Medio siglo en rosa
Se cumplen 50 a?os del estreno en EE UU del filme de Edwards con Peter Sellers como Clouseau
La Pantera Rosa pudo haber sido una comedia sin mucha gracia de Blake Edwards, con David Niven como ladr¨®n de guante blanco y, de secundarios, Peter Ustinov como un atolondrado inspector de polic¨ªa y Ava Gardner encarnando a la mujer del investigador. Tuvo cierto ¨¦xito, y David Niven la us¨®, visto que la taquilla respaldaba su carrera, para resucitar el personaje del hombre delgado, un cl¨¢sico de la literatura y el cine detectivesco.
Pod¨ªa haber sido as¨ª, y hubiera resultado otra pel¨ªcula m¨¢s de los a?os sesenta. Pero la historia del cine, m¨¢s que el resto de las bellas artes, est¨¢ sujeta a m¨²ltiples detalles que var¨ªan radicalmente el resultado, y La Pantera Rosa, por mor de esos cambios, devino en obra cumbre de la comedia, en el inicio de una fruct¨ªfera serie de colaboraciones entre Blake Edwards y Peter Sellers, quien sustituy¨® a Ustinov a ¨²ltima hora, dos tipos que llegaron a odiarse de forma profunda, aunque supieran que se necesitaban mutuamente para hacer re¨ªr con clase, talento e inteligencia al p¨²blico.
Este a?o se celebra en Estados Unidos el 50? aniversario del estreno ¡ªen marzo de 1964, aunque a parte de Europa, incluida Espa?a, lleg¨® meses antes, en 1963¡ª de la primera pel¨ªcula, la g¨¦nesis de una saga que ha fructificado en cine y en varias series de dibujos animados. Que ha logrado un Oscar al mejor corto de animaci¨®n, que convirti¨® en millonarios a Edwards y a Sellers, que incluso lleg¨® a lograr el milagro de estrenar uno de sus episodios ¡ªTras la pista de la Pantera Rosa¡ª con su actor principal muerto. La Pantera Rosa es tambi¨¦n la plasmaci¨®n de dos talentos ¡ªuno delante de la c¨¢mara, otro tras ella¡ª gigantescos, y no muy apreciados por las personas que les rodeaban, especialmente Sellers, un enorme actor que no sab¨ªa qu¨¦ hacer cuando no filmaba y que convert¨ªa los rodajes en un infierno. Compa?eros de profesi¨®n le calificaban como Hitler, y Billy Wilder, quien ya sab¨ªa qu¨¦ era lidiar en una filmaci¨®n con un desastre andante como Marilyn Monroe, tambi¨¦n le dedic¨® unas bonitas palabras: ¡°S¨®lo hubo una Marilyn y, maldici¨®n, s¨®lo ha habido un Peter Sellers¡±. Tampoco Edwards se quedaba atr¨¢s, y su mote, Blackie (¡°negrito¡±), no hac¨ªa tanto referencia a su nombre como a su estado habitual de ¨¢nimo.
Al guionista Maurice Richlin le cabe el honor de ser el padre de la idea. Richlin y Edwards hab¨ªan trabajado juntos en Operaci¨®n Pac¨ªfico y fue ¨¦l quien le propuso al director desarrollar un guion sobre ¡°un inspector franc¨¦s de polic¨ªa, un tipo obsesionado con atrapar a un famoso ladr¨®n de joyas [que ha robado el diamante que bautiza el filme]¡ y un tipo que no sabe que su propia esposa se est¨¢ acostando con el criminal¡±. En A splurch in the kisser, la biograf¨ªa del cineasta escrita por Sam Wasson, el productor Walter Mirisch recuerda: ¡°En nuestra productora [Mirisch Company], nuestra filosof¨ªa era crear una familia. Y sent¨ªamos que Blake Edwards segu¨ªa la senda espiritual de Wilder¡±. As¨ª que cuando fue con esa sinopsis el director de Vacaciones sin novia, Desayuno con diamantes, D¨ªas de vino y rosas y Chantaje contra una mujer, la empresa, conocida por dar autonom¨ªa creativa a sus directores, puso en marcha la pel¨ªcula. Al fin y al cabo, con David Niven, Ava Gardner y Peter Ustinov en el reparto, parec¨ªa que la apuesta iba sobre seguro.
Entre ¨¦xitos y desastres
Sam Wasson desarrolla en su libro sobre Blake Edwards esta teor¨ªa: ¡°¡®La Pantera Rosa¡¯ present¨® a Clouseau. ¡®El nuevo caso del inspector Clouseau¡¯ le perfeccion¨®. ¡®El regreso de la Pantera Rosa¡¯ reconoci¨® el legado del filme y ¡®La Pantera Rosa¡¯ ataca de nuevo¡¯ lo parodi¨®. ¡®La venganza de la Pantera Rosa¡¯, la m¨¢s oscura de la saga, ofreci¨® un nuevo y vulnerable Clouseau como nunca lo hab¨ªamos visto¡±. Para Edwards y Sellers el cuarto rodaje fue terrible, comunic¨¢ndose incluso con notas escritas, seg¨²n cuenta Herbert Lom, otro de los habituales de la saga, por su personaje de Dreyfuss. Sin embargo la taquilla super¨® los 100 millones de d¨®lares, y con Sellers y su salud ya muy renqueantes, Edwards accedi¨® a una quinta pel¨ªcula m¨¢s, ¡°sinti¨¦ndome como un hombre condenado a una enfermedad de un a?o¡±. Pasaron diez a?os entre ¡®El nuevo caso del inspector Clouseau¡¯ ¡ªen puridad no pertenece a la saga rosa¡ª y ¡®El regreso de la Pantera Rosa¡¯, y la fama de aquellas aventuras no hab¨ªan dejado de crecer gracias a las dos series de dibujos animados, al Oscar al corto de animaci¨®n, a la banda sonora de Henry Mancini e incluso a un desastre, ¡®El rey del peligro¡¯, la pel¨ªcula que en 1968 tuvo como Clouseau a Alan Arkin. Solo un punto a favor: el dibujo animado del inspector y la gorra acompa?ando a la gabardina trenka del polic¨ªa nacen de este t¨ªtulo.
Los dibujos han vuelto en sucesivas entregas ¨Cdesgraciadamente, en las ¨²ltimas la Pantera Rosa habla-, se han hecho con el animal videojuegos y c¨®mics (tiene hasta Estrella de la Fama en Hollywood con sus huellas estampadas), Edwards lleg¨® a inventarse un descendiente secreto de Clouseau para ¡®El hijo de la Pantera Rosa¡¯ en 1993 con Roberto Benigni en ese aciago papel (que encima fue la ¨²ltima pel¨ªcula de Edwards), y en este siglo XXI Steve Martin ha reiniciado la saga con dos filmes nuevos, mancillando el legado. Todo el universo rosa: Cato (Burt Kwouk), el criado de Clouseau; Dreyfuss (Herbert Lom), el jefe que quiere matarle; las mujeres que le reh¨²yen; la trenka; el subordinado tontorr¨®n; el ladr¨®n de guante blanco David Niven; las apariciones habituales de int¨¦rpretes como Claudia Cardinale y Graham Stark; la m¨²sica de Henry Mancini o las secuencias iniciales de animaci¨®n... Todo eso no tiene sentido si faltan Sellers o Edwards. O los dos o ninguno.
Sin embargo, el castillo de naipes empez¨® a derrumbarse: Ava Gardner lleg¨® al rodaje a Roma con car¨ªsimas peticiones, entre ellas llevarse la filmaci¨®n a Madrid, donde ya viv¨ªa. Los productores decidieron despedirla y Audrey Hepburn le recomend¨® a Edwards que contratara a una amiga suya, la modelo y actriz Capucine. Pero, entre medias, la esposa de Ustinov le recomend¨® a su marido que abandonase el proyecto: con una desconocida en el tercer lugar del reparto, aquello parec¨ªa irse a pique. As¨ª que un viernes de noviembre de 1962, a falta de tres d¨ªas para iniciarse el rodaje, el lunes 12, faltaba otra pieza clave. El agente Freddie Fields recomend¨® a uno de sus representados, Peter Sellers, quien dispon¨ªa de cuatro semanas libres antes de comenzar ?Tel¨¦fono rojo?, volamos hacia Mosc¨², seg¨²n cuenta la biograf¨ªa del actor escrita por Ed Sikov. El actor estaba aburrido, redecorando su piso tras su primer divorcio, y vol¨® a la capital italiana por un contrato de 90.000 libras. Sin tiempo para reescribir el guion, y sin conocer a uno de sus protagonistas, Edwards, nervioso, le esper¨® en el aeropuerto. ¡°De all¨ª a la ciudad, Peter y yo descubrimos que ¨¦ramos almas gemelas en lo referido a la comedia muda. Am¨¢bamos al Gordo y al Flaco, a Buster Keaton, a c¨®micos de ese estilo¡±. As¨ª naci¨® el inspector Jacques Clouseau ¡ªque tomaba el apellido del cineasta Henri-Georges Clouzot¡ª, y La Pantera Rosa nunca fue m¨¢s una pel¨ªcula sobre un ladr¨®n de guante blanco, sino una comedia sobre un polic¨ªa pat¨¢n que no entiende de rendiciones ni fracasos, que no se da cuenta del mundo que le rodea. De humillaci¨®n en humillaci¨®n hasta el ¨¦xito y el absurdo final. ¡°El slapstick [comedia de golpe y porrazo] est¨¢ en su interior¡±, como asegura Edwards.
Lo que hace grande a La Pantera Rosa no es tanto su guion como la plena consciencia de ambos autores de lo que estaban haciendo. Por un lado, Sellers convierte en icono un tipo que desestabiliza todo lo que toca de la misma forma que se siente desestabilizado por la sociedad. Por otro, Edwards crea una comedia de altos vuelos, repleta de belleza, de lugares paradisiacos, de bellos personajes de clase alta, rostros atractivos y elegancia innata, encuadres que podr¨ªan recordar a Atrapa a un ladr¨®n, de Hitchcock, que hacen pensar en los paisajes de James Bond. La m¨²sica de Henry Mancini incide en esta atm¨®sfera. Es la ep¨ªtome de lo cool. Todo es un sue?o exquisito¡ y all¨ª aparece Clouseau para hacerlo saltar por los aires. Su trenca gris rompe la fantas¨ªa de color; sus tropezones y dislates desencadenan cataratas de problemas. El bigote remarca lo rid¨ªculo de su aspecto, un mostacho que el actor se deja inspirado en un retrato del capit¨¢n Matthew Webb, el primer hombre que, en 1875, cruz¨® a nado el Canal de la Mancha¡ si la leyenda es cierta. Incluso recuerda a otro m¨ªtico personaje del slapstick: el se?or Hulot de Jacques Tati.
Si a Niven Edwards lo retrata con primeros planos perfectos, a Sellers lo deja vagar por el encuadre en planos alejados que permiten filmar todo su hurac¨¢n de movimientos. El director asegur¨® en su libro Sophisticated naturalism que ¡°la idea de que slapstick y sofisticaci¨®n son incongruentes no es cierta. Creo que hay mont¨®n de cosas maravillosas que ocurren cuando mezclas ambos¡±. Y, por si hubiera dudas, hay otra obra maestra que refuerza esta teor¨ªa: El guateque. Para el arranque de La Pantera Rosa, Edwards siente que necesita unos t¨ªtulos de cr¨¦dito que avisen al p¨²blico de la elegancia de su comedia. As¨ª que encarga a dos titanes de la animaci¨®n como David H. DePatie y Friz Freleng que den vida al diamante Pantera Rosa ¡ªbautizado as¨ª porque un reflejo en su interior recuerda a ese animal en ese color¡ª. La pareja le entrega un centenar de bocetos y entre los tres escogen al ganador. Tienen tanto ¨¦xito que se convierte en marca de la saga y el piloto creado para la serie hom¨®nima de televisi¨®n ganar¨¢ el Oscar al mejor corto de animaci¨®n en 1965.
La Pantera Rosa es tambi¨¦n el inicio de una de las grandes relaciones tormentosas de la historia del cine. Al acabar el rodaje, que hab¨ªa ido como la seda, Sellers envi¨® una carta a los productores asegurando que hab¨ªan filmado un desastre. ¡°As¨ª fue c¨®mo sufr¨ª la primera de las acciones absolutamente impredecibles y locas habituales de Peter¡±, contaba el director tiempo despu¨¦s. ¡°Pero pens¨¦: ¡®?Para qu¨¦ discutir si no voy a volver a verle?¡±
Repitieron bastantes veces m¨¢s: al a?o siguiente con El nuevo caso del inspector Clouseau ¡ªesta vez sin joya de por medio¡ª, con El guateque en 1968, y con otras tres panteras rosas en 1975, 1976 y 1978. El dinero que recibieron, justo cuando ambos andaban pelados, por la trilog¨ªa les convirti¨® en millonarios¡ aunque hab¨ªan jurado que nunca trabajar¨ªan de nuevo juntos y llegaran a comunicarse en los rodajes por personas interpuestas.
Sellers a¨²n desarrollaba otro guion sobre la saga, El romance de la Pantera Rosa, cuando falleci¨® en 1980 tras sufrir un infarto de miocardio. Edwards, quien no estaba en ese proyecto, realiz¨® Tras la pista de la Pantera Rosa en 1982 con tomas falsas y descartes de Sellers de las pel¨ªculas precedentes; La maldici¨®n de la Pantera Rosa en 1983 con un Clouseau interpretado por varios actores ¡ªel polic¨ªa se somete a varias cirug¨ªas faciales¡ª, y El hijo de la Pantera Rosa en 1993, con Roberto Begnini como v¨¢stago del investigador. Ninguna de ellas alcanz¨® la categor¨ªa, la clase y el humor de la primera.
PETER SELLERS EN LETRAS
No hay palabras amables para Blake Edwards por parte de Peter Sellers en ninguna de las biograf¨ªas dedicadas al c¨®mico, un hombre que debut¨® en el escenario a las dos semanas de nacer, hijo como era de familia de ¡®music hall¡¯ de bajos vuelos. De todos los libros publicados, el m¨¢s cercano a ¨¦l es ¡®The mask behind the mask¡¯, de Peter Evans, porque el periodista brit¨¢nico fue el ¨²nico que le entrevist¨® ¡ªla primera versi¨®n es de 1969, la ¨²ltima de pocas semanas despu¨¦s de la muerte de Sellers¡ª. Tambi¨¦n pudo hablar con sus exesposas y amigas ¡ªuna le confiesa que con ¡®La venganza de la Pantera Rosa¡¯ el actor lleg¨® a cobrar m¨¢s de ocho millones de d¨®lares y hablamos de 1978 y que el actor meses antes de morir ya estaba preparado para ello, ¡°hab¨ªa perdido el gusto por la vida, solo echaba en falta que le nombraran caballero¡±¡ª. Y es curioso, porque no solo la saga le llen¨® la cuenta corriente sino que, por ejemplo, en su primera cita con Britt Ekland, que se convertir¨ªa en su segunda esposa, se fueron a ver ¡®La Pantera Rosa¡¯, que acababa de estrenarse en Londres.
Seg¨²n cuenta Roger Lewis en otra de las biograf¨ªas, Sellers muri¨® con el guion de ¡®El romance de la Pantera Rosa¡¯ acabado (solo por la escritura recibir¨ªa ya un mill¨®n de d¨®lares) y se desarrollaba en un mundo de lujo cercano al de ¡®Casino Royale¡¯ con una archienemiga femenina. Por cierto, a Lewis la primera mujer de Sellers, Anne Levy, le confiesa: ¡°Nunca supo relajarse, ni irse de vacaciones, ni ser ¨¦l mismo. Solo era feliz interpretando un papel. Por eso se me hace tan duro ver ¡®Bienvenido, Mr. Chance¡¯, porque est¨¢ muy cerca de la verdad¡±. Aunque m¨¢s amarga es otra aproximaci¨®n escrita, la de su hijo, Michael Sellers, ¡®P. S. I love you¡¯, y eso que fue de sus tres v¨¢stagos al que mejor trat¨®. Al morir, estaba a punto de divorciarse de su cuarta esposa, Lynne Frederick, que por testamento se qued¨® con toda la riqueza. Seis meses despu¨¦s de morir Peter, Lynne se volvi¨® a casar, esta vez con la estrella televisiva David Frost, se divorci¨® y se cas¨® de nuevo, ahora con un cardi¨®logo (con quien tuvo una hija). En 1994 falleci¨® a los 39 a?os hundida por el alcohol y la coca¨ªna. La herencia pas¨® a su madre, Iris Frederick, actualmente responsable y poseedora de todo lo relacionado con Peter Sellers. Cuando ella muera, la fortuna ir¨¢ a Cassie, la hija de Lynne y el cardi¨®logo.
Puede que en el fondo Sellers fuera una vaina vac¨ªa pero capaz de mutar en cualquier otra cosa, porque como dijo David Niven en su responso, celebrado el 8 de septiembre de 1980, cuando el c¨®mico hubiera cumplido 55 a?os: ¡°?Cu¨¢ntos de nosotros realmente te conocimos? Despu¨¦s de 25 a?os de amistad, yo a¨²n tuve que pregunt¨¢rmelo¡±. O puede que viviera la vida de otros. O de otro. Ed Sikov, otro de sus bi¨®grafos, desvela que un a?o antes de que naciera el actor, sus padres tuvieron otro hijo, un beb¨¦ fam¨¦lico al que llamaron Peter, que falleci¨® r¨¢pidamente. Enterrado, nunca se volvi¨® a hablar de ¨¦l en la familia.
Babelia
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