Poeta y profeta, un intelectual completo
Es dif¨ªcil saber si Pier Paolo Pasolini fue mejor cineasta que poeta o semi¨®tico. O tambi¨¦n analista y profeta pol¨ªtico y social. Fue sin duda un intelectual que anticip¨® la violencia de los suburbios obreros que hac¨ªan de corona de espinas a la Roma eterna, la de los papas y de las intrigas de palacio. Fue ¨¦l quien denunci¨® el abandono por parte de su partido, el PCI, de aquel proletariado que sufr¨ªa abandonado en la periferia, lejos de las luces de la ciudad.
Y fue aquella violencia, junto con el poco amor que le dispensaba el poder, la que acab¨® con su vida, cerca de la playa de Ostia, en circunstancias dolorosas, algunas de ellas sumidas a¨²n en el misterio.
Una vez me confi¨®: ¡°Pensar que morir¨¦ sin conocer el alma de la mujer¡±
Conoc¨ª a Pasolini, cuando a¨²n no hab¨ªa rodado El Evangelio seg¨²n San Mateo, que naci¨® de un congreso celebrado en La Cittadella de As¨ªs sobre literatura. En aquella ocasi¨®n uno de los participantes habl¨® de ¡°Jes¨²s, escritor¡±. y Pasolini se qued¨® perplejo: ¡°?Pero si Jes¨²s nunca escribi¨® nada!¡±.
Cuando le contaron la historia de la escena b¨ªblica de la mujer sorprendida en adulterio en la que ante la presencia de los acusadores, Jes¨²s escribi¨® unas palabras con el dedo sobre el polvo de las losas del templo, Pasolini la vi¨® con ojos de cineasta. Se exalt¨® y decidi¨® empezar a leer los evangelios.
El poeta y profeta Pasolini era un intelectual completo, de una inteligencia aguda y privilegiada. Un conversador que cautivaba. Cuando se sentaba a almorzar en el comedor de alg¨²n congreso, corr¨ªan a su mesa sobretodo las mujeres fascinadas con su dulzura e inteligencia. Una vez me confi¨®: ¡°Y pensar que me morir¨¦ sin conocer el alma de la mujer¡±.
Era un ateo ¡ªo agn¨®stico¡ª con una carga tal de curiosidad por todo, que no ten¨ªa prejuicios contra el fen¨®meno religioso. Inconformista, cr¨ªtico siempre de la situaci¨®n pol¨ªtica, acab¨® siendo expulsado del Partido Comunista Italiano (PCI) por haber defendido, contra las ideas de sus compa?eros de ideolog¨ªa, a los polic¨ªas contra los universitarios.
Lo hizo publicando un poema en el diario Corriere della Sera despu¨¦s de una batalla que tuvo lugar en Roma, en Via Giulia, entre estudiantes universitarios y polic¨ªas. Decenas de agentes acabaron hospitalizados. El cineasta sali¨® en defensa de los policias. Dec¨ªa en su poema que ellos eran los hijos de los campesinos pobres del sur del pa¨ªs, sin estudios y obligados a trabajar desde muy j¨®venes. Al contrario que los universitarios, hijos de la burgues¨ªa que hab¨ªan tenido el privilegio de poder estudiar.
Aquel poema fue una bomba pol¨ªtica contra la izquierda comunista. Fue un aldabonazo prof¨¦tico que, seg¨²n no pocos analistas de la ¨¦poca, pudo haber sido la causa ¨²ltima de su muerte prematura, m¨¢s que sus problemas homosexuales. Lo cierto es que el partido lo abandon¨® a su suerte y no se preocup¨® demasiado de profundizar sobre las circunstancias de su asesinato.
Fue una de esas figuras capaces de revolucionar la pol¨ªtica, la cultura y la conciencia de un pa¨ªs. Junto con Pasolini, otros personajes de aquella ¨¦poca como Leonardo Sciascia, o Federico Fellini, fueron los art¨ªfices indiscutibles de lo que fue considerado como un segundo renacimiento cultural. Curiosamente, a los tres, diferentes en tantas cosas, les un¨ªa una misma pasi¨®n por la cultura, pero por una cultura no abstracta, acad¨¦mica, sino tambi¨¦n pol¨ªtica: capaz de influir en la vida social. Todos ellos acabaron siendo, por ello, una especie de conciencia cr¨ªtica de aquella sociedad rica y poli¨¦drica que ellos vivieron y fecundaron.
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