Khushwant Singh, el escritor de la partici¨®n de la India poscolonial
Su novela ¡®Tren a Pakist¨¢n¡¯ narr¨® el drama del subcontinente tras la independencia
¡°Aqu¨ª yace uno que no se ahorr¨® ni hombre ni Dios. No desperdicies tus l¨¢grimas en ¨¦l, era un cabr¨®n. Escribiendo cosas ofensivas que consideraba diversi¨®n. Gracias al Se?or que est¨¢ muerto, este hijo de la pistola¡±. Hab¨ªa escrito ya su propio epitafio Khushwant Singh, uno de los escritores y periodistas m¨¢s reconocidos en India, que muri¨® el jueves a los 99 a?os. ?l hubiera dicho que a los 100 porque siempre le gustaba agregarse un a?o.
Escribi¨® tantos libros que ni ¨¦l mismo recordaba cu¨¢ntos; los medios indios dicen que m¨¢s de 80. Tren a Pakist¨¢n es su novela m¨¢s le¨ªda y la que m¨¢s reconocimiento internacional le trajo. Es una referencia en la historia del subcontinente que habla de la Partici¨®n de India y Pakist¨¢n tras la independencia de los ingleses en 1947. ¡°La escrib¨ª por desilusi¨®n, por tristeza. No estaba de acuerdo con la teor¨ªa de las dos naciones, en la que los musulmanes y los hind¨²es ten¨ªan que vivir en diferentes pa¨ªses¡±, declar¨® en una entrevista en EL PA?S en 2011.
Todav¨ªa entonces hablaba con dolor de esa ¨¦poca en la que ¨¦l mismo tuvo que huir de Lahore, donde era abogado. Era lo mejor que pod¨ªa hacer: por su origen sij, m¨¢s cercano a los hinduistas, estar¨ªa mejor en India, seg¨²n le aconsejaron. Eso a pesar de que ¨¦l fuera un renegado de la religi¨®n y la mayor¨ªa de sus amigos fueran musulmanes. ¡°En la Partici¨®n casi 10 millones de personas tuvieron que emigrar y un mill¨®n murieron. No creo que el mundo haya visto un sufrimiento de esa magnitud¡±, dijo sentado en su sill¨®n favorito, en su majestuosa casa en el centro de Nueva Delhi.
Estaba ya disminuido y cansado por la edad, pero nunca dej¨® su mordaz sentido del humor y la irreverencia que lo identificaba. ¡°Siempre he dicho que no creo en el amor, sino en la lujuria. Es lo m¨¢s honesto¡±, asegur¨® con su vaso de whisky que se beb¨ªa, eso s¨ª, religiosamente cada atardecer. As¨ª, bebiendo whisky escoc¨¦s, es como lo recordar¨¢n sus amigos, seg¨²n los tuits que no han dejado de escribirse en su honor desde que su hijo anunci¨® su muerte, causada por problemas respiratorios. Muri¨® poco despu¨¦s de acabar un crucigrama.
Entre sus ¨²ltimos libros est¨¢ The Sunset Club (El club del atardecer), una historia de tres ancianos que se juntaban en Lodhi Garden para hablar de amor, sexo y deseo. Y apenas el a?o pasado public¨® Khushwantnama: The lesssons of my Life (Khushwantnama: las lecciones de mi vida) donde hablaba de c¨®mo vivi¨® intensamente y lo que aprendi¨® de eso.
Su columna Con malicia hacia todos era muy esperada por sus seguidores y aparec¨ªa en varios peri¨®dicos del pa¨ªs. Se levantaba a las cuatro de la ma?ana y la escrib¨ªa con un bol¨ªgrafo en una libreta. All¨ª se burlaba de todos, tambi¨¦n de s¨ª mismo. Su humor alcanzaba tambi¨¦n para eso.
Fue muy criticado por su apoyo a Indira Gandhi cuando impuso en 1975 el estado de emergencia. Pero en 1984 dio un rev¨¦s al Gobierno al devolver la prestigiosa condecoraci¨®n Padma Bhushan. Fue su forma de protestar por el asedio al Templo Dorado ¡ªm¨¢ximo centro religioso de los sijs¡ª que orden¨® Indira Gandhi que dej¨® centenares de muertos.
Tras la muerte, cientos de condolencias llegaron de toda India. Entre ellas las de Vikram Seth, que dio el adi¨®s a ¡°un escritor sin miedo, un hombre de gran disciplina, pero lleno de ganas de vivir. Un gran indio que representaba nuestros valores nacionales de afecci¨®n, tolerancia y comprensi¨®n. Y un verdadero amigo¡±. Al caer el sol se servir¨¢ un whisky menos en Nueva Delhi. Pero con otros muchos se brindar¨¢ en su memoria.
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