Los poetas no ten¨ªan raz¨®n
El historiador Max Hastings critica la idea de que la Gran Guerra fue una masacre innecesaria
Nos recibe con una pila de ejemplares de su ¨²ltimo libro bajo el brazo y apremiado ante su cita en la National Portrait Gallery, uno m¨¢s entre el sinf¨ªn de actos que reclaman estos d¨ªas la voz del historiador Max Hastings en el marco del centenario del estallido de la Gran Guerra. Hace tiempo que se traslad¨® a vivir a la campi?a de Berkshire, pero los ecos de su obra 1914, el a?o de la cat¨¢strofe (publicado en Espa?a por Cr¨ªtica) los programas para la BBC o los art¨ªculos que siguen nutriendo su faceta period¨ªstica le fuerzan a mantener un pie en Londres. El rinc¨®n del autor en este piso de su barrio de Fulham queda reducido a una mesa con un ordenador en una esquina del sal¨®n, un entorno de estilo burgu¨¦s y plagado de fotograf¨ªas familiares que a primera vista invitar¨ªa m¨¢s a sentarse a tomar el t¨¦ que a trabajar.
¡°Escribo mejor en mi estudio del campo, pero puedo hacerlo en cualquier parte¡±, explica el antiguo corresponsal curtido en tantas guerras, desde Vietnam hasta las Malvinas, sobre este espacio en el que recala una vez por semana y del que aprecia su proximidad a los archivos nacionales. All¨ª est¨¢ su verdadero h¨¢bitat. ¡°Cuanto m¨¢s viejo me hago [naci¨® en Londres en 1945], m¨¢s lo disfruto, no hay d¨ªa en que no me sienta fascinado¡± ante esos registros de la historia que han nutrido sus t¨ªtulos sobre campa?as militares y que en su juventud desbarataron la noci¨®n de que la guerra solo versaba sobre batallas y soldados, en pro de un enfoque en el factor humano.
¡°Empec¨¦ a escribir libros llevado por esa pasi¨®n y por la curiosidad sobre qu¨¦ preguntas se planteaba el lector¡±, resume el otrora editor del Daily Telegraph y del Evening Standard y hoy reconocido como uno de los grandes especialistas en la II Guerra Mundial, de la que, dice, los brit¨¢nicos ¡°tienen una idea muy patri¨®tica¡± en contraste con su percepci¨®n negativa del conflicto que desangrara Europa cinco lustros antes. Su primera incursi¨®n en las trincheras de la Gran Guerra intenta confrontar lo que define como ¡°la perspectiva de los poetas¡±, la noci¨®n de que fue una masacre innecesaria y de que los brit¨¢nicos deb¨ªan haberse mantenido al margen. La victoria del Kaiserreich, cuyas ambiciones territoriales equipara a las de la Alemania de Hitler, ¡°habr¨ªa sido un desastre para la democracia¡±.
A pesar de la tradicional desafecci¨®n de Reino Unido hacia ¡°el continente¡± ¡ªque ¨¦l no comparte porque ¡°si nuestra vida en Europa es dif¨ªcil, m¨¢s lo ser¨ªa estando fuera¡±¡ª Hastings cree que la era de la globalizaci¨®n ha fulminado entre sus pares la idea de que la ¡°historia la hacemos los brit¨¢nicos¡±: ¡°Hace 30 a?os no hubiera podido vender en mi pa¨ªs un libro que dedica dos cap¨ªtulos a la Serbia de 1914 o que describe las enormes p¨¦rdidas que sufrieron los franceses¡±. Considera que los l¨ªderes de entonces ¡°no eran m¨¢s est¨²pidos que los de ahora¡± y que las guerras ¡°antes se utilizaban como instrumento de la pol¨ªtica y hoy se hacen por dinero¡±. Al historiador londinense no le gusta abandonar su entorno rural, pero alienta sus escapadas a la ciudad con una nueva inmersi¨®n en los archivos para preparar una obra sobre los servicios de inteligencia en la II Guerra Mundial. En esa misi¨®n, sir Max minimiza su prestigio, convencido de que ¡°eres tan bueno como tu ¨²ltimo libro¡±.
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