Flotats vuelve al TNC
El actor y director presenta una refinada versi¨®n de 'El juego del amor y del azar', de Marivaux
Para su regreso al Teatro Nacional de Catalu?a (enhorabuena a quien corresponda), Josep Maria Flotats ha elegido dirigir la comedia m¨¢s popular de Marivaux, Le jeu de l¡¯amour et du hasard (1730), en muy cuidada versi¨®n catalana de Salvador Oliva. Por su sofisticaci¨®n, su complejidad y su refinamiento verbal, Marivaux podr¨ªa ser el megatatarabuelo de Rohmer. Voltaire escribi¨® que ¡°pesaba los sentimientos en balanzas de telara?a¡±, una forma de decir, un poco a contrapelo, que era un dramaturgo sutil y minucioso. Su obra hace pensar en los dameros racinianos en clave de comedia amenazada: todo podr¨ªa virar a tragedia en un instante, por un s¨ª o por un no, y acabar en duelo o muerte pasional. Esa impronta, que viene de Shakespeare, se cuece en la retorta iluminista de la raz¨®n. Para Marivaux, el amor es un trastorno que puede llevar al caos pero tambi¨¦n al autoconocimiento, y su estrategia, quintaesencialmente teatral, es el juego de m¨¢scaras como posible camino hacia la verdad.
Ezio Frigerio ha levantado una bella escenograf¨ªa que expresa con sencillez esa tensi¨®n, mezclando ¨¢rboles ¡°reales¡± con su representaci¨®n: el trompe l¡¯oeil, al fondo, de un tel¨®n pintado que reproduce un jard¨ªn dieciochesco. Son espl¨¦ndidos tambi¨¦n el vestuario de Franca Squarciapino y la luz verde p¨¢lido de Albert Faura, como si atravesara, al alba, un dosel de niebla y hojas tiernas, reci¨¦n brotadas.
El juego del amor y del azar traza un enredo al cuadrado. Org¨®n quiere que su hija Silvia se case con Dorante, hijo de un viejo amigo. Silvia se resiste, y para conocerle propone un trueque de roles con su criada Lisette. Pero Dorante ha tenido la misma idea, y llega como criado, bajo el nombre de Bourguignon, mientras que Arlequ¨ªn, su sirviente, ocupa su lugar. Org¨®n y su hijo Mario conocen ambas argucias, pero deciden limitarse a observar, por diversi¨®n, por ense?anza o por crueldad secreta, a los cuatro j¨®venes, que viven la sorpresa y el trastorno de encontrarse amando a quienes creen que no les han sido destinados.
Hay en Silvia y Dorante, escindidos entre el anhelo de verdad y el ropaje de la convenci¨®n, un miedo grande a saltar m¨¢s all¨¢ del lenguaje de sal¨®n y declararse mutuamente su amor. Silvia es tal vez el personaje m¨¢s complicado y con m¨¢s recovecos: veleidosa, atormentada porque le atrae un presunto criado, siente un ansia creciente de poder sobre ¨¦l, que se revelar¨¢ en el magistral pasaje del alejamiento. Vicky Luengo la interpreta con una singular mezcla de elegancia y energ¨ªa cruda, desma?ada, que la hace veros¨ªmil como ama y como sirvienta a un tiempo. No sigue el clich¨¦ de coqueta mudable y encantadora; se arriesga a parecer abrupta y antip¨¢tica, y traza muy bien las sacudidas de la duda y el desconcierto. Su voz y su gestualidad todav¨ªa tienen, en mi opini¨®n, crispaciones innecesarias, pero defiende con fuerza y valent¨ªa su dif¨ªcil rol: es una actriz muy interesante y con personalidad, que dar¨¢ que hablar. Bernat Quintana, notable Cristi¨¢n en el Cyrano de Broggi, es un Dorante sobrio que exhala nobleza; obviamente, tambi¨¦n avanza enmascarado, y el actor sabe mostrar tambi¨¦n ese lado inseguro y calculador. Me record¨® a un joven Didier Sandre o a un joven Ramon Madaula.
Para Marivaux, el amor es un trastorno que puede llevar al caos, pero tambi¨¦n al autonococimiento
Org¨®n es ?lex Casanovas, un actor que ha llegado a cotas muy altas (su inolvidable Mitch en el Tranv¨ªa de Mario Gas) pero que aqu¨ª me ha parecido un poco blando, con gui?os c¨®mplices de caracter¨ªstico a la antigua. Casanovas da con acierto el lado juguet¨®n y ani?ado del padre, as¨ª como su aspecto comprensivo y tolerante, aunque dir¨ªa que hay en el Org¨®n original un sustrato malicioso y fr¨ªo, de entom¨®logo de los sentimientos, que, como apuntaba al principio, roza la crueldad (su negativa a interrumpir el juego podr¨ªa anticipar el sadismo de La disputa) y que no acaba de aflorar en escena, o tal vez se desliza hacia Mario (Enric Cambray), cuya relaci¨®n con su hermana Silvia deja entrever m¨¢s de un claroscuro.
Lisette es Mar Ulldemolins, perfecta para el rol de soubrette. Tiene toda la picard¨ªa, toda la gracia y todos los matices del personaje, y parece nacida para llevar peluca Pompadour. El conflicto de Lisette al enamorarse del falso Dorante es doble: de clase (es un presunto se?or y ella una sirvienta), pero tambi¨¦n de afecto por Silvia, pues teme robarle a su prometido. Lisette lo va solventando con alegr¨ªa y buen juicio, pero Ulldemolins tiene un tercer problema: lograr convencernos de que su personaje se siente atra¨ªdo por el Arlequ¨ªn/Dorante enojoso y pasado de vueltas que ofrece Rub¨¦n de Egu¨ªa, un actor habitualmente vivaz y firme.
Es cierto que los arlequines de Marivaux tienen a veces un lado turbio, grosero y depredador (habitualmente concentrado en Trivelin, que es, por as¨ª decirlo, la figura del arlequ¨ªn adulto, ya cruzado con Scapin y Brighella), y parece claro que Flotats quiere rendir homenaje a la comedia del arte, pero creo que darle esa clave de farsa desaforada lo acerca demasiado a un demente, perdiendo humanidad e inter¨¦s. Hay algo admirable en el Arlequ¨ªn del texto, cuando al final le dice a Lisette: ¡°Cambiar de nombre no te ha hecho cambiar de cara, y sabes muy bien que nos hemos prometido fidelidad pese a todas las faltas de ortograf¨ªa¡±, y esa altura de esp¨ªritu casa mal con el trazo grueso de su dibujo anterior. Del mismo modo, tiene el montaje una melancol¨ªa final que me parece un poco impostada, y que Flotats siembra desde el principio con el ritornello (en versi¨®n solista, coral e instrumental) de Plaisir d¡¯amour, que evoca la brevedad de la pasi¨®n y la persistencia de la pena, como si intentara con ello una suerte de clausura shakespereana,</CF> cuando los amores de Silvia, Dorante, Lisette y Arlequ¨ªn parecen m¨¢s perdurables de lo que se quiere sugerir. Con las pegas apuntadas, del espect¨¢culo brilla su vocaci¨®n de claridad, tanto de tonos como de movimientos. A ratos hay ca¨ªdas de tensi¨®n y de ritmo, pero el clasicismo del conjunto y el esforzado trabajo de sus tres protagonistas sigue acreditando a un gran hombre de teatro. Pienso tambi¨¦n que es una pieza de c¨¢mara, como casi todo Marivaux, y quiz¨¢s le hubiera convenido m¨¢s la sala peque?a del Nacional, con una mayor cercan¨ªa del espectador.
El joc de l¡¯amor i de l'atzar (El juego del amor y del azar). De Pierre Marivaux. Versi¨®n de Salvador Oliva. Director: Josep Maria Flotats. Int¨¦rpretes: Enric Cambray, ?lex Casanovas, Rub¨¨n de Eguia, Guillem Gefaell, Vicky Luengo, Bernat Quintana y Mar Ulldemolins. Teatro Nacional de Catalu?a. Barcelona. Hasta el 22 de junio.
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