Una ¡®faena¡¯ de los ¡®adolfos¡¯
Si se cumple la tradici¨®n, los toros de Adolfo Mart¨ªn no volver¨¢n a correr por las calles de Pamplona en unos a?os; aqu¨ª, el que fracasa, no vuelve. Y lo de este domingo, en dos palabras, fue un petardo de los gordos. Ser¨¢ muy dif¨ªcil que el ganadero lidie otra corrida tan mansa, descastada y deslucida como la que sali¨® en esta plaza. Fue una verdadera faena para el propio criador de los toros, un hombre que pasar¨ªa, sin duda, un verdadero quinario al comprobar c¨®mo cada uno de sus pupilos empeoraba el comportamiento del anterior, y, al final, ninguno de los seis ofreci¨® el m¨¢s m¨ªnimo resquicio a la esperanza. Un rotundo fracaso el que cosech¨®, sin paliativos de ning¨²n tipo, sin atenuantes posibles¡ Una pena.
Una faena para la terna de toreros, tan necesitados de un triunfo; y hasta para las propias pe?as del sol, a las que el aburrimiento y la desolaci¨®n hicieron mella en su ¨¢nimo festivo. En fin, que hac¨ªa once a?os que los adolfos no corr¨ªan el encierro, y se han ganado a pulso seguir corriendo en su dehesa.
Mart¨ªn / Urdiales, Escribano, Aguilar
Toros de Adolfo Mart¨ªn, muy bien presentados, mansos, muy descastados y deslucidos.
Diego Urdiales: cuatro pinchazos y un descabello (silencio); ¡ªaviso¡ª pinchazo, estocada tendida y un descabello (silencio).
Manuel Escribano: tres pinchazos y estocada (silencio); dos pinchazos, estocada baja y un descabello (silencio).
Alberto Aguilar: metisaca, media y dos descabellos (silencio); estocada trasera y baja (silencio).
Plaza de toros de Pamplona. 13 de julio. S¨¦ptima corrida de feria. Lleno.
Los seis lucieron una conducta similar; los seis, eso s¨ª, de impecable presentaci¨®n, guapos de verdad, pero su impresionante fachada no era m¨¢s que un falso decorado. Ninguno acudi¨® largo a los capotes, ni mostr¨® fijeza en los primeros compases de la lidia; todos, curiosamente, cumplieron, con m¨¢s genio que bravura, en los caballos, de modo que empujaron de manera desigual en el primer encuentro, y cabecearon y salieron sueltos en el otro. Ninguno galop¨® en el tercio de banderillas, si bien el quinto permiti¨® que Escribano clavara tres pares meritorios; y los seis siguieron en la muleta el patr¨®n del toro sin una gota de casta, sin recorrido, sin codicia, sin ¨¢nimo para embestir, muy reservones todos, parados y muy atentos al m¨¢s m¨ªnimo error del torero para prenderlo si hubiera ocasi¨®n. No hubo faena y si acaso alg¨²n muletazo robado, pero sin posible continuidad con esas masas informes de carne, sin celo ni sangre brava en sus venas. Incluso dificultaron el momento supremo de la muerte, sin fijeza alguna, con la cara por las nubes, con la atenci¨®n puesta en los tendidos antes que en los toreros. En fin, una garbanzada muy negra que ser¨¢ dif¨ªcil olvidar.
Y lo ser¨¢ porque esta corrida ten¨ªa un alto significado para los tres toreros anunciados. Diego Urdiales, Manuel Escribano y Alberto Aguilar son tres jabatos que se ganan a pulso cada una de sus corridas, y llegaron a Pamplona con la convicci¨®n de arrancar un triunfo que adecentara el dif¨ªcil camino hacia la cumbre. Loable intenci¨®n, pero objetivo imposible. Porque no se trataba de valor, ni de t¨¦cnica, ni de ilusi¨®n; era un combate nulo desde sus inicios porque uno de los contendientes no ten¨ªa intenci¨®n alguna de presentar pelea.
Nada pudo hacer Urdiales; bueno, quiz¨¢ debi¨® lidiar con m¨¢s entrega al primero, que le rob¨® la muleta en dos ocasiones, y lo miraba fijamente, como esperando que el torero cometiera un error para engancharlo. Una vez en toda su lidia humill¨® el cuarto y, claro, no hubo lugar para la esperanza.
A Escribano le aguant¨® el ¨¢nimo hasta el final, lo que es muy meritorio. Recibi¨® a su lote a porta gayola con sendas largas cambiadas, banderille¨® a los dos con holgura, y los tres pares al quinto ¡ªespecialmente, el ¨²ltimo, al quiebro pegado a las tablas¡ª fue lo ¨²nico emocionante de toda la tarde. In¨¦dito estuvo con la muleta, porque ni su honestidad ni su firmeza pod¨ªan hacer frente a la vaciedad de sus oponentes.
Y Alberto Aguilar corri¨® la misma suerte. Mira que se le ve suelto ¡ªa¨²n renqueante de una cogida en plazas americanas¡ª, con los enga?os, y es conocedor de la t¨¦cnica y los terrenos, pero su decisi¨®n no encontr¨® recompensa. En fin, un serio disgusto para todos.
La corrida de hoy
Miura para los diestros Javier Casta?o, Luis Bolivar y Esa¨² Fern¨¢ndez.
Babelia
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