El poder de la palabra
La pel¨ªcula, a causa del empecinamiento de ciertas producciones aventura por empezar muy arriba en el tono, no arranca bien
Hace cuatro a?os, C¨®mo entrenar a tu drag¨®n, pel¨ªcula de DreamWorks basada en los libros hom¨®nimos de Cressida Cowell, se adentraba en un universo bien conocido por los ni?os, el de los guerreros, las princesas y los dragones, pero intentando voltear ciertos estereotipos: las fieras no produc¨ªan terror sino que eran mascotas; las chicas daban casi m¨¢s mamporros que los chicos, y la inteligencia era la primera virtud de los vikingos, por delante del m¨²sculo. De paso, el exquisito tratamiento de las tres dimensiones ofrec¨ªa a las batallas una buena raz¨®n de ser, y no un mero pretexto comercial. En su secuela, C¨®mo entrenar a tu drag¨®n 2, y tras una serie de televisi¨®n emitida en Espa?a con sus mismos protagonistas, Dean DeBlois, su director, esta vez sin el acompa?amiento de Chris Sanders, sigue con semejante fuelle aventurero y humor¨ªstico, pero se le ha a?adido mayor complejidad a la trama y una vena dram¨¢tica con ecos de El rey le¨®n.
C?MO ENTRENAR A TU DRAG?N 2
Direcci¨®n: Dean DeBlois.
G¨¦nero: aventuras. EE UU, 2014.
Duraci¨®n: 78 minutos.
La pel¨ªcula, a causa del habitual empecinamiento de ciertas producciones de acci¨®n y aventura por empezar muy arriba en el tono, aunque de modo esquem¨¢tico, con una carrera de dragones al estilo Harry Potter y su quidditch, no arranca bien. Pero tras un primer cuarto de hora m¨¢s bien adocenado, de estereotipo aventurero y cancioncillas, la pel¨ªcula se levanta. El apartado t¨¦cnico es brillante, con esos espectaculares movimientos de c¨¢mara (o, m¨¢s bien, su simulacro animado) en las tomas a¨¦reas y, sobre todo, con el rigor de los grandes detalles, caso de la inmensa calidad en ciertas texturas: las u?as de la madre, la saliva de los dragones tras los leng¨¹etazos a los cr¨ªos o la barbilla incipiente de los adolescentes. Sin embargo, en el gui¨®n no han acertado a afilar del todo una de sus dos grandes apuestas. La primera, con un matiz casi pol¨ªtico, en la que las nuevas generaciones apuestan por el poder de la diplomacia de la palabra como valor preventivo contra la guerra, est¨¢ muy bien desarrollado. Pero la segunda, una trama pseudo-ecologista de protecci¨®n de los dragones, protagonizada por la madre, se despliega en su parte central entre los bostezos de los cr¨ªos.
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