Compa?eros del ¡®metal¡¯ en Viveiro
La localidad se transforma estos d¨ªas gracias al Resurrection Fest, que cumple nueve ediciones
En Viveiro, uno puede fijarse en las indicaciones y decidir si tirar hacia el Ayuntamiento o hacia la zona de acampada del Resurrection Fest. O si prefiere visitar el casco hist¨®rico o, por el contrario, encaminarse al recinto acotado para los conciertos, que empezaron el jueves y acaban el domingo. Es la novena vez que esta localidad de 16.000 habitantes acoge este festival de m¨²sica. Algo que se inici¨® como un capricho de dos amantes del hardcore y, con los a?os, ha terminado transformando parte de su idiosincrasia.
"Ser¨¢n del festival", suspira una pareja de j¨®venes ante el paso de nuevos visitantes por una de las calles principales de este pueblo pesquero. Los hoteles y apartamentos llevan desde hace meses con el buz¨®n de reservas al completo. Algunos encargados de bar saludan con confianza a los ac¨®litos de ediciones anteriores y, en general, todo el pueblo parece responder de forma positiva a esta "invasi¨®n" de melenas y cuerpos tatuados.
M¨¢s de 35.000 aficionados pasar¨¢n por esta localidad de 16.000 habitantes
Unas 35.000 personas, en total. Son los c¨¢lculos que esgrimen desde la organizaci¨®n y los que han alcanzado otros a?os. "Antes de la apertura ya llev¨¢bamos tres cuartos de las entradas vendidas", asiente uno de sus miembros. "El Ayuntamiento siempre ha mostrado su apoyo y nos ha dado todo tipo de facilidades en cuestiones de infraestructura", remarca. El arraigo del pueblo con esta cita es tan fuerte que este a?o se rinde homenaje al alcalde socialista que lo impuls¨®, Melchor Roel, fallecido las pasadas navidades. "Cada vez que se abren las puertas suena Born to be wild, su canci¨®n preferida", cuentan emocionados mientras los componentes de Megadeth hacen tiritar los bafles del escenario principal. Esta m¨ªtica banda de heavy metal es una de las 70 que act¨²an en los tres d¨ªas de festival. Lo hacen como cabeza de cartel junto a otras como NOFX, Sick of it all o la "tralla con clase" de Converge, tal y como lo define el asistente Ignacio Fronti?¨¢n.
Algunos pescadores faenan mientras la tarde ti?e la r¨ªa que forma el Cant¨¢brico en esta ciudad gallega. Recogen sus redes frente al puerto, donde las d¨¢rsenas alojan ahora a cientos de acampados. Sin rencores, cruzan alg¨²n saludo con los que tienen por men¨² del d¨ªa un buf¨¦ de tres escenarios, varios puestos de comida y columnas de barriles de cerveza por consumir. "El ambiente es superbueno", coinciden los trabajadores de un puesto que ofrece "kebab andaluz". "Est¨¢ muy bien organizado y la gente es muy educada", repite uno de los encargados de la seguridad.
"Al final, la m¨²sica es secundaria. Lo mejor es la atm¨®sfera", razona Josema Casas, un madrile?o de 32 a?os que repite desde hace a?os. Como Olga y Sergio Morajudo. Estos dos hermanos presumen de haber reservado religiosamente esta semana desde el primer a?o que se constituy¨® como festival, en 2006. "?La diferencia? 85 euros", r¨ªen. "El primero fue gratis. Luego cobraban, pero mucho menos", aclaran. "Se hac¨ªa en el estadio de la ciudad. Hab¨ªa dos puestos de comida y solo un ba?o para hombres y otro para mujeres que cada veinte minutos se quedaba atascado", rememora ella, que dice mantener lazos con lugare?os y haber creado un c¨ªrculo de amistades en torno a esta reuni¨®n que genera ¡ªseg¨²n un estudio econ¨®mico de la comarca¡ª 3,5 millones de euros y emplea a cientos de personas a lo largo de todo el a?o.
Entre las bandas asistentes est¨¢n Megadeath, NOFX, Sick of it all o Converge
"Aqu¨ª somos ya mayores y no nos enteramos mucho", apunta una vecina que regala una docena de huevos "de sus gallinas" a los nuevos inquilinos. "Nos encanta que haya playa, conciertos y monta?a. Y la comida est¨¢ muy rica", opinan Linda y Sharlotte, dos chicas escandinavas de 34 y 37 a?os que han venido junto a otros dos amigos en coche.
Rafa y Estrella, una pareja "de m¨¢s de 40 y menos de 60", dice pasarse la vida "de festival en festival". La lustrosa coleta blanca de ¨¦l y las mu?equeras de cuero desgastadas de ella podr¨ªan dar fe: Alemania, B¨¦lgica¡ Es, no obstante, la primera vez que se pasan por el Resu. "En todos se respira buen ambiente, y en este se agradece que no haga tanto calor como en otros", coinciden.
La polic¨ªa no ha registrado ninguna incidencia. Y en un experimento sociol¨®gico a pie de barra, Antonio Vasco, jienense de 28 a?os, resalta la actividad de los aficionados a estos estilos de m¨²sica contundente: "Hemos repetido. Acabamos de venir de Los Monegros y aqu¨ª todo es m¨¢s sano", expresa avivando una parrilla llena de carne que hace de refugio alimenticio para los maratonianos asistentes. Aficionados que encadenan horas del d¨ªa y de la noche en medio de 21.000 metros cuadrados dedicados a conciertos, zonas de acampada, ¨¢rea para ni?os o tiendas de merchandising. Y en cuyo espacio para el p¨²blico incluso se reserva una tarima central para discapacitados.
Termina el rock de Turbonegro. El alarido que marca el comienzo de cada concierto tras el efusivo saludo del l¨ªder de la formaci¨®n se traslada a otra carpa. La hora del cierre se divide entre los tributos a bandas cl¨¢sicas y la peregrinaci¨®n a los bares del centro. Desde all¨ª, la resistencia se va agotando. Y Viveiro, acostumbrada al reposo marinero, recobra su actividad rutinaria en esta encrucijada donde, como marcan las se?ales, todos los caminos llevan al hardcore.
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