Burla
Resulta llamativo que a¨²n haya episodios de censura cl¨¢sica, porque est¨¢ demostrado que se vuelve contra el propio inter¨¦s de quien la ejerce, como un bumer¨¢n
La censura moderna elige un camino un poco m¨¢s sutil que la cl¨¢sica. Se convierte en una oleada beligerante, en algo as¨ª como tsunami de opini¨®n colectivo que rechaza por tierra, mar y Twitter esa idea que se aleja de lo que se estila, lo que se lleva o lo que se est¨¢ obligado a pensar si a uno se le ha adscrito a alg¨²n sector. Digamos que es una censura concebida como una p¨¦rdida de clientela. Por muy tecnol¨®gicos que nos veamos en pleno siglo XXI, funciona como el boicot al tendero del barrio de toda la vida. Existiendo esta forma de coacci¨®n frente a la libertad de opinar lo que te da la gana sobre cualquier asunto, resulta llamativo que a¨²n haya episodios de censura cl¨¢sica, porque est¨¢ demostrado que se vuelve contra el propio inter¨¦s de quien la ejerce, como un bumer¨¢n.
Ha sucedido con la revista El Jueves, que retir¨® la portada que mostraba al Rey Juan Carlos con la nariz tapada pas¨¢ndole a su sucesor la corona cogida con pinzas y ba?ada en excrementos. Y pese a que no lleg¨® a los quioscos por un exceso preventivo de los propietarios, ha terminado en las pantallas de todo el pa¨ªs, lo que confirma que la censura es el peor modo de ejercer la censura. Han decidido abandonar la publicaci¨®n 17 firmas, entre ellas el dibujante Manel Fontdevila, autor de la portada, y Albert Monteys, que, en una vi?eta, ha tenido la delicadeza de pedir apoyo para los que se quedan y ha explicado que los editores reprueban su humor cafre sobre la Monarqu¨ªa si ocupa la portada, no as¨ª cuando se desmelenan en el interior.
La burla no ejercita la sugesti¨®n ni el triple sentido, sino la explosi¨®n primaria. La revista Mongolia, de periodicidad mensual y sensibilidad mostrenca, hace alg¨²n tiempo anunci¨® en su portada este lema: "El Rey te puede violar". A su manera brutal sirvi¨® para abrir en la sociedad un debate sobre la inviolabilidad procesal del monarca. Son los caminos que elige la s¨¢tira para hacerse visible. Empe?arse en hacerla invisible suele provocar lo opuesto, una enorme difusi¨®n, m¨¢s all¨¢ del regocijo de los lectores familiarizados con un lenguaje que hoy sostienen Le Canard Encha?n¨¦ o The Clinic.
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