Viajando en el sill¨®n volador
La llegada del verano favorece la publicaci¨®n de libros de viajes y lejanos destinos

Se huele el verano. Y quien m¨¢s (los que creen que pronto ver¨¢n los brotes verdes), quien menos (la inmensa mayor¨ªa sufridora), ya est¨¢ haciendo planes para poner tierra de por medio y largarse a respirar otros aires, aunque sean pocos d¨ªas y en el pueblo de los abuelos. Los expertos afirman que el turismo interior se recupera lentamente y que este verano aumentar¨¢n las salidas al extranjero (y no me refiero a los j¨®venes emigrantes econ¨®micos). Los editores, acostumbrados a olfatear las menores variaciones del Zeitgeist, empiezan a enviar a las librer¨ªas reediciones de sus gu¨ªas tur¨ªsticas y todo tipo de relatos de viaje y travelogues, una categor¨ªa del ensayo literario claramente en alza que apunta, como objetivo comercial, al sector de lectorado m¨¢s aburrido de la sobreabundancia de narratividad m¨¢s o menos clonada. Alrededor de mi sill¨®n de orejas, convertido en artefacto metaf¨®ricamente volador que me transporta a lejanos destinos, tengo tres libros que valoro con diferente baremo y que hojeo (y ojeo: depende) cuando me asaltan mis cada vez m¨¢s agudos ataques de melancol¨ªa. Javier Reverte, uno de nuestros m¨¢s conspicuos viajeros, vuelve en Canta Irlanda (Plaza & Jan¨¦s) a utilizar su engrasada f¨®rmula de invitar al lector a acompa?arle en un viaje (y esta vez al alcance de la mano) mientras le gui?a el ojo con multitud de referencias y an¨¦cdotas cinematogr¨¢ficas, literarias, hist¨®ricas, mitol¨®gicas y last but not least, personales. India, de Chantal Maillard (Pre-Textos) es m¨¢s que un travelogue: se trata de una especie de destilado libro de notas sedentarias elaborado con muy diversos materiales (incluyendo diarios, poemas, cartas, ensayos y narraciones) y construido, como personal palimpsesto, a lo largo de un cuarto de siglo; un libro magn¨ªfico en el que la historia sentimental e intelectual de la autora se confunde con la de un subcontinente en transformaci¨®n en el que conviven ancestrales modos de vida junto a las m¨¢s brutales manifestaciones de capitalismo globalizado. Pero mi preferido es Am¨¦rica (tambi¨¦n Pre-Textos), de Rudyard Kipling, que recoge el relato y las reflexiones del entonces joven escritor angloindio durante su periplo por EE?UU, y en los que expresa la fascinaci¨®n que sobre ¨¦l ejerci¨® esa mezcla de lo familiar con lo extra?o (Freud pensaba que esos eran los ingredientes de lo siniestro) que le asaltaba por doquier: la mujer americana, la religiosidad, los prejuicios pol¨ªticos, el poder de la opini¨®n publicada y la violencia son algunos de los motivos en los que se explaya. Menci¨®n aparte merece ese estupendo cap¨ªtulo final en el que Kipling visita a Mark Twain en Elmira, Nueva York (hace unos a?os visit¨¦ all¨ª su estudio y dej¨¦ caer un cardo sobre su tumba), y en el que se incluye una entrevista en la que el genial (pero cascarrabias) padre de Huckleberry Finn expresa sin pelos en la lengua sus opiniones sobre la moral de sus editores y sobre los derechos de autor (a los que ¡°habr¨ªa que hacer iguales en todo a la propiedad inmobiliaria¡±, una opini¨®n que agradar¨ªa a Javier Mar¨ªas). Tres libros que tambi¨¦n sirven para viajar desde el sill¨®n.
Principesco
En todo caso, este a?o se presenta ins¨®lito en lo que se refiere a destinos tur¨ªsticos antes no considerados por los espa?oles. Ah¨ª tienen, por ejemplo, Uruguay, que en mi lista de lugares por visitar no figuraba entre los primeros (Onetti, el m¨¢s ilustre uruguayo que he conocido, descansa para siempre en el cementerio de la Almudena de Madrid). Bueno, pues ahora, con la valiente regularizaci¨®n del comercio de la marihuana (que se vender¨¢ a 0,70 c¨¦ntimos de euro el gramo), ya no tarareo aquella magn¨ªfica tonada surrealista del maestro Ortiz de Villajos, hijo ilustre de Almer¨ªa, que rezaba: ¡°Al Uruguay, guay, ya no voy, voy,?/ porque temo naufragar¡±. Es m¨¢s, no me extra?ar¨ªa que la patria de, entre otros grandes escritores, Horacio Quiroga, Felisberto Hern¨¢ndez, Idea Vilari?o, Mario Benedetti, Cristina Peri Rossi y Rafael Courtoisie (sin olvidarme de mi adorado Conde de Lautr¨¦amont), se convirtiera en el destino preferido de muchos mochileros amantes del psicotr¨®pico m¨¢s universalmente utilizado. ?Y qu¨¦ me dicen de Ceuta, elevada a la categor¨ªa de destino de moda gracias a El Pr¨ªncipe, la m¨¢s exportable serie televisiva de fabricaci¨®n propia? El antiguo enclave, perd¨®n, ciudad aut¨®noma, es el escenario (no siempre) de ese espectacular culebr¨®n de amor, drogas y violencia, con CNI y yihadistas, dise?ado al mil¨ªmetro por Aitor Gabilondo y C¨¦sar Ben¨ªtez, y que ha conseguido la audiencia m¨¢s cautiva (cerca de cinco millones) de los ¨²ltimos a?os, algo que confiere cierta aura de prestigio a una cadena c¨¦lebre por su elevada facturaci¨®n semanal de basura. Unos datos de audiencia que los audaces desnudos de la bell¨ªsima Hiba Abouk (F¨¢tima) y de los macizones ?lex Gonz¨¢lez (Morey) y Rub¨¦n Cortada (Faruq) prometen pulverizar al alza en la ¨²ltima entrega de la serie. No ignoro que algunos caballas ¡ªeste apelativo coloquial, en mi opini¨®n incorrecto, que se aplica a los ceut¨ªes ya est¨¢ recogido en el DRAE¡ª piensan que la imagen que se ofrece de la barriada de El Pr¨ªncipe no es buena, pero lo cierto es que la ciudad (con sus casitas pintadas de colores y su promesa de exotismo controlado) aparece, en conjunto, casi tan idealizada como la dulce Salisbury que pint¨® Constable. El viejo tema de los amores contrariados, a cargo esta vez de la F¨¢tima Capuleto y del Morey Montesco vuelve a demostrar su eterna eficacia narrativa: ¡°?Por qu¨¦ el amor, tan dulce en apariencia, es, si se prueba, tan ¨¢spero y tirano?¡± (Romeo y Julieta, I, I). Y Ceuta, la ciudad del ultrajado traidor don Juli¨¢n, imprevista y multi¨¦tnica perla tingitana, con sus murallas merin¨ªes, sus fosos navegables, su paseo mar¨ªtimo de dise?o, aparece ante muchos como atractivo destino fronterizo, por m¨¢s que en ella existan terribles bolsas de pobreza y exclusi¨®n. Por lo dem¨¢s, as¨ª como la naturaleza plagia al arte, la edici¨®n copia una vez m¨¢s a la tele: Suma de Letras pone a la venta esta misma semana la novelizaci¨®n de El Pr¨ªncipe a cargo de Salva Rubio. Y es que los editores est¨¢n a la que salta.
Romanticismos
A ver si esto les suena a otra movida reciente. La concentraci¨®n sigue adelante: el megagrupo de comunicaci¨®n canadiense Torstar (propietario del Toronto Star) acaba de vender (300 millones de euros) su sello editorial Harlequin, el m¨¢s importante del mundo en literatura rom¨¢ntica, a News Corporation, el imperio editorial y de contenidos del magnate Rupert Murdoch, que lo integrar¨¢ en el negociado de HarperCollins. Seg¨²n los antiguos propietarios, Torstar ha vendido Harlequin (cuya facturaci¨®n del a?o pasado fue superior a los 260 millones de euros) para cubrir deudas y focalizar esfuerzos en otras ramas del negocio. En todo caso, uno de los segmentos de edici¨®n que m¨¢s se venden en formato e-book (y, consiguientemente, m¨¢s se piratean) es, precisamente, el de la literatura rom¨¢ntica. Y es que las chicas aman las tabletas (y no solo las de chocolate) con aut¨¦ntica pasi¨®n. Y Murdoch, viejo zorro, lo sabe.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.