Domecq y las figuras acaban con la fiesta
La corrida, el cartel de ¡®no hay billetes¡¯, fue un enga?o, una pantomima, otra caricatura
Es muy triste contar cada tarde c¨®mo se derrumba, piedra a piedra, el armaz¨®n de la fiesta, pero la realidad es incontestable. En la plaza de M¨¢laga se coloc¨® el cartel de ¡®no hay billetes¡¯ como prueba del inter¨¦s que todav¨ªa despiertan las figuras, pero la corrida fue un enga?o, una pantomima, otra caricatura de la fiesta protagonizada, de nuevo, por los toros de Domecq y algunos de los toreros que mandan en el negocio taurino actual. Le dieron una oreja a Manzanares, la gente se volvi¨® loca con el templado toreo de Morante ante un cad¨¢ver para el que la plaza entera hab¨ªa exigido momentos antes su devoluci¨®n, y Ponce no consigui¨® trofeos porque no acert¨® con los aceros. Pues all¨¢ cada cual con su afici¨®n; si el p¨²blico de M¨¢laga permite que lo enga?en y disfruta con proyectos de cad¨¢ver, no hay m¨¢s que hablar. El que paga manda, pero no por ello tiene raz¨®n.
Ficha
Zalduendo/Ponce, Morante, Manzanares
Cinco toros de Zalduendo, desiguales de presentaci¨®n, de feas hechuras, muy blandos y descastados; nobles tercero y cuarto; y uno, el primero, de Juan Pedro Domecq, muy descastado.
Enrique Ponce: pinchazo y media tendida (ovaci¨®n); pinchazo _aviso_ pinchazo y un descabello (ovaci¨®n).
Morante de la Puebla: media y un descabello (silencio); estocada (oreja).
Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: estocada (oreja); pinchazo, media _aviso_ (ovaci¨®n).
Plaza de la Malagueta. 22 de agosto. Sexta corrida de feria. Lleno de ¡®no hay billetes¡¯.
Se dice que los veterinarios llegaron a reconocer veinte toros para elegir seis. Y lo hicieron porque estas figuras solo respetan dos o tres plazas y se mofan del resto. Consiguen que el ganadero embarque medianas de color negro y presionan a la autoridad para imponer su criterio. Se dice que ante el rechazo de los primeros toros reconocidos, algunos de los toreros anunciados amenazaron con ¡®caerse¡¯ del cartel y romper la corrida. Y, claro, ante el posible chantaje, y en plena feria, claudica la autoridad, la empresa y todo bicho viviente. ?Si sabr¨¢n los toreros lo que los ganaderos guardan en el campo¡! ?Si sabr¨¢n los ganaderos lo que quieren quienes exigen sus toros¡! Despu¨¦s, nadie se puede extra?ar de lo que sali¨® por la puerta de chiqueros; los de ayer, toros impropios de una plaza de primera categor¨ªa (el ¨²ltimo, un aut¨¦ntico novillo), inv¨¢lidos por m¨¢s se?as y sin una gota de casta. Y si alguno, por casualidad, tiene diez embestidas nobles se le cortan las orejas entre el contento popular. Como es l¨®gico, nadie protest¨® el nulo trap¨ªo de las reses. En fin¡ Cada plaza -cada afici¨®n- tiene el prestigio que se hace merecer. Y la de M¨¢laga, a tenor de su silencio c¨®mplice y del poco respeto mostrado por las tres figuras, tiene el suyo por los suelos.
Se supone que la gente sali¨® contenta cuando el festejo ofreci¨® motivos para abandonar los tendidos con la cara moh¨ªna. ?Qu¨¦ pas¨®? Pues que tres buenos toreros aprovecharon los gatitos que les tocaron en suerte para hacer una infame caricatura del toreo aut¨¦ntico. Porque el toreo, se?ores, exige la condici¨®n fundamental de la presencia del toro, que en M¨¢laga no existi¨®.
En primer lugar, Ponce sac¨® a relucir su diploma de enfermero y alarg¨® unos minutos la vida de su cadav¨¦rico primero, aunque ni el propio toro se lo agradeci¨® porque hac¨ªa tiempo que hab¨ªa entrado en otra vida. En el otro, con m¨¢s movilidad, ofreci¨® una lecci¨®n de medios pases despegados, al hilo del pit¨®n y fuera cacho que remat¨® con dos infames pinchazos.
El primero de Morante estaba tan muerto en vida que no admiti¨®
El primero de Morante estaba tan muerto en vida que no admiti¨® un pase. El quinto mostr¨® s¨ªntomas evidentes de que estaba derrengado de salida, y el p¨²blico pidi¨® a gritos su devoluci¨®n. La presidenta se neg¨® a ello y le nombraron a toda su familia. Bueno, pues a ese toro, que estaba moribundo, noqueado y lisiado, lo mulete¨® Morante con la lentitud propia de su concepci¨®n art¨ªstica y de la nula condici¨®n del animal, y algunos compases resultaron muy agradables a la vista. Pero el toreo, a pesar de la exagerada alegr¨ªa malague?a, es otra cosa.
Mejor suerte tuvo con sus toros Manzanares que capote¨® con prisas y mulete¨® a su primero con menos intensidad de la que merec¨ªa el toro; sin fuerza alguna se present¨® el anovillado sexto y all¨ª anduvo el torero tratando de ponerse bonito.
Total, que como los pocos aficionados que quedan no acaben con los toros de Domecq y el poco respeto de las figuras, unos y otros acabar¨¢n con la fiesta. Y si no, al tiempo¡
Babelia
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