Poet¨®n ya viejo
Poqu¨ªsimo sabemos sobre las andanzas de Cervantes tras marcharse de Valladolid, a remolque de la Corte, en 1606
Poqu¨ªsimo sabemos sobre las andanzas de Cervantes tras marcharse de Valladolid, a remolque de la Corte, en 1606. Una de las cosas m¨¢s seguras es que en ese ¨²ltimo decenio de su vida, cuando se sent¨ªa un ¡°poet¨®n ya viejo¡±, al margen de las modas y modos literarios entonces en el candelero, intervino asiduamente en los trabajos y en los negocios de Francisco de Robles, su editor.
A principios de 1608, encontramos al novelista instalado a unas calles de su librer¨ªa (y a un tiro de piedra del convento de las Trinitarias), mientras el Quijote se reimprim¨ªa en el vecino obrador que hab¨ªa regentado Juan de la Cuesta y que ahora, ya sin ¨¦l, manten¨ªa ese r¨®tulo meramente como marca comercial. Cervantes realiz¨® para Robles peque?as tareas editoriales, como redactar dedicatorias a su nombre o preparar alg¨²n volumen de encargo generosamente financiado.
Pero Robles no era no solo editor (editor sobre todo de publicaciones oficiales, no de bellas letras): am¨¦n de ganar dinero con los libros, lo mov¨ªa activamente en censos, pr¨¦stamos, inversiones inmobiliarias... En todos esos trajines debi¨® de contar con la asistencia de Cervantes. En noviembre de 1607, nos consta que ¨¦ste le deb¨ªa 450 reales, ignoramos a cuenta de qu¨¦. Porque, superada la etapa de su servicio a la real Hacienda, ?c¨®mo se las compon¨ªa dos o tres a?os despu¨¦s del Quijote de 1605?
En los ¨²ltimos meses de la estancia en Valladolid, su hermana Andrea lo presentaba como ¡°hombre que escribe y trata negocios y que por su buena habilidad tiene amigos¡±. Conocemos a varios: no gentes de pluma, sino el especulador Sim¨®n M¨¦ndez, el asentista Agust¨ªn Ragio y el bala perdida de don Fernando de Toledo, hombres que negociaban en dinero, que se dedicaban a sacar dinero del dinero, o bien lo necesitaban contante y sonante, y a cuyo arrimo, concertando voluntades o cogiendo al vuelo las ocasiones de ensayar alguna especie de ¡®ingenier¨ªa financiera¡¯, Miguel esperar¨ªa obtener mayores o menores ingresos.
En Madrid, con el respaldo de los caudales de Robles, no le faltar¨ªan oportunidades de ejercitar las ma?as que le adivinamos en Valladolid. Era sabido que nuestro editor organizaba timbas y poco menos que ejerc¨ªa de garitero, y tampoco ah¨ª hubo de faltarle la colaboraci¨®n del escritor. Podemos imaginar la escena con otra que se refiere en unas memorias de cuando la Corte resid¨ªa junto al Pisuerga: los jugadores se est¨¢n dejando las cejas en la mesa y uno de ellos, en tono imperioso, se dirige a un mir¨®n y le ordena ¡°Cervantes, dadme la palmatoria¡±.
Para sus ¨²ltimos a?os, los documentos nos informan de sus trasiegos de casa en casa, de las vodevilescas peripecias de su hija Isabel de Saavedra, ciertas pistas nos permiten colegir sus vanas esperanzas de marchar a N¨¢poles con el Conde de Lemos. En el tel¨®n de fondo de su vida diaria adivinamos siempre la figura de Francisco de Robles. Y de su intimidad se nos trasluce el empe?o de avanzar por la v¨ªa de la perfecci¨®n religiosa, concretado en la adopci¨®n de la conducta y las formas de piedad reguladas por la Congregaci¨®n de los Esclavos del Sant¨ªsimo Sacramento (1609) y exigidas por el h¨¢bito de la Orden Tercera de San Francisco (1613).
El h¨¢bito que lo amortaj¨® para ser enterrado en las Trinitarias, donde hoy van a buscarse sus huesos con un despliegue de t¨¦cnicas y medios que acaso lo incitar¨ªan a reescribir el m¨¢s redondo de sus sonetos:
Apostar¨¦ que el ¨¢nima del muerto por gozar este sitio hoy ha dejado la gloria, donde vive eternamente.
Francisco Rico es fil¨®logo y acad¨¦mico de la Lengua. Ha preparado el texto cr¨ªtico y la edici¨®n de lectura m¨¢s difundida del Quijote.
Babelia
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