Novelas de verdad
Se cumple ahora medio siglo de la aparici¨®n de Herzog,la novela autobiogr¨¢fica que le procur¨® el Nobel a Saul Below. No valdr¨ªa la pena enfatizar m¨¢s la excelencia de esta obra si no fuera porque, precisamente, la gran mayor¨ªa de las mejores novelas de la Historia son autobiograf¨ªas. No se trata de que sean autobiograf¨ªas rigurosas, claro est¨¢, sino recreaciones de la memoria laxa que es lo propio de la literatura, opuesta a la mera documentaci¨®n.
Seg¨²n esta misma postulaci¨®n, lo mejor en la novela es lo que el autor cuenta de su s¨ª mientras la ¡°invenci¨®n¡± pertenece al mundo tercero o subsidiario que se embute como un relleno pretencioso y malabar. Un ejercicio o un vicio menor que cuanto m¨¢s se apile m¨¢s elusi¨®n hace de lo principal. Fantasear es un ¨®ptimo recurso para los cuentos infantiles y la ciencia ficci¨®n pero, en general, no para los relatos de mayor envergadura.
La majestad de un texto coincide con el poder del drama que alienta
Cierto es que la imaginaci¨®n posee mucho prestigio y cuanto m¨¢s imaginativo es un ni?o m¨¢s crecen los buenos pron¨®sticos sobre su desarrollo. Pero una cosa es la imaginaci¨®n que vac¨ªa el mundo duro para llenarlo de confites y otra la noveler¨ªa que, como un vulgar subterfugio, trufa las partes endebles de un libro.
La majestad de un texto coincide con el poder del drama que alienta detr¨¢s y de ah¨ª que Dostoievski, Kafka, Below, Proust, Joyce, Mann, Duras, Svevo o Vargas Llosa lograran sus libros superlativos apoy¨¢ndolos en su particular experiencia. Libros compuestos en primera persona puesto que el novelar se hace poco menos que insufrible cuando el autor, en tercera persona, se erige en el ojo que todo lo ve.
Puede ser que para los que desean pasar el rato, las intrigas de la novela policiaca o no policiaca, pero cuajadas de misterios, sean m¨¢s absorbentes que un sudoku, pero para el lector con gusto lo mejor ser¨¢ aquello que se entregue cocinado en el coraz¨®n y no encharcado entre f¨¢bulas.
La imaginaci¨®n constituye una excelente facultad del alma pero intragable cuando se mezcla con el paladar real. De ah¨ª el grotesco resultado de tantos novelistas que creen enriquecer sus libros, aun autobiogr¨¢ficos, chap¨¢ndolos con invenciones. La ficci¨®n, contra todo lo que se proclama, no es ni enriquecedora ni liberadora. Es ficticia. Y, en ocasiones, tan barata como la chatarra en una fundici¨®n.
Siendo aqu¨ª, adem¨¢s, la fundici¨®n la base del escritor que pretendiendo crear un producto con potencia no s¨®lo se vale del argumento m¨¢s o menos enrevesado que lo sobrevuela, sino del estilo que, sin jeribeques, lo apuntala y permite la cohabitaci¨®n entre quien hace el texto y quien e lo recibe para rehacerlo interminablemente en s¨ª.
Con todo, no estoy seguro de tener toda la raz¨®n ni de haber sabido explicar ¡°mi verdad¡±. La novela ha ido despoj¨¢ndose de pensamiento y eligiendo, como el cine, la acci¨®n por la acci¨®n. En ese camino, los novelistas m¨¢s celebrados como bestsellers son quiz¨¢s los que poseen mayor capacidad de mentir vertiginosamente y convertir la historia en un agitado juego de ni?os, ideal para pasar el rato; o para matar el tiempo. Aunque bien pensado es siempre el tiempo quien a nosotros nos mata y es el rato el que como roedor nos menoscaba.
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