Damon Albarn demuestra que sigue en la cima en el festival SOS 4.8 de Murcia
El brit¨¢nico ofrece un distinguido concierto en la segunda noche del evento murciano en el que brillaron Phoenix y Pet Shop Boys
Armado con un repertorio ajeno a la jarana, no lo ten¨ªa f¨¢cil Damon Albarn para ganarse el favor mayoritario de un festival que volvi¨® a rebasar los 35.000 espectadores de afluencia. La ocasi¨®n lo merec¨ªa, porque pocas veces ha tenido el SOS un cartel como el del s¨¢bado noche. Y porque era la ¨²nica escala hispana del brit¨¢nico, por primera vez con un ¨¢lbum a su nombre. Y aunque lo cierto es que ese punto intermedio entre el dub humeante, la nostalgia posvictoriana y la melancol¨ªa de un pasado sin servidumbres tecnol¨®gicas (en el que se encuentra ahora el exBlur) no va sobrado de explosividad, s¨ª se las apa?a para ganarse el cr¨¦dito y la atenci¨®n de un p¨²blico que se congracia con el trayecto de un m¨²sico siempre hambriento, tan reacio a posar para la foto fija como sobrado de clase. Y no solo por el porte trajeado que luci¨® toda la noche, a prueba de espasmos.
El Zelig del pop brit¨¢nico puede seguir siendo ese chico que, de cuando en cuando, recupera los d¨ªas de vino y rosas del brit pop en ceremonias nost¨¢lgicas al frente de la versi¨®n m¨¢s obvia de Blur. Pero es tambi¨¦n el inquieto explorador del legado multicultural de su terru?o, proyectado anoche hacia el cielo de Murcia a trav¨¦s del temario de Gorillaz, de The Good, The Bad & The Queen o los Blur m¨¢s crepusculares, en un perfecto ejercicio de coherencia. De los primeros, recuper¨® la inquietante Kids With Guns o esa El Ma?ana con la que se dio el primer ba?o de masas, y que su banda ataj¨® cuando ¨¦l mismo demandaba (deben ser cosas del temprano rodaje) un desarrollo m¨¢s largo. De los segundos, la bulliciosa Kingdom of Doom. Y de los terceros, una desarmante Out Of Time (solo y sentado al piano), la peleona All Your Life y la eclosi¨®n g¨®spel final, coro incluido, de Tender. Y aunque no cuente ahora con la presencia ic¨®nica de un Paul Simonon (The Clash) al bajo, o con la polirritmia con pedigr¨ª afrobeat de Tony Allen, dispone de una estupenda cuadrilla de subalternos con los que desgran¨® (porque de eso se trataba, sobre todo) los argumentos neblinosos del recient¨ªsimo Everyday Robots, como Lonely Press Play, Photographs, Heavy Seas Of Love o esa Mr. Tembo que es la ¨²nica invitaci¨®n a la algarab¨ªa. El ¨¢lbum es excepcional, aunque algo refractario al clima hedonista de estas citas. Y tiene much¨ªsimo margen de crecimiento sobre el escenario. Tiempo al tiempo.
Aunque Albarn no va sobrado de explosividad, se las apa?a para ganarse el cr¨¦dito y la atenci¨®n del p¨²blico
La jornada hab¨ªa comenzado con el escape de azufre que siempre emana de cualquier bolo de los gallegos Tri¨¢ngulo de Amor Bizarro, algo difuminado en un recinto tan vasto. Y hab¨ªa continuado en otro escenario con unos apabullantes Le¨®n Benavente, a quienes solo pudimos cazar al vuelo de su remate final (Todos contra todos, La palabra y Ser brigada). La culpa la ten¨ªan los mismos que hab¨ªan incrementado las apreturas hasta el extremo un poco antes en el escenario principal: los galos Phoenix, quienes deber¨ªan patentar su f¨®rmula como medicamento euforizante, no apto para consumo en forma de gen¨¦rico a trav¨¦s de terceros. Por algo su propuesta es (junto a la de los Two Door Cinema Club del primer ¨¢lbum) la que m¨¢s clones depara en esa suerte de rock bailable que parece ideado para grandes audiencias. Y ellos siguen prolongando su idilio con los festivales de nuestro pa¨ªs. Un simple aceler¨®n (Entertainment, Lasso y Lisztomania) les bast¨® para poner a todo el mundo a reventar suelas en diez minutos, pero supieron zafarse del exceso de placeres sint¨¦ticos recuperando el cimbreo funk de If I Ever Feel Better o el reprise guitarrero de Consolation Prizes. Se ganan al personal por aplastamiento, pero hay que reconocer que resultan, en casi todo momento, irresistibles.
Otros que tienen muy claro el sentido del espect¨¢culo son Pet Shop Boys, aunque la escenograf¨ªa de su actual show no tenga la exuberancia de su gira de hace cuatro a?os, seguramente la mejor que completaron desde finales de los noventa. Cuentan tambi¨¦n con su mejor ¨¢lbum en lustros, el arrebatadoramente bailable Electric, pero de ¨¦l apenas dejaron caer Fluorescence y una torrencial Vocal, a modo de remate final. Pero siguen delegando en hits como Suburbia, Domino Dancing, West End Girls o Go West (y otros menos obvios, como el I¡¯m Not Scared que compusieron para Patsy Kensit y sus Eighth Wonder) conciertos como el de anoche, jalonados por vestuarios imposibles, coreograf¨ªas milimetradas y el imperial Neil Tennant ejerciendo de irreprochable maestro de ceremonias. Con el alt¨ªsimo porcentaje de melod¨ªas memorables que siempre manejan en escena, consiguen que casi todo el mundo se olvide del mecanicismo que tambi¨¦n irradian.
Ante tal panorama, el piloto autom¨¢tico que desde hace tiempo llevan activado Fangoria (no exento de alguna deuda con ellos) se antojaba como la continuaci¨®n m¨¢s l¨®gica, en una noche que rematar¨ªa Erol Alkan. El SOS 4.8, que hab¨ªa comenzado el viernes con The Strypes, The Prodigy o The Kooks (y que se perfila hace a?os como el pistoletazo de salida de las grandes citas al aire libre en nuestro pa¨ªs) sigue creciendo. Y de una forma m¨¢s que saludable.
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