David Byrne sabe c¨®mo funciona la m¨²sica. ?Alguien sabe c¨®mo funciona ¨¦l?
El l¨ªder de Talking Heads habla del libro 'C¨®mo funciona la m¨²sica', en el que explica c¨®mo la tecnolog¨ªa y los negocios han alterado nuestro modo de crear y escuchar canciones
En su libro C¨®mo funciona la m¨²sica, David Byrne no cuenta que David Bowie le regal¨® un libro con los discursos de Fidel Castro ni que ¨¦l los leer¨ªa todos. No cuenta que Lou Reed le aconsej¨® no usar mangas cortas en sus conciertos porque consideraba que ten¨ªa demasiado pelo en los brazos. Menos a¨²n cuenta que Bob Dylan lo cit¨® en un cuarto de hotel donde le toc¨® una canci¨®n y le pidi¨® ideas para su videoclip, pero que al final no le har¨ªa caso. David Byrne, el se?or escoc¨¦s de pelo plateado que fue l¨ªder de Talking Heads, una de las bandas hist¨®ricas de la escena pospunk de Nueva York, no cuenta ninguna de estas historias en su ¨²ltimo libro, pero se r¨ªe cuando las recuerda en voz alta. En C¨®mo funciona la m¨²sica, un t¨ªtulo que suena a manual de instrucciones, Byrne va m¨¢s all¨¢: no solo escribe sobre c¨®mo la arquitectura, la tecnolog¨ªa y los negocios han alterado nuestro modo de crear y escuchar la m¨²sica, sino tambi¨¦n del mito del genio, la autenticidad simulada, la libertad y el pragmatismo y su propia autobiograf¨ªa de alien¨ªgena en escena. Una tarde invernal en las oficinas de Todo Mundo, el sello de sus discos, el cantante de?Psycho Killer viste un enterizo, uno de esos monos que les ponemos a los beb¨¦s pero en tama?o adulto, que ¨¦l luce como un pijama de trabajo cuya cremallera va desde los genitales hasta el cuello. David Byrne sabe c¨®mo funciona la m¨²sica, ?pero alguien sabe c¨®mo funciona David Byrne? Hace unos treinta a?os, la cr¨ªtica de The New Yorker Pauline Kael intent¨® explicarlo: ¡°Byrne tiene una cualidad ausente y desmembrada de ciencia ficci¨®n, y, aunque hay algo incomprensible y autista en ¨¦l, hace que el autismo sea divertido¡±. Hoy David Byrne es un hombre t¨ªmido e ir¨®nico que dice con frecuencia no s¨¦, tal vez, a veces, no s¨¦, m¨¢s o menos, wow y yeah. Byrne es un m¨²sico callado que se r¨ªe a carcajadas. Por ejemplo, de s¨ª mismo.
¡ªDicen que una buena canci¨®n ¡ªpienso en Psycho Killer¡ª es la que uno puede tararear.
¡ªS¨ª, m¨¢s o menos ¡ª se lo piensa Byrne¡ª . Tal vez no del todo, pero s¨ª una parte de ella.
Yo no pienso que mi escritura sea siempre buena. Incluso aunque fuese terrible, hay que seguir trabajando
Uno de sus fetiches ac¨²sticos, cuando se levanta de la cama por las ma?anas, es poner la tetera a hervir agua para su caf¨¦ y esperar con expectativa su silbido. Luego nunca lo escucha y se r¨ªe al contar que su hija tiene que preguntarle si ya apag¨® la tetera. En C¨®mo funciona la m¨²sica, Byrne cuenta que hace a?os le diagnosticaron una muy leve forma del s¨ªndrome de Asperger, una forma de autismo que en los ¨²ltimos a?os ha gozado de un malentendido prestigio. Los diagn¨®sticos p¨®stumos en genios carism¨¢ticos como Einstein o el pianista Glenn Gould sumados a las noticias de que famosos como Bill Gates o el cineasta Tim Burton tambi¨¦n sufren el s¨ªndrome de Asperger han producido una tendencia: el autodiagn¨®stico alegre. La Asociaci¨®n Estadounidense de Psiquiatr¨ªa lo acaba de retirar de su clasificaci¨®n de trastornos mentales, pero hay quienes insisten en ver estos casos de autismo como una caricatura: un c¨®ctel ch¨¦vere de inteligencia superior m¨¢s talento de hiperconcentraci¨®n m¨¢s incapacidad de tener amigos. Pero David Byrne, una de las estrellas m¨¢s t¨ªmidas del rock and pop, ha hecho de la colaboraci¨®n con otros artistas un estilo de vida ¡ªBrian Eno, Jonathan Demme, Celia Cruz, 10,000 Maniacs, Selena, Dave Eggers, Fat Boy Slim, Caetano Veloso, Arcade Fire, Saint Vincent, etc¨¦tera¡ª, hasta el punto de que una revista de m¨²sica lo acus¨® de ser capaz de colaborar con cualquiera a cambio de una bolsa de Doritos. Byrne, que no es adicto a los Doritos, sabe sonre¨ªr ante el sarcasmo.
Tambi¨¦n se r¨ªe con las cr¨ªticas de su hija.
Cuando ella naci¨®, hace m¨¢s o menos veinticinco a?os, Byrne se retir¨® de la escena por un buen tiempo.
Hoy ella trabaja joyas de cristal en una escuela de arte.
Esta ma?ana Byrne hizo un cover de una conocida canci¨®n de rap.
Y esta ma?ana se la cant¨® a ella.
¡ªPap¨¢, no suena como el rap: suena como una predicaci¨®n ¡ªle advirti¨®¡ª. Suena como a Iglesia.
Pap¨¢ se r¨ªe a carcajadas.
Esta tarde en Nueva York, David Byrne habla m¨¢s con las manos que con las palabras. En su oficina de Broadway hay estantes con sus discos, pel¨ªculas y libros. Hay tambi¨¦n bicicletas, maquetas para ense?ar biolog¨ªa y un globo terr¨¢queo. Hace unos a?os, Byrne se dio vueltas por ese globo y se volvi¨® un astronauta de la World Music, una etiqueta que ¨¦l detesta, para fundar el sello Luaka Bop. Desde su radar nos hizo canturrear al sudafricano Jim White, a los venezolanos Los Amigos Invisibles, a las congolesas de Zap Mama, al brasile?o Tom Z¨¦ o a la peruana Susana Baca. Esta tarde, sobre su cabeza blanca, hay un cuadro con una fotograf¨ªa que parece un cerebro, pero que, si se observa con atenci¨®n, es un cuadro con tres fotograf¨ªas mutantes: un coral, una coliflor y una empanada de papa. ¡°En lo que respecta a nuestro cerebro¡±, advierte Byrne en su libro, ¡°lo verdadero es a menudo falso¡±. Un cap¨ªtulo de ¨¦l se titula La tecnolog¨ªa da forma a la m¨²sica. En Byrne, la ¨²ltima tecnolog¨ªa sigue siendo su curiosidad.
Aunque es m¨¢s recordado como el exl¨ªder de Talking Heads, el ya sexagenario Byrne ha actuado en los ¨²ltimos a?os con la energ¨ªa de un chico listo y bueno para todo: despu¨¦s de ganar un Oscar junto al japon¨¦s Ryuichi Sakamoto por la banda sonora de El ¨²ltimo emperador, filma un documental sobre la influencia del candombl¨¦ en la cultura brasile?a, compone con el dj ingl¨¦s Fat Boy Slim una ¨®pera sobre la ex primera dama filipina Imelda Marcos, dise?a esculturales paraderos de bicicletas en forma de un signo de d¨®lar para Wall Street o de guitarra para el hipster Williamsburg, dibuja un libro con sus ideas en forma de ¨¢rboles de palabras que van desde las ra¨ªces de la filosof¨ªa hasta lo ef¨ªmero de los besos; escribe un diario donde discute de planificaci¨®n urbana en m¨¢s de siete ciudades del mundo por donde pase¨® en bicicleta; convierte un edificio de Nueva York en una gigantesca caja musical de vigas, columnas y ca?er¨ªas; o firma el pr¨®logo del libro The best american infographics. En tiempos en que la tecnolog¨ªa permite que la curiosidad sea lo m¨¢s f¨¢cil del mundo, David Byrne ha convertido la vulgar expresi¨®n qu¨¦ interesante en un lujo. El lujo de elegir qu¨¦ quiere seguir aprendiendo.
¡°Siempre me sorprende conocer a m¨²sicos que no son curiosos¡±, dice delante de una ventana. Que dicen ¡°yo hago esto y no me interesa otra cosa¡±.
La tecnolog¨ªa ha inundado de m¨²sica el mundo. Ahora el silencio es la rareza por la que pagamos
¡ª?Hay buenos m¨²sicos que no son curiosos?
¡ªS¨ª, asiente. Eso es posible.
Cuando est¨¢ callado ¡ªsu estado natural¡ª el rostro de Byrne luce como una piedra concentrada y el pelo color plata le brilla en forma de planes para el futuro. En C¨®mo funciona la m¨²sica, el t¨ªmido act¨²a de pregunt¨®n. ?C¨®mo sonaba la m¨²sica prehist¨®rica? ?Estamos dejando de cantar y silbar porque ya los profesionales cantan y tocan directamente en nuestros o¨ªdos? ?Deber¨ªa una grabaci¨®n tratar de representar la realidad lo m¨¢s fielmente posible sin adiciones, coloraci¨®n o interferencias? ?O son las inherentes distorsiones s¨®nicas un arte en s¨ª mismo? Y si en un pa¨ªs imaginario un hipot¨¦tico rey prefiriese la m¨²sica house a Mozart, ?le dar¨ªa esto alto estatus a las raves? ?No promov¨ªa Hitler la m¨²sica cl¨¢sica? ?Ha acabado Internet con la m¨²sica grabada? ?Har¨ªa yo m¨²sica si nadie me escuchara? En su libro, el talking heads a quien recordamos metido en un enorme traje blanco se prueba dis¨ªmiles trajes de historiador o ingeniero ac¨²stico o coach de negocios para contarnos c¨®mo la m¨²sica llega a hacernos vibrar. Byrne, que alguna vez se qued¨® dormido en un concierto de Led Zeppelin, explica c¨®mo la tecnolog¨ªa de grabaci¨®n cambi¨® para siempre nuestra forma de escuchar canciones. ¡°La tecnolog¨ªa tambi¨¦n ha inundado de m¨²sica el mundo¡±, escribe. ¡°Antes ten¨ªamos que pagar por la m¨²sica o deb¨ªamos hacerla nosotros mismos: tocarla, escucharla y experimentarla era una experiencia rara y especial. Ahora el silencio es la rareza por la que pagamos y saboreamos¡±. Por las tardes, luego de revisar sus correos electr¨®nicos, Byrne se aparta del ordenador y del tel¨¦fono para buscar silencio. En su libro hay una fotograf¨ªa que exhibe el desorden de su estudio casero.
¡ªEs un desastre, sentencia.
Uno de los lugares comunes sobre el genio es un escritorio desordenado.
¡ª?C¨®mo explica el desorden de su estudio?
¡ªEl escenario donde tocas tiene que ser perfecto, pero resulta que el lugar donde creas la m¨²sica es un l¨ªo. A veces he intentado organizarlo, se excusa Byrne. Pero todo vuelve a lo mismo.
El zurdo que toca la guitarra con la diestra deslinda sobre la teor¨ªa del caos.
¡ªExiste el temor de que, si haces todo demasiado limpio, no tienes inspiraci¨®n. ?Y no es cierto!
Hace muchos a?os, recuerda Byrne, en una ¨¦poca que ten¨ªa algunos problemas con su vida, fue a ver a un psiquiatra. Luego tuvo miedo: crey¨® que recuperarse le har¨ªa perder su capacidad de crear.
¡ªPorque qu¨¦ tal si todo se tratara de mis problemas, dice. Y que toda mi expresi¨®n fuese una necesidad psicol¨®gica de lidiar con mis problemas personales.
Los problemas personales de David Byrne.
Podr¨ªa ser el t¨ªtulo para una pel¨ªcula de David Lynch.
¡ªY no era as¨ª, concluye. Es el miedo natural a creer que la dificultad y los problemas son la fuente de la creatividad. Y no es verdad.
Hace un tiempo, en busca de disciplina mental, Byrne les pregunt¨® a unos amigos c¨®mo lograban concentrarse en su trabajo. El escritor Dave Eggers, editor de C¨®mo funciona la m¨²sica, le dijo que hab¨ªa tomado la medida radical de desconectar Internet en su casa. ¡°Cuando ¨¦l quiere ver sus correos¡±, cuenta Byrne, ¡°tiene que manejar hasta el parqueadero de un supermercado y all¨ª los lee. Solo as¨ª consigue escribir¡±. Hoy el m¨²sico admite tener el mismo problema que Eggers.
Siempre me sorprende conocer a m¨²sicos que no son curiosos
El hombre a quien Lou Reed le advirti¨® que ten¨ªa demasiados pelos en los brazos lleva un viejo reloj Casio en su mu?eca.
Es de color blanco y, aunque ¨¦l lleva m¨¢s de una hora sin mirarlo, uno tiene la impresi¨®n de que ya lo ha inspeccionado por dentro.
El ¨²ltimo libro de Byrne fue un acto de concentraci¨®n de a?os. No da lecciones: divulga. Escribe sobre toda clase de m¨²sicos: desde Bach hasta Beyonc¨¦, desde el Sistema de Orquestas de Venezuela hasta Radiohead, desde John Cage hasta p¨¢jaros cantando. C¨®mo funciona la m¨²sica incluye una multitud de invitados de otros gremios. Astr¨®nomos: Kepler y Cop¨¦rnico. Fil¨®sofos: Plat¨®n y Kant. Matem¨¢ticos: Pit¨¢goras. Inventores: Edison. Artistas: Picasso, Duchamp, Warhol. Cr¨ªticos de m¨²sica: Theodor Adorno y Alex Ross. Escritores: Borges, Calvino, J.?G. Ballard. Economistas: Keynes. Ling¨¹istas: Chomsky. Paleont¨®logos: Stephen Jay Gould. Psic¨®logos cognitivos: Steven Pinker. Neur¨®logos: Oliver Sacks. Y una legi¨®n de etc¨¦teras. Byrne, el hijo de un ingeniero el¨¦ctrico, no puede desenchufarse de la escritura. Ahora dedica todas sus tardes a escribir canciones para una obra teatral. Nunca sufre de bloqueo de escritor.
¡ªYo no pienso que mi escritura sea siempre buena, explica. Incluso aunque fuese terrible, hay que seguir trabajando.
Byrne no aprecia la m¨²sica desde el mito rom¨¢ntico del genio solitario.
Prefiere la incesante b¨²squeda de los amateurs.
¡ªA veces fracasan, admite. Pero siempre est¨¢n evolucionando.
Cada ma?ana David Byrne evoluciona pedaleando una bicicleta desde su departamento hasta su oficina en Manhattan. Es una ruta que empieza en la Calle Veintitr¨¦s, por un carril exclusivo para ciclistas al lado del r¨ªo Hudson, y que acaba en la avenida de Broadway. Durante media hora, se desconecta del mundo con unos aud¨ªfonos en sus orejas. ¡°Me da curiosidad saber si los m¨²sicos est¨¢n empezando a adaptar y a escribir una m¨²sica que suene realmente bien en los diminutos auriculares que usamos todo el tiempo¡±, dice en su oficina. ¡°Es una nueva forma de escuchar, una muy privada¡±. En cada viaje, el m¨²sico escucha cinco o seis canciones.
¡ªEsta ma?ana me vine escuchando una canci¨®n del nuevo ¨¢lbum de Beck, dice Byrne. Quer¨ªa saber qu¨¦ clase de sonidos est¨¢ usando.
Hace a?os, cuando era un joven estudiante de Arte y a¨²n no exist¨ªan los Talking Heads ni los aud¨ªfonos de hoy, vio el mejor concierto de su vida hasta entonces: Brown. James Brown. El cantante de I feel good no par¨® de bailar toda la noche en una coreograf¨ªa que el futuro m¨²sico crey¨® de nivel estratosf¨¦rico. A?os despu¨¦s el escoc¨¦s m¨¢s afrolatino del mundo har¨ªa con Celia Cruz el dueto Loco de amor, y coleccionar¨ªa viejos discos de salsa. Bailaba con ellos en apartamentos alquilados y habitaciones de hotel. ¡°No me sab¨ªa los pasos¡±, dice Byrne, ¡°pero nadie miraba¡±. En Musicofilia, el neur¨®logo Oliver Sacks recuerda que el Che Guevara pod¨ªa bailarse un mambo mientras la orquesta tocaba un tango: era un sordo del ritmo. M¨¢s o menos como Freud.
¡ª?Freud tambi¨¦n?, pregunta, incr¨¦dulo, Byrne.
¡ªNo le interesaba la m¨²sica, asent¨ª.
¡ªTal vez eso explique el modo en que se enfocaban en lo suyo. La obsesi¨®n de Freud para enfocarse en lo sexual, o del Che en continuar la revoluci¨®n. La m¨²sica seduce o distrae.
¡ªBailar ¡ªle recuerdo¡ª nunca se llev¨® tan bien con la revoluci¨®n.
¡ª?Pero deber¨ªa! ¡ªreclama Byrne¡ª. ?Deber¨ªa! No s¨¦ qui¨¦n dijo: ¡°Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tu revoluci¨®n¡±.
La frase es de Emma Goldman, una gran anarquista nacida en Lituania y que era arrestada despu¨¦s de sus conferencias. Fue deportada de Estados Unidos a Rusia. A David Byrne, en cambio, solo le pidieron abandonar el coro del colegio cuando era un ni?o. La versi¨®n m¨¢s difundida es que fue por su extrema timidez, pero ¨¦l no descarta que haya sido por cantar desafinado. La estrella m¨¢s canosa de rock, un m¨²sico que se siente tan cerca de James Brown como lejos de Beethoven, no cree tanto en la ¨®pera ni en los museos como en la libertad de la calle. No cree que la m¨²sica del presente sea mejor que la del pasado. No cree que haya m¨²sicos mejores que otros. David Byrne solo cree en los revolucionarios que saben bailar.
C¨®mo funciona la m¨²sica. David Byrne. Traducci¨®n de Marc Viaplana. Literatura Random House. Barcelona, 2014. 384 p¨¢ginas. 24,90 euros.
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