?Hay que acabar con Domecq!
La novillada que inaugur¨® la feria de M¨¢laga comenz¨® a las siete de la tarde y acab¨® a las diez menos veinte de la noche. Y no pas¨® casi nada, que es lo peor.
A riesgo de ser condenado en la plaza p¨²blica del taurinismo andante -triunfalista, aplaudidor, forofo y sectario- no ser¨ªa descabellado lanzar a los cuatro vientos la proclama siguiente: ?hay que acabar con Domecq! Con el encaste, se entiende, y con todos los coletudos que sue?an noche y d¨ªa con alcanzar la gloria al objeto de basar su carrera en esta plaga de toros que amenaza con espantar a los ¨²ltimos aficionados y, a la postre, a la propia fiesta.
Hay que acabar con Domecq antes de que ¨¦l acabe con todos nosotros. Hay que acabar con esos toros, culpables en grado sumo de la monoton¨ªa sopor¨ªfera e insoportable en la que se han convertido los festejos taurinos. La novillada que inaugur¨® la feria de M¨¢laga comenz¨® a las siete de la tarde y acab¨® a las diez menos veinte de la noche. Y no pas¨® casi nada, que es lo peor.
?Qu¨¦ ocurri¨®, pues? Ocurri¨®, primero, que los novilleros est¨¢n contagiados de una pesadez incomprensible, que ha puesto de maldita moda alguna figura incombustible. Hasta cinco avisos se escucharon, que pudieron ser m¨¢s si el presidente mira con rigor el reloj. Chavales, los tres, que nunca encuentran el momento de finalizar y aburren a las ovejas con trasteos interminables e insulsos. ?Qu¨¦ ha sido de esos faenones de 25 pases y una estocada hasta la bola? Ni rastro.
Fuente Rey / Rey, Mar¨ªn, Gald¨®s
Novillos de Fuente Rey, bien presentados, mansurrones, sosos y descastados; destacaron primero, cuarto y sexto.
Fernando Rey: dos pinchazos _aviso_ y casi entera perpendicular (ovaci¨®n); _aviso_, dos pinchazos, estocada _2? aviso_ (silencio).
Gin¨¦s Mar¨ªn: estocada ca¨ªda _aviso_ y cinco descabellos (ovaci¨®n); dos pinchazos _aviso_ y descabello (ovaci¨®n).
Joaqu¨ªn Gald¨®s, que debutaba con caballos: estocada (vuelta); estocada (oreja).
Plaza de la Malagueta. 17 de agosto. Primer festejo de feria. Casi tres cuartaos de entrada.
Y eso ocurre, fundamentalmente, porque los novillos de Domecq -los de ayer pertenec¨ªan tambi¨¦n a tan noble familia- lo permitieron. El que sale bueno, porque no encuentra manos artistas que lo encumbren a la gloria. Y ah¨ª ve usted a Fernando Rey, novillero malague?o poderoso, de buenas maneras y solvencia con los enga?os, tratando de encontrar el modo y la manera de entusiasmar al respetable con la noble e incansable embestida del primero, con la que lleg¨® a trazar muletazos muy estimables, -de alta calidad fueron algunos naturales-, pero no entusiasm¨® como el animal exig¨ªa. Claro que para triunfar con la nobleza desbordante de un Domecq hay que ser un artista exquisito. Rey no lo es, -todav¨ªa, al menos-, y se puso muy pesado. Insisti¨® en el mismo defecto ante el cuarto, un novillo con genio al que someti¨® con firmeza y tir¨® de la embestida con entrega y conocimiento. Se justific¨® sobradamente Fernando Rey, pero el artista exig¨ªa m¨¢s profundidad y el del genio m¨¢s rotundidad.
Despu¨¦s llegaron los Domecq mansones, sosos, descastados y con poca clase. Y esos tambi¨¦n son un peligro porque dejar estar a los toreros, les permiten alardes de valor y obligan al aficionado a un ejercicio de paciencia infinita que cre¨ªan no poseer. Ante el novillo sin clase y de escaso riesgo aparente, el aspirante a la gloria trata de justificarse y las faenas son m¨¢s largas que Lo que el viento se llev¨®. Se justific¨® desde el minuto uno Gin¨¦s Mar¨ªn, al que le adornan buenos modales y no le falta valor. Su lote fue el menos propicio, pero dej¨® claro que no le asustan las dificultades de los Domecq.
Caso parecido fue el del debutante Joaqu¨ªn Gald¨®s, un joven peruano que se est¨¢ haciendo torero en M¨¢laga, y ha dicho alto y claro que le funciona la cabeza, que domina los nervios, que maneja con soltura capote y muleta, y que no le falta entrega ni pundonor. Demostr¨® su capacidad ante el deslucido primero, y confirm¨® sus condiciones ante el sexto, un novillo con hechuras de toro al que no le perdi¨® la cara y mulete¨® con entrega y pundonor.
Pero, lo dicho: hay que acabar con Domecq. Hacen falta toros; ni artistas ni descastados. Toros de verdad, de encastada nobleza; de esos que no permiten faenas largas y sopor¨ªferas, porque no hay coraz¨®n torero que las aguante.
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