Ivo Pogorelich: ¡°Cada nota de Beethoven contiene un enigma¡±
El pianista regresa a Espa?a para actuar este domingo en el festival 'Ciudad de ?beda'
El tempo de Ivo Pogorelich (Belgrado, 1958) no se encuentra en los relojes convencionales. Tampoco muchas veces en las partituras que ejecuta ante el p¨²blico, aunque se las plante delante de los ojos y aparezca acompa?ado de alguien que le pasa las p¨¢ginas. Su medida tiene algo de ensimismada, de reconcentrada intensidad. Puede llegar a ser muuuy lento, desesperadamente trabado, uno no sabe bien si por voluntad provocadora o ansia de diferenciaci¨®n permanente. Marca su regla en la vida y en su carrera desde que salt¨® a la fama por no ganar el concurso Chopin de 1980 con el consiguiente esc¨¢ndalo y la retirada del jurado de Martha Argerich en su apoyo.
Su visi¨®n de los Cuatro scherzi de Chopin (1998) le ha llevado a las controversias m¨¢s tensas con el p¨²blico.
Desde entonces, como un cruzado, tiende a apartarse y a lanzarse a la yugular del mundo en que se desenvuelve, incontrolablemente rebelde, bastante altivo, aunque un d¨ªa su lanza fuera la de un veintea?ero y la v¨ªctima de sus exabruptos Herbert von Karajan, a quien puso a caldo en vida y dej¨® plantado en una grabaci¨®n porque el director no quiso ensayar lo que Pogorelich consideraba necesario.
Su h¨¢bitat es el de las estirpes quiz¨¢ hoy poco visibles ante el gran p¨²blico, pero de cierto pedigr¨ª en su mundo, el de las ramas y las conexiones que le emparentan art¨ªsticamente con lo legendario. ¡°Yo soy el s¨¦ptimo heredero de la escuela de Beethoven y el quinto de Liszt¡±. Quiere decir que de los disc¨ªpulos a quienes ambos genios alumbraron, ¨¦l ha ido heredando, generaci¨®n a generaci¨®n, algo de lo que ellos directamente ense?aron. Tampoco le importa que esas estirpes hoy no signifiquen nada ante el empuje, por ejemplo, de pianistas chinos: ¡°Ellos no est¨¢n emparentados con esas escuelas, pero la m¨²sica china es muy rica. Lo que tambi¨¦n tienen es un culo bien grande para aguantar 14 horas al d¨ªa practicando¡±.
Chopin, Ravel y Prok¨®fiev (1983). Un disco esencial por sus tres maneras de analizar el virtuosismo en distintos estilos la gravedad de la muerte en la sonata n¨²mero 2 de Chopin, una cierta ligereza francesa en Ravel y la contundencia a veces desesperada de Prokofiev.
Escuch¨¢ndole el mi¨¦rcoles en el Auditorio Nacional de Madrid ¡ªdonde actu¨® dentro del ciclo Juventudes Musicales con un programa enteramente consagrado a Beethoven¡ª no son pocos los que, aunque arrebatados por su contundente discurso original incluso despistados ante su desprecio al mal llamado virtuosismo, captaron su obsesiva manera de entroncar al m¨²sico alem¨¢n fuera de la medida de cualquier ¨¦poca. Pero tampoco son menos quienes quedaron convencidos de que don Ludwig le hubiese tirado su propia partitura a la cara. ¡°Bueno¡±, comenta Pogorelich en un bien matizado espa?ol, ¡°cada nota de este autor es un enigma¡¡±.
Pero no la vida de Pogorelich, croata por elecci¨®n tras el desmembramiento de su pa¨ªs. Si en Madrid eligi¨® tocar seg¨²n qu¨¦ obras ¡ªla sonata Pat¨¦tica, el Rondo a capriccio, la N¨²mero 22 en fa menor, Op. 54, la Apassionata (n¨²mero 23) y la N¨²mero 24 Op. 78¡ª fue porque parte de su biograf¨ªa y sus cuentas pendientes se encuentran esparcidas entre esas notas. ¡°Cuando ten¨ªa nueve a?os, un profesor me oblig¨® a aprender la Pat¨¦tica para el examen final. Yo me negu¨¦, me sent¨ª incapaz de afrontar semejante cumbre, aquella catedral. Era virgen musicalmente, inocente, incapaz de entender el alcance de esa obra que si lleg¨® a ser revolucionara fue porque en su tiempo supuso todo un impacto que un m¨²sico expresara tanto de su yo m¨¢s ¨ªntimo en una pieza¡±.
La historia del Rondo a capriccio tiene tinte de reto. ¡°Entonces ten¨ªa 12 a?os y el profesor me dijo que esa pieza no era para m¨ª, que deb¨ªa elegir cosas m¨¢s rom¨¢nticas. No comprend¨ªan que en ella, Beethoven, con sentido del humor, lo que esconde es una rabia tremenda ante lo que le rodea. Pero son tan perezosos en sus visiones que no ahondan y se muestran incapaces de analizar lo que hay dentro¡±.
Bach / Scarlatti(1996). El barroco oscuro de Pogorelich queda patente en este emparejamiento de lujo.
Entre tanto roce y desencuentro de quien se empieza a saber distinto y a mostrar distante ante un ambiente demasiado agobiante ¡ªbien fuera en su anta?o Yugoslavia natal, como en la Rusia donde se form¨® en los conservatorios, ¡°llena de chivatos y gente que vigilaba¡±¡ª, apareci¨® ella¡
Ella era Alizia Kezeradze. Su maestra, 21 a?os mayor que ¨¦l. Terminaron cas¨¢ndose. ¡°?Que c¨®mo era? Nobil¨ªsima, riqu¨ªsima, de antigua estirpe, con la sangre de milenios, como si se hubiera presentado ante m¨ª una reina de Mesopotamia, hija de un pr¨ªncipe, muy bella, audaz, con una s¨®lida formaci¨®n excepcional, ten¨ªa la capacidad de percepci¨®n y disecci¨®n de un rayo l¨¢ser. Fue una de esas historias que se dan en las novelas decimon¨®nicas o proustianas, un honor haber compartido mi vida con ella¡±.
?l ten¨ªa 16 a?os; ella 37. ¡°Todo el mundo sab¨ªa, comentaba, m¨¢s con aquella vigilancia. A los 22 decid¨ª que deb¨ªamos casarnos, arreglar nuestra situaci¨®n ante la sociedad porque corr¨ªamos el riesgo de que destruyeran nuestra historia. La edad no significa gran cosa cuando la vida te ofrece una experiencia as¨ª. Son cosas dif¨ªciles de creer, algo muy elevado, que se da con la l¨®gica de lo m¨ªstico, lo inexplicable¡±.
¡°La gente dice que estuve 14 a?os inactivo, eso es exagerar¡±
Muri¨® en 1996 tras una penosa enfermedad que oblig¨® a Pogorelich a padecer en silencio y a afrontar con cara de fachada el drama para ocultarlo. En resumen, a mentir, algo contrario a su din¨¢mica, a su naturaleza abruptamente sincera, expansiva, sin caretas. Sus altibajos han sido frecuentes despu¨¦s. Con retiradas incluidas como la del a?o 2000. ¡°Aunque han llegado a decir que estuve 14 a?os inactivo, eso es exagerar¡±. Pero la leyenda del pianista solitario, anacoreta, crec¨ªa quiz¨¢ avivada por sus reservas a grabar discos, por ejemplo. ¡°Un disco es como la leche en polvo, se le quita el agua para llevarla de un sitio a otro y luego se le a?ade otra que lo desvirt¨²a. Una grabaci¨®n est¨¢ hecha de esa misma falsedad: sacas de su ambiente a la m¨²sica y la reproduces en otro lugar. La interpretaci¨®n debe ser en vivo, para m¨ª, aunque por otra parte, no todo el mundo puede disfrutarlo y en ese sentido puede ser ¨²til¡±.
Para volver a verlo en Espa?a hay que acudir a ?beda este domingo, donde, a prop¨®sito de su actuaci¨®n, se le otorga la medalla de oro del festival de m¨²sica de la ciudad jienense o esperar a la pr¨®xima temporada, cuando act¨²e en Barcelona dentro del ciclo de Iberc¨¢mara con un programa, dice ¨¦l, en que demostrar¨¢ su faceta m¨¢s virtuosa, radicalmente alejada de la ¨ªntima que regal¨® el pasado mi¨¦rcoles en Madrid reviviendo a Beethoven.
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