El Greco en Toledo
Philip-Lorca Dicorcia, Vik Muniz o Shirin Neshat, cada uno a su modo, han rele¨ªdo en Toledo a su m¨¢s ilustre habitante, El Greco
Se vaya donde se vaya las colas lo ocupan todo. La ciudad, siempre poblada, ha redoblado las visitas en este a?o de conmemoraciones. Por eso, paseando por Toledo un s¨¢bado por la tarde cualquiera, cuesta a veces saber si la cola pertenece a una exposici¨®n o si por el contrario es la entrada a un local de moda o un botell¨®n callejero. Al final los turistas se mezclan con las gentes del lugar en un juego que recuerda mucho al cruce de culturas de hace siglos, esos a?os en que Espa?a, antes de volverse inquisitorial, era un pa¨ªs multicultural avant la lettre.
Una segunda mirada desvela las diferencias y los camuflajes. Muchos llevan un mapa en la mano y nadie es capaz de ayudar a desentra?ar un destino misterioso hasta el cual no consigue guiar el GPS del m¨®vil porque en las callejuelas angostas y empinadas no llega la se?al. Ya est¨¢. El farmac¨¦utico explica con eficacia el camino a seguir, mientras otros turistas, con la botella de agua en la mano, buscan su meta entre los innumerables vericuetos.
Despu¨¦s, inesperadamente, la tarde se va escapando y regresan las luces de El Greco, esa especie de cielos rotos y bellos, a r¨¢fagas, con algo de tramoya, de eterno anuncio de tormenta. Va cayendo la noche, por fin, y Toledo se hace oscuro, inexpugnable: cada cosa vuelve a un lugar de origen remoto que impregna la magn¨ªfica ciudad, cruce de culturas y ¨¦pocas, que se vac¨ªa y se silencia como un cuento ¡ªno, un presagio m¨¢s bien¡ª.
Es la fascinaci¨®n de los grecos en Toledo, ese remedo de cielos en la realidad y el lienzo, sin terminar de entender ¡ªo no del todo¡ª qui¨¦n persigue a qui¨¦n; qui¨¦n corre tras las huellas de qui¨¦n. Tal vez por esta redundancia fascinante una extra?a emoci¨®n invade al turista atento, que ha venido a ver la gran exposici¨®n de El Greco y sus lugares, los retazos de su historia, y que termina por completar el viaje con otras exposiciones que planean sobre la memoria del gran artista.
Y la emoci¨®n ocurre de golpe al tropezarse con el conjunto de ocho polaroids, Con almuerzo incluido, de Philip-Lorca Dicorcia, una obra que ha capturado esos cielos y esa atm¨®sfera del modo imponente en el cual el fot¨®grafo rapta el mundo. La obra es quiz¨¢s, en apariencia, la m¨¢s modesta de la exposici¨®n Toledo Contempor¨¢nea, comisariada por Elena Ochoa Foster e instalada en la antigua iglesia de San Marcos. All¨ª est¨¢ a un lado, sola, en un espacio blanco que contrasta con el negro de la sala. El efecto al entrar es realmente impactante: un espacio apenas iluminado por las cajas de fot¨®grafos como Vik Muniz o Shirin Neshat quienes, cada uno a su modo, han rele¨ªdo a su m¨¢s ilustre habitante, El Greco. Y presidiendo el espacio, casi un retablo de altar mayor, la obra fabulosa de Michal Rovner, con personajes que van y vienen apresurados ¡ªalusiones al mencionado cruce de culturas¡ª, infinito movimiento que abruma y seduce y recuerda a ese exceso de las obras de El Greco, en las cuales las capas de actores del drama sacro se acumulan y casi se anulan. Es curiosa la enorme espiritualidad que se respira en este montaje donde se vislumbra algo de la ciudad a oscuras, vac¨ªa de visitantes, en la cual se vuelven a repensar el transcurso y los acontecimientos. Es, de hecho, la misma espiritualidad de Toledo que a veces se camufla tras el deambular de los turistas, pero que envuelve sus calles y sus cielos rasgados, de eterna tormenta, los que pintaba El Greco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.