Desaz¨®n
Acaba de traducirse a nuestra lengua 'Decreaci¨®n' de la canadiense Anne Carson
¡°Naci¨® en Canad¨¢ y se gana la vida ense?ando griego antiguo¡±: as¨ª, sin m¨¢s, se presenta la escritora Anne Carson (Toronto, 1950), cuyo laconismo curricular acredita que hasta la propia vida se puede comprimir en una frase sin dejar nada fundamental fuera. Se puede, no obstante, ir m¨¢s lejos todav¨ªa en la restricci¨®n de lo superfluo, si, como es el caso, la autora, una poeta internacionalmente reconocida, publica un libro, en 2005, ahora traducido a nuestra lengua con el simple t¨ªtulo de Decreaci¨®n (Vaso Roto), una palabra que, una vez descifrada, nos sugiere un adentrarse en una terra incognita. Porque el t¨¦rmino ¡°decreaci¨®n¡± o, si se quiere, ¡°descreaci¨®n¡± es un neologismo inventado por la pensadora francesa Simone Weil (1909-1943) y, que yo sepa, adoptado, por primera vez, por el tambi¨¦n poeta americano Wallace Stevens (1879-1955), que lo us¨® en un ensayo sobre el pintor C¨¦zanne. En cualquier caso, la definici¨®n que dio Weil al curioso neologismo fue la de ¡°hacer que lo creado pase a lo increado¡±, algo para ella opuesto a ¡°destrucci¨®n¡±, que significaba ¡°hacer que lo creado pase a la nada¡±, de manera que ¡°decrear¡± implica deshacer un entuerto con vistas a volver a empezar el camino desde el origen con una perspectiva m¨¢s elevada y mejor; vamos: algo as¨ª como darse una segunda oportunidad para restablecer el orden de la existencia. Una tarea ardua, sin duda, comprometida y comprometedora, porque para afrontarla es preciso, tambi¨¦n en palabras de Weil, ¡°deshacer dentro de nosotros la criatura¡±; es decir, ni m¨¢s ni menos, que nuestro propio ¡°yo¡±.
Aunque formulado unas d¨¦cadas antes, el t¨¦rmino?¡°decreaci¨®n¡± se asemeja a otro hoy m¨¢s popular, el de ¡°deconstrucci¨®n¡±, que busca desentra?ar los l¨ªmites y limitaciones de nuestro lenguaje, que configura nuestra conciencia, para de esta manera avivar su capacidad cr¨ªtica. De todas formas, la diferencia esencial entre ambos vocablos radica en lo que cada uno cuestiona, porque no es lo mismo ¡°crear¡± que ¡°construir¡±, como, en arte, no es tampoco igual generar una obra que facturar un producto. En este sentido, significativamente, hay en la actualidad una muy extendida aprensi¨®n para denominar ¡°creadores¡± a los artistas, a quienes se prefiere calificar como ¡°autores¡± o, sin m¨¢s, ¡°productores¡±.
Este circunloquio me parece necesario en la medida que Anne Carson le da a su Decreaci¨®n, mezcla de poemario y ensayo libre, ribeteado con el libreto de una ¨®pera y un sucinto guion para un documental, un claro vuelo metaf¨ªsico, centrado, sobre todo, en su interpelaci¨®n a tres mujeres enceladas por su relaci¨®n con la divinidad: la poeta griega Safo (siglo VII a. de C.), la m¨ªstica francesa Marguerite Porete (entre los siglos XIII y XIV de nuestra era), condenada a morir en la hoguera por sus presuntas herej¨ªas, y, por supuesto, Simone Weil, entre las que, por cierto, median unos veintis¨¦is siglos, lo que es un aviso hist¨®rico, se mire por donde se mire.
Lo que, sea como sea, mira Anne Carson es a la criatura que es ella misma y que pretende recrear decre¨¢ndose. En este sentido, volviendo sobre el principio, me parece hermoso que se presente como alguien que se gana la vida como profesora de griego antiguo; que interpele, guardando las distancias, a tres mujeres del largo pasado y que comience su reflexi¨®n encelada con el tri¨¢ngulo que forma ella con sus padres, una madre rocosa y un padre fragilizado. Y, entonces, yo me pregunto, tras tantos siglos de historia, desde el s¨¦ptimo antes de Cristo hasta ahora mismo, ?qu¨¦ tienen ellas en la cabeza que no les cabe en ninguno de los mejores mundos posibles y por qu¨¦ este desajuste me admira a la vez que me produce una tan inquietante desaz¨®n?
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