Cort¨¢zar forastero
Las claves de la obra del autor de 'Rayuela' y una hoja de ruta para revisar su universo
Desconocido ¨ªntimo
Por su impacto inici¨¢tico, suele repetirse que Cort¨¢zar es un descubrimiento de adolescencia. Esta afirmaci¨®n, que contiene su dosis de injusticia, omite cuando menos otra realidad: hay sobre todo una manera adolescente de leer y recordar a Cort¨¢zar. Lo cual, definitivamente, no es culpa suya.
Su aproximaci¨®n al v¨ªnculo entre escritura y vida, heredada del romanticismo pero tambi¨¦n de las vanguardias, lo convierte en la clase de autor que genera una imaginaria relaci¨®n personal con sus lectores. Para bien y para mal, Cort¨¢zar es contagioso. Por eso quienes fingen desde?arlo en realidad se est¨¢n defendiendo de ¨¦l.
Dos fuerzas complementarias lo mantienen en un raro equilibrio emocional. Una fuerza centr¨ªfuga, el humor, que le permite distanciarse de s¨ª mismo; y otra centr¨ªpeta, la ternura, que provoca adhesi¨®n ¨ªntima. Resultar¨ªa esnob subestimarlas.
Otras mec¨¢nicas
Los cuentos fant¨¢sticos de Cort¨¢zar han sido aislados en un canon restrictivo que tiende a traicionar la genuina variedad de su po¨¦tica. Las piezas perfectas (uno de los ep¨ªtetos m¨¢s recurrentes en su prosa) al estilo de Continuidad de los parques, escritas durante los a?os cincuenta y sesenta, han eclipsado una extraordinaria periferia que, contradiciendo la opini¨®n oficial, incluye su obra tard¨ªa. Pese a los sobreexplotados artefactos de inversi¨®n como Axolotl, muchos de sus cuentos memorables (La autopista del sur, Casa tomada) no condescienden al malabarismo estructural, ni concluyen en sorpresa. En otras palabras, la mayor¨ªa de los cuentos de Cort¨¢zar operan al margen de la simplificadora ecuaci¨®n con que suele identificarse su narrativa breve, persiguiendo m¨¢s bien lo que ¨¦l alguna vez denomin¨® ¡°mec¨¢nicas no investigables¡±.
Un ejemplo de esas afueras es Queremos tanto a Glenda, del libro hom¨®nimo, legible como par¨¢bola de la reescritura, pero tambi¨¦n de la censura autoritaria; se trata de un excelente cuento pol¨ªtico, descargado de lastres panfletarios. Y sobre todo Diario para un cuento, del postrero Deshoras. En este texto final y sin embargo fundacional, Cort¨¢zar declara su intenci¨®n de escribir ¡°todo lo que no es de veras el cuento¡±, los alrededores de lo narrable: el contorno de un g¨¦nero. Quiz¨¢ por eso repita la frase ¡°no tiene nada que ver¡±, a modo de mantra digresivo. Para ¨¦xtasis del hermeneuta universitario, en este cuento se cita y traduce, acaso por primera vez en una obra de ficci¨®n latinoamericana, un fragmento de Derrida.
Experimento autoficcional que se anticipa a actitudes literarias hoy percibidas como poscortazarianas, Diario para un cuento despliega una magistral reflexi¨®n sobre la historia del estilo, sobre c¨®mo afecta el tiempo a las maneras de contar. El narrador nombra varias veces a Bioy (cuyo centenario, aunque casi nadie parezca haberlo advertido, tambi¨¦n se celebra este a?o) como alguien capaz de describir al personaje ¡°como yo ser¨ªa incapaz de hacerlo¡±. Adem¨¢s de un homenaje, se trata del establecimiento de una frontera: el territorio en que se est¨¢ aventurando Cort¨¢zar transgrede muchos c¨®digos generacionales y est¨¦ticos. Esta ¨²ltima gran pieza, cuento y anticuento, decreta la senectud de una tradici¨®n que ¨¦l mismo hab¨ªa encumbrado.
Amores duales
Quiroga tante¨® una divisi¨®n de su propia narrativa en cuentos de efecto y cuentos a pu?o limpio. Por anacr¨®nicamente viril que hoy suene esta nomenclatura (casi tanto como la lamentable distinci¨®n en Rayuela entre lectores macho y hembra), el matiz era pertinente: los textos de estructura cl¨¢sica frente a los que salen sin br¨²jula en busca de un impacto visceral. De manera an¨¢loga, resultar¨ªa factible agrupar los cuentos de Cort¨¢zar en funci¨®n de dos conceptos mencionados por el autor: aquellos con la milim¨¦trica vocaci¨®n de converger en un golpe final, en un knock-out; y aquellos otros con preferencia por la improvisaci¨®n, a partir de un tema dado, es decir, por el take. Entre estos ¨²ltimos podr¨ªan incluirse ep¨ªtomes como Carta a una se?orita en Par¨ªs, El perseguidor, Historia de cronopios y famas, y t¨ªtulos mucho menos transitados como Un tal Lucas.
Tampoco los personajes femeninos de Cort¨¢zar escapan a esta suerte de amor dual. A un lado pululan diversas magas y figuras m¨¢s o menos contagiadas por la nouvelle vague. Pienso en la Alana de Orientaci¨®n de los gatos, atrozmente alabada como ¡°una maravillosa estatua mutilada¡±, y cuyos encantos parecieran transcurrir ¡°sin ella saberlo¡±, gracias a su becqueriano ex¨¦geta. Al otro lado sobresalen, por su capacidad de contradicci¨®n, retratos m¨¢s complejos de personajes femeninos tradicionales. As¨ª sucede con la madre de La salud de los enfermos o la prostituta de Diario para un cuento, cuya foto aparece como inquietante (?y acaso ir¨®nico?) marcap¨¢ginas de una novela de Onetti.
El tono y el t¨²nel
Siempre me ha intrigado el conflicto entre las im¨¢genes populares de Cort¨¢zar y Borges y sus respectivos tonos como ensayistas. Borges suele ser considerado (sobre todo por quienes no lo han le¨ªdo) un cl¨¢sico de sesuda seriedad. Pero su escritura, en particular la ensay¨ªstica, est¨¢ plagada de provocaciones, iron¨ªas risue?as y bromas hilarantes. Cort¨¢zar es tenido por un autor l¨²dico, de esencial amenidad. Sus ensayos, sin embargo, mantienen una sorprendente correcci¨®n profesoral.
Tal es el caso de Teor¨ªa del t¨²nel, cuyo arduo empe?o en trascender la raz¨®n positivista y pensar hist¨®ricamente el surrealismo resulta curioso, si consideramos que dichos objetivos son gozosamente alcanzados en los relatos de Bestiario, escritos al mismo tiempo. Cuando Cort¨¢zar afirma que la narrativa de ideas no existe, ya que ¡°las ideas son elementos cient¨ªficos que se incorporan a una narraci¨®n cuyo motor es siempre de orden sentimental¡±, y que es preciso ¡°hacer el lenguaje para cada situaci¨®n¡±, uno no puede evitar pensar que a menudo sus cuentos confirman lo que sus ensayos desdicen.
Algo parecido podr¨ªa observarse sobre Imagen de John Keats, minuciosa indagaci¨®n en el m¨¢s grande poeta rom¨¢ntico en lengua inglesa, que habr¨ªa dejado al angl¨®filo Borges con ganas de diversi¨®n. Si bien en ese ensayo hay momentos afor¨ªsticos capaces de sintetizar al mism¨ªsimo Funes: ¡°Toda hoja es una lenta y minuciosa creaci¨®n del ¨¢rbol¡±. De mayor vivacidad, quiz¨¢ por la urgencia de su pulso period¨ªstico, resultan los textos recopilados en el volumen Argentina: a?os de alambradas culturales, libro en el que Cort¨¢zar trabaj¨® justo antes de morir y de fundamental revisita para aquellos lectores interesados en sus ideas pol¨ªticas, m¨¢s matizadas y dial¨¦cticas de lo que a veces se ha querido difundir.
¡®Traduttore trovatore¡¯
Uno de los aspectos m¨¢s significativos y menos estudiados de Cort¨¢zar es su trabajo como traductor. No s¨®lo porque lo retrata como lector y viajero, sino tambi¨¦n porque ayuda a definir su relaci¨®n forastera con la propia lengua materna. El Cort¨¢zar que traduce a Poe, Yourcenar o Defoe es est¨¦ticamente el mismo que lucha con hipn¨®tica dificultad por pronunciar la erre, que se tambalea en Rayuela al reproducir su lejana habla porte?a o que deconstruye el g¨¦nero novel¨ªstico (y la certeza del idioma autorial) en 62 Modelo para armar.
Dej¨® escrito en franc¨¦s el poeta ecuatoriano Alfredo Gangotena, recompensado por una rima intraducible: ¡°J¡¯apprends la grammaire?/ de ma pens¨¦e solitaire¡±. En sus incursiones como poeta menor, Cort¨¢zar adquiri¨® la ambici¨®n ling¨¹¨ªstica de los prosistas mayores. Alguien podr¨¢ pensar que algo similar ocurre con Bola?o. Pero la poes¨ªa de Bola?o discurre siempre en di¨¢logo con su narrativa, como parte de un mismo proyecto. Si en ¨¦l o en Borges su relegado corpus po¨¦tico resulta por completo reconocible junto a sus grandes obras, en el caso de Cort¨¢zar los poemas fueron m¨¢s bien un adiestramiento, el testimonio inquieto de un narrador distinto. En una carta de 1968, recogida en el fascinante volumen Cartas a los Jonqui¨¨res, le adjunta a su amigo Eduardo un soneto eneas¨ªlabo con el siguiente comentario: ¡°Es absolutamente lo contrario de lo que pienso y hago en prosa, y por eso es muy ¨²til como polarizaci¨®n de fuerzas¡±.
Precisamente en ¡®Los amigos¡¯, incluido en Preludios y sonetos, encontramos un verso capaz de definir esa sensaci¨®n de cercan¨ªa con que hoy tantos lectores celebran sus primeros cien cumplea?os: ¡°los muertos hablan m¨¢s, pero al o¨ªdo¡±. Muchos gritaron m¨¢s que Cort¨¢zar. Pocos supieron, como ¨¦l, levantar una voz.
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