Carlo Bergonzi, el tenor verdiano por excelencia
Fue uno de los mayores int¨¦rpretes de la ¨®pera italiana a lo largo de una carrera extraordinariamente longeva
El viernes pasado fallec¨ªa en Mil¨¢n, pocos d¨ªas despu¨¦s de celebrar su 90? cumplea?os, Carlo Bergonzi ¡ªnacido en 1924 en Vidalenzo, pedan¨ªa de Polisene, en el norte de Italia¡ª, saludado muchas veces como ¡°el int¨¦rprete verdiano del siglo¡±. A lo largo de una carrera excepcionalmente prolongada y brillante, Bergonzi dej¨® un colecci¨®n de grabaciones dif¨ªcilmente igualable por su amplitud y calidad.
Naci¨® a pocos kil¨®metros de Busetto, la localidad natal de Verdi. Empez¨® a cantar en el coro de su iglesia e inici¨® sus estudios en el conservatorio de Parma con Edmondo Grandini. Antifascista ardoroso y comprometido, sus estudios tuvieron una abrupta interrupci¨®n durante la II Guerra Mundial, durante la que pas¨® tres a?os en un campo de internamiento alem¨¢n por sus actividades contra los nazis.
Al regresar a Italia, empez¨® su carrera musical como bar¨ªtono (incluso Tullio Serafin, el descubridor de Maria Callas, le ten¨ªa por tal). Su debut como F¨ªgaro en el Barbero de Sevilla de Rossini parec¨ªa prefigurar una s¨®lida carrera como Silvio, Alfio y Rigoletto, papeles que cant¨® hasta 1950. Pero un a?o despu¨¦s, en Bari, se reinvent¨® como tenor en el papel protagonista del Andrea Ch¨¦nier de Umberto Giordano.
Fue en esa nueva tesitura y en ese mismo a?o cuando arranc¨® de verdad la memorable trayectoria art¨ªstica de Bergonzi. En 1951 se celebraba el 50? aniversario de la muerte de Verdi, y como parte de los actos conmemorativos la RAI italiana organiz¨® una serie de interpretaciones de las ¨®peras menos conocidas del compositor (Los dos Foscari, Juana de Arco, Sim¨®n Boccanegra) para las que contrat¨® a Bergonzi. A partir de ese momento, Bergonzi se dedicar¨ªa en cuerpo en alma al repertorio verdiano. Fue ¨¦l el primero en grabar las 31 arias para tenor de Verdi, una colecci¨®n que servir¨ªa como modelo de la que, a?os despu¨¦s, registr¨® Pl¨¢cido Domingo.
Tras los ¨¦xitos de comienzos de los cincuenta, su carrera internacional fue imparable. En 1953 debut¨® en La Scala de Mil¨¢n en el Mas'Aniello de Jacopo Napoli; en 1955, hizo su primera aparici¨®n en Estados Unidos en el Teatro L¨ªrico de Chicago; un a?o despu¨¦s, interpretaba el Radam¨¨s de Aida en la Metropolitan de Nueva York. Durante los a?os setenta, Bergonzi fue un nombre recurrente en la cartelera de los principales teatros l¨ªricos del mundo. En 1962 pis¨® por primera vez las tablas del Covent Garden como el ?lvaro de La fuerza del destino verdiano, papel que retomar¨ªa en su debut (1969) en la ?pera de San Francisco.
Durante esa d¨¦cada, y parte de la siguiente, Bergonzi rivaliz¨® con algunos de los m¨¢s grandes tenores de la ¨¦poca, como Franco Corelli, Mario del Monaco y Giuseppe di Stefano. Sin la misma potencia vocal que ellos, pero con un fraseo magistral y una extraordinaria sutileza art¨ªstica, Bergonzi sobrevivi¨® musicalmente a todos y prolong¨® su carrera durante las dos d¨¦cadas siguientes, aunque a partir de los a?os ochenta fue abandonando las grandes salas y concentr¨¢ndose progresivamente en los recitales.
Aunque entre los a?os 1994 y 1995 realiz¨® una gira en la que fue despidi¨¦ndose de los grandes escenarios mundiales, en mayo del a?o 2000, apenas dos meses antes de cumplir los 76, Bergonzi volvi¨® al Carnegie Hall de Nueva York. En aquella ocasi¨®n abord¨® uno de los papeles oper¨ªsticos m¨¢s exigentes, el del protagonista del Otelo de Verdi, que Bergonzi no hab¨ªa interpretado nunca. Un acontecimiento de excepci¨®n que despert¨® un inter¨¦s condigno: entre otras luminarias del canto, en la platea estaban presentes Pl¨¢cido Domingo, Jos¨¦ Carreras y Luciano Pavarotti. Por desgracia, la interpretaci¨®n del tenor italiano fue un desastre sin paliativos y tuvo que ser sustituido a mitad de la obra. Una despedida tanto m¨¢s dolorosa si se tiene en cuenta que las grabaciones de las sesiones de ensayo muestran al cantante a la altura de su leyenda, con una voz a¨²n sorprendentemente fresca y vigorosa.
El repertorio de grabaciones de Bergonzi es impresionante. Por destacar solo unas pocas, mencionemos Los dos Foscari (1951), con Carlo Maria Giulini; Aida (1959) y Cavalleria rusticana (1965), bajo la batuta de Herbert von Karajan; Madame Butterfly y La boh¨ºme, ambas en 1958, con Tullio Serafin; Baile de m¨¢scaras (1961) y Don Carlos (1965), con Georg Solti en el estrado; Rigoletto (1963), con Rafael Kubelik; o sus numerosas grabaciones con Lamberto Gardelli (La Gioconda, La fuerza del destino, Atila...), con quien colabor¨® durante dos d¨¦cadas.
Las parejas art¨ªsticas de Bergonzi forman el elenco casi completo de las mejores voces del siglo pasado: Renata Tebaldi (que fue su compa?era de estudios), Mar¨ªa Callas, Montserrat Caball¨¦, Joan Sutherland, etc¨¦tera.
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