El perfeccionista de la t¨¦cnica
Lorin Maazel fue un director brillante que conquist¨® casi todas las cumbres musicales. Mago de la batuta desde la infancia, elogiado cuando ten¨ªa nueve a?os por Toscanini, aprendi¨® todo lo que pod¨ªa necesitar un m¨²sico para extraer grandes interpretaciones de orquestas de cualquier calidad. No hab¨ªa otro director m¨¢s capaz que ¨¦l de espolear a una orquesta cansada por los viajes y hacer que tocara como la Filarm¨®nica de Viena; sobre todo, si era la Filarm¨®nica de Viena. Su t¨¦cnica ofrec¨ªa a los m¨²sicos una seguridad absoluta, y su conocimiento de la naturaleza humana les permit¨ªa sentirse arropados en todo tipo de circunstancias.
Maazel fue el primer americano, y seguramente el primer jud¨ªo de la era moderna, que dirigi¨® en Bayreuth, y despu¨¦s encabez¨® la orquesta de la radio de Berl¨ªn, sucedi¨® a Georg Szell en la Orquesta de Cleveland y fue director de la ?pera de Viena, un puesto que en otro tiempo hab¨ªan ocupado Gustav Mahler y Richard Strauss. La ambici¨®n de Maazel era insaciable. Cuando muri¨® Herbert von Karajan, en 1989, estaba convencido de que iba a heredar la Filarm¨®nica de Berl¨ªn. Cuando los m¨²sicos votaron por Claudio Abbado, jur¨® que nunca m¨¢s volver¨ªa a dirigirles. Fue nombrado director de la Filarm¨®nica de Nueva York ¡ª¡±por fin, un trabajo de verdad¡±, dijo su padre¡ª y luego de la Filarm¨®nica de M¨²nich. Le adoraban en China y le adulaban en Jap¨®n. Y todav¨ªa quer¨ªa m¨¢s.
Nos vimos y hablamos en varias ocasiones, a menudo en circunstancias desfavorables. Lorin desconfiaba de cualquier medio de comunicaci¨®n que no pudiera manipular. Pese a ello, llegamos a tenernos mutuo respeto y, en los ¨²ltimos a?os, nuestras conversaciones eran cordiales. Era capaz de mostrar un encanto irresistible, pero con un iceberg por debajo. Despreciaba el sentimentalismo. Cuando era director en Viena, viv¨ªa en frente de la tumba de Gustav Mahler, pero no fue jam¨¢s a presentar sus respetos hasta que yo le obligu¨¦ f¨ªsicamente a ir. Romp¨ªa relaciones con personas, orquestas y discogr¨¢ficas en cuanto sospechaba que le faltaban al respeto. Sin embargo, supo reparar la relaci¨®n con la Filarm¨®nica de Viena hasta crear una especie de para¨ªso. Nunca exhib¨ªa las cualidades espirituales de Claudio Abbado o Colin Davis, pero no hab¨ªa nadie tan eficiente como ¨¦l. Dotado de talento para los negocios, se deshac¨ªa de agentes y exig¨ªa los m¨¢ximos cach¨¦s de la profesi¨®n: lleg¨® a cobrar m¨¢s de 80.000 d¨®lares (59.000 euros) por noche en Jap¨®n.
Ten¨ªa demasiado talento. La m¨²sica le costaba tan poco que a menudo daba la impresi¨®n de estar aburrido. Yo le vi pedir silencio durante un breve trayecto en coche mientras estudiaba la partitura de Lul¨², compuesta por Alban Berg, y subir despu¨¦s al podio para dirigir de memoria la compleja ¨®pera en tres actos.
La m¨²sica que compuso era derivativa, y su ¨®pera 1984 fue un fracaso. Tocaba el viol¨ªn con la calidad de un concertino. Hablaba de que iba a escribir una serie de novelas. Ten¨ªa la convicci¨®n de que pod¨ªa hacer cualquier cosa.
Su talento genial resid¨ªa en el acto f¨ªsico de trabajar con una orquesta, en la precisi¨®n, en la creaci¨®n de sonidos a partir de la nada. Entre los cientos de grabaciones que hizo, las mejores fueron las de Gershwin, Tchaikovsky, Rachmaninov y Ravel.
El periodo en la Filarm¨®nica de Nueva York fue, despu¨¦s de un comienzo rutilante, m¨¢s bien poco feliz. M¨²nich fue un b¨¢lsamo para su alma herida, y creo que sus ¨²ltimos a?os los vivi¨® satisfecho. Todav¨ªa oigo su voz, y no puedo creer que haya muerto. Lorin Maazel fue due?o de muchos destinos, pero nunca del suyo propio.
Norman Lebrecht es cr¨ªtico musical
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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