Un susurro para empezar

En el cine se puede debutar alzando la voz o susurrando. Y aunque la energ¨ªa juvenil de la primera oportunidad suele producir efervescencias f¨ªlmicas que a veces se salen de madre, hay gente que prefiere darse a conocer arm¨¢ndose de sencillez, falta de pretensiones y placidez. Es el caso de la espa?ola Isabel Ayguavives, que tras una d¨¦cada de premiados cortos (La valiente, de 2004, quiz¨¢ el m¨¢s importante) y de trabajos en televisi¨®n, no llega dando un pu?etazo sobre la mesa sino con un gui?o c¨®mplice: El ¨¢rbol magn¨¦tico, escueta pel¨ªcula sobre la memoria (apenas hora y cuarto), rodada en Chile, alrededor de una reuni¨®n familiar en la que, al contrario que en la mayor¨ªa de dramas generacionales que apuestan por las grandes palabras, se apela a las conversaciones intrascendentes para acabar abrazando una cierta complejidad, visualizada por la directora con una naturalidad para rodar y captar secuencias de grupo con una veintena de personas en las que nunca se pierde de vista el n¨²cleo principal.

Cierto que se tarda en cogerle el punto y que, con su reducido metraje, se corre el peligro de que se escape entre las manos, pero, pasado un primer tercio que despista, se va imponiendo. ¡°?Los viejos tiempos? ?A los viejos tiempos que les den!¡±, clama un personaje. O quiz¨¢ no. Porque hay cuentas pendientes: familiares, afectivas, amorosas. Y aunque la crisis econ¨®mica sobrevuele las charlas, domina una especie de magia del terru?o (no confundir con el realismo m¨¢gico, que aqu¨ª no lo hay), de relato apegado a la naturaleza en la l¨ªnea del Nicolas Roeg de Walkabout, que termina conformando una experiencia tan liviana como gratificante.