?T¨² qu¨¦ prefieres?
Nada nos impide ser mecenas. Muchos dicen 'mecenazgo' pero quieren decir 'desgravaci¨®n fiscal'
Se dir¨ªa que la soluci¨®n a muchas de las penalidades que afligen hoy a la cultura espa?ola pende casi exclusivamente de una prometida ley de mecenazgo que, aunque varias veces pospuesta, llover¨¢ alg¨²n d¨ªa sobre nosotros como man¨¢ en el desierto. En ella parecen residenciadas todas las esperanzas del sector. Ahora bien, sin necesidad de ley alguna, la cultura occidental durante siglos ha ido creando sus obras m¨¢s excelsas gracias en alt¨ªsima proporci¨®n al mecenazgo de Corona, casas nobles y autoridades eclesi¨¢sticas, estamentos aristocr¨¢ticos a los que luego se uni¨® la alta burgues¨ªa. Y en este pa¨ªs nuestro de ahora mismo, tambi¨¦n sin necesidad de ley, si un mecenas que haga honor a su nombre, ¨¦mulo de aquel que protegi¨® a Horacio y Virgilio, quiere contribuir financieramente de modo desprendido a una causa digna de apoyo, ?puede decirme alguien qui¨¦n se lo impide? Nadie. Lo que ocurre es que no est¨¢ fiscalmente incentivado o no lo est¨¢ en grado suficiente. Ah, luego en realidad no hablamos de mecenazgo, sino de desgravaci¨®n fiscal.
El llamado mecenazgo consiste en una deducci¨®n de la cuota del IRPF o del impuesto de sociedades aplicable a algunos donativos. En otras palabras, dinero que deja de ingresar la Hacienda p¨²blica para que el contribuyente le d¨¦ un destino m¨¢s acorde a sus preferencias personales. ?Algo que objetar? Nada de nada, si el Estado puede permit¨ªrselo. Pero no encontrar¨¦is fil¨¢ntropos para mejorar c¨¢rceles, pensiones de jubilados o prestaciones por desempleo. Admiramos el vasto desarrollo de la filantrop¨ªa en EE?UU, pero olvidamos que su sistema de sanidad y ense?anza p¨²blicas desmerecen del que uno esperar¨ªa de un pa¨ªs tan rico. Porque ?t¨² qu¨¦ prefieres: pagar tus impuestos de forma abstracta para que el Estado lo aplique, por ejemplo, a asfaltar los baches de una carretera comarcal o donar un cuadro al Museo del Prado, con p¨²blica ceremonia de recepci¨®n incluida y placa conmemorativa que proclama al mundo tu generosidad? Cada pa¨ªs identifica las necesidades que debe cubrir el Estado y aprueba un plan anual de ingresos y de redistribuci¨®n de las rentas con arreglo a un sentido compartido de la justicia social. Lo que se deja de ingresar por un lado va en detrimento de ese plan o debe compensarse con otros ingresos adicionales. He llegado a la conclusi¨®n de que, en un r¨¦gimen democr¨¢tico, en el que los ciudadanos consienten las leyes a trav¨¦s de sus representantes, el verdadero mecenas es el contribuyente an¨®nimo que financia los servicios p¨²blicos que tanto nos dignifican, en tanto que el sedicente mecenas, ansioso de la desgravaci¨®n, a veces s¨®lo aspira a ser un contribuyente privilegiado.
Bueno, lo anterior ser¨ªa exacto si la legislaci¨®n permitiera al donante deducirse el 100% de su aportaci¨®n. Pero no es as¨ª. Por ahora la desgravaci¨®n alcanza un m¨¢ximo del 25%-35% del donativo, seg¨²n los casos. En el 65%-75% restante, el donante s¨ª que contribuye a fondo perdido y merece el hermoso dictado de mecenas. Adem¨¢s, est¨¢ demostrado que el mecenazgo de unos llama al de otros y en conjunto alienta una mayor redistribuci¨®n de rentas y anuda los lazos de la cohesi¨®n social. As¨ª que¡ no me hag¨¢is caso. Bienvenida sea esa ley, cualquiera que sea el nombre que reciba.
Javier Gom¨¢ Lanz¨®n (Bilbao, 1965) es ensayista y director de la Fundaci¨®n Juan March.
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