Picando piedra
Los mexicanos repiten un consejo inapelable para los artistas for¨¢neos que pretenden abrirse hueco en su pa¨ªs: ¡°Ustedes tienen que picar piedra¡±. Es decir, tocar en todas partes, sin hacerle ascos a ciudades de provincia o cutres antros capitalinos. Exactamente eso hac¨ªan todos los artistas espa?oles con ganas de expansi¨®n. Aparte de participar en heterog¨¦neos festivales de la canci¨®n, aguantar interminables programas dominicales de televisi¨®n y tomar tequila o lo que se terciara.
As¨ª ocurri¨® hasta los tiempos de la movida: aquellos grupos relucientes se acostumbraron a una existencia demasiado c¨®moda, con un mercado espa?ol que les mimaba. Asombra saber que grupos hoy reverenciados como Nacha Pop o Radio Futura apenas tocaron en M¨¦xico. Era un trago fuerte: los hermanos Auser¨®n no estaban acostumbrados a desplazarse con escolta armada. Por el contrario, los ochenteros que se sacrificaron s¨ª encontraron recompensa, desde Hombres G a H¨¦roes del Silencio. Incluso Mecano, que soport¨® que se censuraran letras que en Espa?a pasaban totalmente desapercibidas.
Hab¨ªa otros peligros, cierto. En Colombia, Toreros Muertos terminaron actuando en la hacienda de un narco en busca y captura. Por experiencias similares pasaron muchos solistas de pulcra imagen, sustos que hoy prefieren olvidar: si el jefe de la casa quer¨ªa que se repitiera determinada canci¨®n, se volv¨ªa a cantar una y otra vez. Faltar¨ªa m¨¢s.
Durante los primeros ochenta, con una Argentina que sal¨ªa renqueando de una bestial dictadura militar y M¨¦xico controlado por un PRI receloso ante el rock, las bandas espa?olas se encontraron en la ins¨®lita situaci¨®n de ser lo m¨¢s moderno del momento. Se cuenta que Pinochet, contemplando una edici¨®n del programa 300 millones que inclu¨ªa muestras de la movida madrile?a, se sinti¨® consternado y susurr¨® a su esposa: ¡°Luc¨ªa, los espa?oles se nos han vuelto maricones¡±.
Que conste que esas aventuras eran posibles gracias al entendimiento entre ejecutivos discogr¨¢ficos a ambos lados del Atl¨¢ntico: no ten¨ªa sentido hacer volar a un grupo si no iba a encontrar apoyo decidido en el punto de destino. Felizmente, algunos disqueros espa?oles ten¨ªan experiencia americana. Antes incluso del carrusel laboral de las multinacionales: recuerden el sello m¨¦xicano Gamma, propiedad de la madrile?a Hispavox. El pacto impl¨ªcito era do ut des: promociono a tu artista para que t¨² promociones al m¨ªo. Hablamos de personajes con suficiente conocimiento de la realidad en ambas orillas para paliar las inevitables decepciones. Gente sociable, antiguos m¨²sicos, como el canario Tato Luzardo (Ariola) o el cubano Ernesto Duarte, de la RCA espa?ola, que tambi¨¦n confeccionaba discos para el mercado latino.
Eso tambi¨¦n se suele olvidar. Durante los a?os setenta y ochenta, muchas figuras latinoamericanas grababan en Espa?a, donde encontraban arregladores, compositores, m¨²sicos que les proporcionaban un ansiado brillo pop. Daba un prestigio que se usaba como argumento de mercadotecnia: hasta aquel hurac¨¢n cubano llamado La Lupe pas¨® por los estudios de Columbia, en la calle Libertad, haciendo el elep¨¦ La Lupe en Madrid. Exagerando un poco, fuimos lo que ahora es Miami. Pero la autoridad competente nunca se enter¨®.
Babelia
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