Un c¨®mico de c¨¢mara
Son tan pocos los comediantes actuales que intentan provocar la risa no con elementos de guion, sino de puesta en escena y montaje
Son tan pocos los comediantes actuales que intentan provocar la risa no con elementos de guion, sino de puesta en escena y montaje que, cuando alguien se sube al alambre de la pantomima puramente cinematogr¨¢fica, hay que aplaudirlo casi sin remedio, aunque los resultados no sean del todo satisfactorios. Es el caso del franc¨¦s Albert Dupontel, habitual actor (Irreversible, Dejad de quererme...) que, desde su debut en la direcci¨®n con la estramb¨®tica y nig¨¦rrima Bernie (1996), ha practicado una suerte de pel¨ªcula que aunaba desmadrada cr¨ªtica social, oscuro sentido del humor, cierta influencia del c¨®mic, de la vi?eta rompedora y del dibujo animado cl¨¢sico, y, sobre todo, un meritorio manejo de los elementos exclusivamente cinematogr¨¢ficos (grandes angulares, sonidos recurrentes, inclinaci¨®n de los planos, insertos, zooms...),con los que alcanzar la gloria de la carcajada sin apenas apuntes de texto.
9 MESES... ?DE CONDENA!
Direcci¨®n: Albert Dupontel.
Int¨¦rpretes: Sandrine Kiberlain, Albert Dupontel, Nicolas Mari¨¦, Philippe Uchan.
G¨¦nero: comedia. Francia, 2013.
Duraci¨®n: 82 minutos.
Todo lo anterior lo confirma, de un modo algo irregular, pero regocijante, en 9 meses... ?de condena!, con una desmadrada Sandrine Kiberlain, en el papel de una fr¨ªa e hiperprofesional juez de instrucci¨®n que, en su vida privada, no pasa de ser una tullida en materia amistosa, afectiva y sentimental. Dupontel no es Buster Keaton, ni Jacques Tati, ni Jerry Lewis; ni siquiera Jean-Pierre Jeunet, al que recuerda en sus m¨²ltiples ojos de pez visuales, pero de todos ellos apunta algo, salvando las distancias, sobre todo su atrevimiento, may¨²sculo, que pocas veces tiene freno. Solo por componer una secuencia de tentativa de aborto, heredera gamberra de aquella m¨ªtica de Que el cielo la juzgue (John M. Stahl, 1945), con la maravillosa desfachatez y, al tiempo, el exquisito tacto con los que lo hace, ya merece un buen gui?o, porque no es f¨¢cil resolver secuencias de este tipo.
Eso s¨ª, a pesar de un metraje muy escueto (poco m¨¢s de hora y cuarto de duraci¨®n), determinadas situaciones se alargan demasiado, como si Dupontel controlara mejor las ideas iniciales y los gags de apenas un segundo, esos que se resuelven con un corte de montaje o un plano de locura, casi de cartoon norteamericano, que el manejo total del tempo de la secuencia.
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