Massimo Vignelli, el dise?ador absoluto
La comunicaci¨®n gr¨¢fica en los transportes tuvo un antes y un despu¨¦s en todo el mundo con su trabajo gr¨¢fico para el metro de Nueva York
Ha muerto, a los 83 a?os, en Nueva York un gigante del dise?o. Massimo Vignelli era, es, el m¨¢s importante e influyente dise?ador del ¨²ltimo tercio del siglo XX y comienzos del XXI, la ¨¦poca dorada con la que culmina el dise?o cl¨¢sico. Con Vignelli y su mujer Lella, que se consideraban coautores de todos sus trabajos, se cierra el ciclo que comienza con la Bauhaus y da consistencia definitiva al dise?o como una profesi¨®n de la cultura del proyecto.
Los Vignelli, arquitectos los dos, desembarcaron muy j¨®venes en la Nueva York de comienzos de los sesenta contratados por la firma Knoll, que estaba revolucionando el dise?o y la fabricaci¨®n de muebles en Estados Unidos. Su cat¨¢logo reun¨ªa colaboraciones de todos los grandes arquitectos pero no lograban definir su identidad gr¨¢fica. Massimo aparece con su Helv¨¦tica amada bajo el brazo, crea la marca y una l¨ªnea gr¨¢fica de comunicaci¨®n, que es un cl¨¢sico y una referencia desde el primer momento. Orden, claridad y serenidad son desde entonces las l¨ªneas fuerza de su trabajo. A ellas habr¨ªa que a?adir la sutileza, inaprensible, de una elegancia sobria.
Cada trabajo era la propuesta
Inmediatamente la Autoridad de Transportes de la ciudad de Nueva York, descontenta con la ret¨®rica ineficaz de la se?al¨¦tica, les encarga la tarea de ordenar el caos gr¨¢fico de un metro que ha crecido desmesurada y desordenadamente, y es ya el medio de transporte hegem¨®nico. Massimo Vignelli me contaba que en un primer momento sinti¨® p¨¢nico, pero en cuanto cogi¨® el l¨¢piz la tranquila serenidad que gui¨® toda su carrera le marc¨® el camino. A lo largo de 40 a?os de amistad nunca vi en su mesa de trabajo m¨¢s que un papel blanco y un l¨¢piz. Y jam¨¢s un gesto destemplado. El estudio, que a lo largo de los a?os ten¨ªa crecimientos y bajadas importantes, participaba de la histeria neoyorkina que vemos en las series de televisi¨®n, pero el despacho de Massimo, un cubo de paredes blancas y un gran ventanal, era un espacio de silencio y serenidad.
Vignelli dise?aba aquello que le gustar¨ªa usar y no encontraba. Relojes, calendarios, mesas, l¨¢mparas, gafas, urnas funerarias (una gran pasi¨®n), revistas y libros, vallas de obras, ollas y ¨²tiles para cocinar, vajillas, una revolucionaria l¨ªnea de ropa que incluso confeccionaba en el estudio de la calle 57.
Massimo explicaba el proceso de dise?o sin la menor afectaci¨®n, como una secuencia que comenzaba en la complejidad y desembocaba en lo obvio.
Nos conocimos en 1969 cuando fui a Nueva York a recoger la distinci¨®n que me otorg¨® el Ars Directors Club. Ten¨ªan que entreg¨¢rmela en una gran ceremonia con smoking y cuando me vio solt¨® una de sus inolvidables carcajadas. Yo ten¨ªa 26 a?os, el premio hab¨ªa sido otorgado a una colecci¨®n editorial, parece que impropia de un jovenzuelo, y Massimo con un gran abrazo me dijo: ¡°Ver¨¢s que sorpresa se van a llevar, esper¨¢bamos a alguien como tu padre¡±.
A lo largo de 40 a?os de amistad
Eso es lo que fue para m¨ª profesionalmente, y para tantos de nosotros a¨²n sin conocerle. La comunicaci¨®n gr¨¢fica en los transportes tuvo un antes y un despu¨¦s en todo el mundo, con su trabajo sobre el metro de Nueva York. Logotipos, carteles, mesas, relojes, cat¨¢logos. Cada uno de sus dise?os se convert¨ªa en la propuesta incomparable de un gran maestro que fijaba un canon de rigor, sencillez y silenciosa elegancia.
Su mantra, s¨®lo necesitamos cuatro tipograf¨ªas: la Garamond, la Bodoni, la Times y la Helv¨¦tica. Consideraba que la tipograf¨ªa era el ladrillo con el que construir el edificio de la comunicaci¨®n gr¨¢fica, as¨ª como que no necesit¨¢bamos m¨¢s colores que su rojo, que llamaba Rojo Vignelli, Pantone 482, y el negro, la suma de todos los otros colores.
Amaba la vida como lo ¨²nico sobrenatural. Verle y escucharle preparar unos espaguetis era asistir a una celebraci¨®n de alegr¨ªa, el placer, la sabidur¨ªa griega y la precisa elegancia de sus manos, que segu¨ªan dibujando en una olla de pasta fresca.
Hace tres a?os una universidad de Luisiana levant¨® el edificio del Archivo Vignelli. Ah¨ª est¨¢ todo su legado material. El espiritual del gran maestro estar¨¢ siempre en todos nosotros, los dise?adores que amamos y buscamos la excelencia en nuestro trabajo.
Alberto Coraz¨®n. Dise?ador y artista.
Babelia
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