino de ese matrimonio con pata era el suyo. "Si no hubiera muerto, acabar¨ªa viviendo con Antonio y con nosotros. Ser¨ªa nuestro Juli¨¢n". Pero ella tambi¨¦n fue tercera joven y bella pata de Montes y Neville. "No lo hab¨ªa pensado nunca, pero es verdad. Y me gusta pensar que fue as¨ª".
Un hombre de cine
29 cr¨¦ditos como director y m¨¢s de 40 como guionista. Edgar Neville fue ante todo un hombre de cine. Su aprendizaje comenz¨® en Hollywood que lo fascinaba y que visit¨® aprovechando su trabajo en la embajada de Washington. De ah¨ª surgi¨® una amistad con un genio del siglo XX, nada menos que Charles Chaplin. Asisti¨® al rodaje de Luces de la ciudad y luego mantuvo correspondencia con el genio.
Todo ese aprendizaje en la meca del cine ciment¨® su larga carrera cinematogr¨¢fica, como indica Santiago Aguilar, experto en el cine de Neville y autor de?Edgar Neville: tres sainetes criminales: "Se encuentra conque los grandes estudios se est¨¢n transformando en factor¨ªas de pel¨ªculas habladas y el doblaje no existe. Neville trabaja en la Metro-Goldwyn-Mayer como adaptador y supervisa la versi¨®n espa?ola de El presidio (1930), una de las m¨¢s exitosas de aquellas operaciones no siempre afortunadas. All¨ª traba amistad con Harry d'Abbadie d'Arrast, antiguo ayudante de Chaplin, y se lo trae a Espa?a para rodar una versi¨®n triling¨¹e de El sombrero de tres picos, titulada en espa?ol La traviesa molinera (1935). Hoy est¨¢ perdida, pero todos los historiadores coinciden que fue uno de los t¨ªtulos m¨¢s notables del cine de la Rep¨²blica".
Para Aguilar, a pesar de la fama que goza su contribuci¨®n al cine fant¨¢stico espa?ol, La torre de los siete jorobados (1944), su mejor pel¨ªcula es la adaptaci¨®n de su obra de teatro La vida en un hilo: "Pero si hay que elegir una pel¨ªcula definitiva, la que da su talla como creador cinematogr¨¢fico, me quedo con La vida en un hilo (1945), una comedia screwball tambi¨¦n con ribetes fant¨¢sticos que resiste perfectamente la comparaci¨®n con las de Howard Hawks y Preston Sturges".
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