La correcci¨®n del libro
As¨ª como hay escritores hembra y escritores macho, m¨¢s pasivos o m¨¢s activos, seg¨²n la distinci¨®n de Cort¨¢zar, hay tambi¨¦n escritores facundos y escritores lac¨®nicos cuyo respectivo car¨¢cter se manifiesta especialmente en el momento decisivo de la ¨²ltima correcci¨®n.
En este proceso de acabado, el m¨¢s gratificador de la creaci¨®n, hay escritores que a?aden l¨ªneas, p¨¢rrafos e incluso p¨¢ginas mientras los otros tienden impulsivamente a cortar y acorar. Esto incluso sobre las mismas galeradas y ante el estupor consiguiente del editor.
Quien corrige agregando, halla en fragmentos de lo escrito una impensada inspiraci¨®n y no se resiste a a?adir un mont¨®n frases. El otro escritor, por el contrario, odia la paja y se muere por la precisi¨®n.
Efectivamente, los buenos narradores, no son ni los de las 900 p¨¢ginas ni los de 90. El buen narrador se caracteriza tanto por el ajustado cimiento del lenguaje como por los seductores cortejos, largos o no. Si se trata de novelistas, aquello que cortan, prefieren el golpe seco y si se trata de ensayistas, su objetivo es despojar a la idea de ropas y hacerla irradiar en cueros. Con esto corre el riesgo, claro est¨¢, de que si su punter¨ªa no es exacta el concepto se perder¨¢ improductivamente en su mani¨¢tico af¨¢n de parecer exquisito.
En sentido opuesto, quien construye el libro con profusi¨®n y hasta con repeticiones notorias cree aumentar la probabilidad de capturar al lector masivo a costa del fulgor. Quien corta aspira a que su escritura luzca por su lucidez mientras que el que a?ade espera superfluos beneficios de la frondosidad.
En todo caso, ?qu¨¦ opci¨®n es aconsejable cuando llegan las galeradas a casa y es ya inminente la publicaci¨®n? ?Dejaremos a medio decir aquello que brilla por enteco o nos pasamos en prosopopeyas que embarran la inteligencia del receptor?
En este dilema, en este ¨²ltimo y definitivo momento de corregir las galeradas, adquiere m¨¢s relevancia que nunca los factores de la comunicaci¨®n. ?Se entiende o no se entiende bien lo escrito? ?Se trasmite eficazmente o se ha embotado el mensaje por exceso de grasa? No hay intervalo m¨¢s cr¨ªtico para el escritor que este en que debe autocriticarse con toda urgencia y en relaci¨®n con el receptor. ?Resultado? El resultado es un penar.
Hay quien desea creer que su libro no ha hecho concesi¨®n alguna a la multitud com¨²n. Pero otros, para los que no hay multitud o sino respetable p¨²blico, prefieren incrementar el aforo de la exposici¨®n. Ahora bien ?con esta superexposici¨®n no se velar¨¢ el art¨ªculo? Esto es lo que teme el autor partidario de acortar. Cada palabra, cada fragmento del texto deber¨¢ poseer un valor un¨ªvoco a salvo de veladuras bajo el sol popular. En caricatura, el primer individuo es un charlat¨¢n y el segundo, en caricatura, un m¨ªstico.
Obviamente, no hay reglas absolutas para elegir una u otra opci¨®n. Pero como el autor trata de encarnarse m¨¢s que nunca en el lector cuando ve el libro al borde de su publicaci¨®n, tender¨¢ a comportarse simult¨¢neamente como fabricante y como consumidor. De hecho, nunca el marketing, en su sentido m¨¢s noble, requiere tanta destreza puesto que, en el extremo, tanto unos como otros, alargadores y acortadores, lo que desean es tanto vender como enamorar. Ser, en definitiva, apreciados y amados sin separaciones entre el suicidio impl¨ªcito en su obra impresa y el ojo asesino del inclemente lector.
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