Locos por las ruinas
Exposiciones, pel¨ªculas, ensayos y proyectos de grandes fot¨®grafos coinciden en indagar en la fascinaci¨®n de la cultura contempor¨¢nea por los escombros
Hay quien lo llama Ruinenlust. La lengua alemana, que tiene palabras para todo concepto imaginable, dispone de esta noci¨®n para describir la fascinaci¨®n ¡ªlim¨ªtrofe con la lujuria¡ª que nuestra cultura experimenta ante las ruinas, escombros y dem¨¢s s¨ªntomas de decadencia y ca¨ªda. Formar¨ªan parte de ella los templos grecorromanos, los restos de ciudades destruidas por explosiones volc¨¢nicas y las catedrales damnificadas por bombardeos ¡ªcomo la iglesia del Kaiser Guillermo, convertida en parada imprescindible del circuito tur¨ªstico en Berl¨ªn¡ª. Son los seductores tent¨¢culos de la poderosa est¨¦tica de la destrucci¨®n.
?Por qu¨¦ nos fascinan las ruinas? Una exposici¨®n en la Tate Britain de Londres indaga en su significado cultural a lo largo y ancho de la historia. Se titula Ruin lust. A trav¨¦s de obras de J.M.W Turner, John Martin, Paul Nash, Patrick Caulfield, Rachel Whiteread o Tacita Dean, la muestra recorre las relaciones entre el arte y la definici¨®n cambiante de la ruina.
Aparecidos en el imaginario art¨ªstico en el Renacimiento, los escombros no se convertir¨¢n en aut¨¦ntica obsesi¨®n hasta el siglo XVIII, durante la emergencia de un fuerte sentimiento de la nostalgia por un para¨ªso perdido y emplazado en un pasado irrecuperable. Ser¨ªa el siglo de Fuselli, Constable y Piranesi, autor de una impresionante estampa que resum¨ªa el deterioro del Coliseo romano. Un siglo m¨¢s tarde, Turner y John Martin tomaron el testigo con sus panor¨¢micas apocal¨ªpticas de atardeceres rojizos y representaciones de los m¨¢s tremebundos pasajes b¨ªblicos. Parec¨ªan sostener que toda civilizaci¨®n, por muy poderosa que parezca, terminar¨¢ convirti¨¦ndose en pura ruina. Los escombros reaparecieron durante las dos guerras mundiales, cuando los artistas vieron c¨®mo la arquitectura de ciudades como Londres, Hamburgo, Dresde, Rotterdam, Varsovia o Stalingrado se convert¨ªan en ceniza de la noche a la ma?ana. La ruina ya no era un objeto conservado pese al transcurso de los siglos, sino un producto inmediato de las bombas.
El comisario de la muestra es el cr¨ªtico Brian Dillon, fundador de la revista Parkett y estudioso del tema desde hace a?os. ¡°Las ruinas son un recordatorio de la realidad universal del colapso y la putrefacci¨®n, un aviso llegado desde el pasado sobre el destino de nuestra civilizaci¨®n, un ideal de belleza que resulta atractivo precisamente por sus defectos y fallos, un monumento a los ca¨ªdos en una guerra antigua o reciente, la imagen precisa del exceso econ¨®mico y el declive industrial¡±, apunta. Adem¨¢s de recorrer su acepci¨®n m¨¢s cl¨¢sica, la muestra brilla al describir la evoluci¨®n del concepto durante el ¨²ltimo siglo, cuando la ruina se erigi¨® en recordatorio del genocidio y del trauma hist¨®rico, reflejado por el trabajo de las hermanas Jane y Louise Wilson, integrantes de la generaci¨®n de los Young British Artists, que fotografiaron los b¨²nqueres nazis que han sobrevivido en la costa normanda.
A medida que pasaban las d¨¦cadas, la representaci¨®n de los escombros arquitect¨®nicos termin¨® por reflejar los sue?os rotos de nuestra civilizaci¨®n. Las ruinas del siglo pasado tienen el aspecto de minas inservibles, dep¨®sitos de agua enmohecidos y tanques de gas abandonados. El matrimonio formado por Bernd y Hilla Becher estableci¨® un esforzado inventario de los equipamientos que el supuesto progreso iba dejando fuera de servicio. D¨¦cadas m¨¢s tarde, Tacita Dean orquest¨® una sugestiva instalaci¨®n, recogida por la muestra londinense, sobre la ¨²ltima f¨¢brica Kodak que cerr¨® en territorio franc¨¦s, a partir de im¨¢genes rodadas con las ¨²ltimas cintas de pel¨ªcula producidas por sus trabajadores. Al otro lado del Atl¨¢ntico, Richard Wilson emprend¨ªa un trabajo parecido en Nueva Jersey, estado industrial enfrentado a un declive inexorable, decretando que Passaic, localidad que concentraba f¨¢bricas cerradas y otros detritos posindustriales, terminar¨ªa por sustituir a Roma como ¡°nueva ciudad eterna¡±.
La Tate Britain dedica la muestra ¡®Ruin lust¡¯ al fen¨®meno
La tesis m¨¢s novedosa de la muestra consiste en sostener que las ruinas de hoy est¨¢n relacionadas con la quiebra del Estado del bienestar. Por ejemplo, el trabajo del fot¨®grafo Jon Savage sobre los barrios semidesiertos del este londinense, repletos de viviendas de protecci¨®n oficial en estado catastr¨®fico, simbolizan el fracaso del proyecto de reconstrucci¨®n de la posguerra brit¨¢nica. ¡°Esta obsesi¨®n contempor¨¢nea por las ruinas esconde una nostalgia por una ¨¦poca anterior que todav¨ªa no hab¨ªa perdido su capacidad para imaginar otros futuros¡±, afirma el acad¨¦mico Andreas Huyssen, profesor en Columbia y especialista en la noci¨®n de temporalidad, que abord¨® el asunto en su ensayo Modernismo despu¨¦s de la posmodernidad.
Las ruinas no han desaparecido del clima cultural. Lo demuestra la comercializaci¨®n de la ruina en tiempos de ¡°turbocapitalismo¡±, tomando prestado el t¨¦rmino de Huyssen, que alude a las puestas en escena oper¨ªsticas en templos romanos saneados o la instalaci¨®n de museos en antiguas centrales el¨¦ctricas. Podr¨ªamos a?adir la serie fotogr¨¢fica de Joel Meyerowitz sobre la Zona Cero o la fascinaci¨®n que despiertan las im¨¢genes de la decadencia industrial de Detroit ¡ª¡°bella y horrible¡±, como resumi¨® el semanario Time al comentar el exitoso trabajo de Yves Marchand y Romain Meffre sobre la capital industrial estadounidense¡ª, que reflejar¨ªa tambi¨¦n un supuesto ocaso del actual sistema econ¨®mico. Tampoco es ajena a ¨¦l la nueva ¨¦poca dorada del cine apocal¨ªptico y postapocal¨ªptico, a trav¨¦s de pel¨ªculas ubicadas en un futuro cercano que profetizan sobre el lugar al que nos conducir¨¢n las derivas de la sociedad actual. La saga Los juegos del hambre y la reci¨¦n estrenada Divergente, que empieza con im¨¢genes de los rascacielos de Chicago en situaci¨®n ruinosa, se enmarcan en ese terreno.
La obsesi¨®n comenz¨® en el siglo XVIII con Constable, Fuselli y Piranesi
El arte contempor¨¢neo no queda al margen de la fascinaci¨®n m¨®rbida por la decadencia, alimentada por la fantas¨ªa masoquista de la destrucci¨®n total, como demuestra la obra de Dominique Gonz¨¢lez-Foerster, Jeremy Deller o Cyprien Gaillard. Lara Almarcegui tambi¨¦n ha trabajado repetidamente con el escombro y la ruina como materia prima. ¡°Me interesan las historias alternativas que cuentan, siempre distintas a la versi¨®n oficial, a la voluntad del arquitecto que construy¨® el edificio y a las autoridades que lo encargaron¡±, asegura la artista zaragozana, que represent¨® a Espa?a en la pasada Bienal de Venecia, donde present¨® una monta?a de ladrillo interpretable como un r¨¦quiem por la industria de la construcci¨®n patria.
Entre tejas desgastadas y l¨¢minas de hojalata oxidadas, Hiroshi Sugimoto paseaba hace unos d¨ªas por su nueva exposici¨®n en el Palais de Tokyo parisino, titulada Aujourd'hui, le monde est mort (¡°Hoy el mundo ha muerto¡±). En ella, el fot¨®grafo japon¨¦s presenta treinta escenarios distintos para un apocalipsis inminente. ¡°Los griegos, los romanos y los incas nos dejaron su herencia y sus templos. Me pregunt¨® qu¨¦ dejar¨ªamos nosotros si todo termina ma?ana¡±, nos aclaraba entre un pu?ado de objetos destartalados, s¨ªmbolo del escaso valor que otorga a nuestra escu¨¢lida herencia. En el ¨²ltimo pasillo, un panel recog¨ªa esta inscripci¨®n: ¡°4.600 millones de a?os han transcurrido desde la creaci¨®n del Sistema Solar. Desde ese punto de vista, los 7.000 a?os que ha durado la civilizaci¨®n humana no representan nada m¨¢s que un breve instante¡±.
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