Jos¨¦ ?ngel Valente y su alegato in¨¦dito sobre la ley y el amor
Se publica ¡®Palais de Justice¡¯, una novela entre la ficci¨®n y la autobiograf¨ªa
Hay un fragmento en Palais de Justice en que el narrador recuerda que hace ya un tiempo una mujer lo abord¨® en una ciudad de frontera y que, tras mirarle las rayas de la mano, le dijo: ¡°Gu¨¢rdate de lo amarillo¡±. Enseguida se refiere a ¡°los perros amarillos del rencor¡± y apunta: ¡°Hab¨ªa el amarillo de la envidia, el amarillo del falso testimonio, el de la cobard¨ªa y el de la traici¨®n¡±. Es la sala C del Palacio de Justicia de Par¨ªs, se est¨¢ celebrando un juicio y lo que aquella mujer hab¨ªa anunciado se materializa en una suerte de pesadilla espectral.
Todo se ha hecho para eso, para que tenga la infinita duraci¨®n del rencor¡±
Hacia mediados de los a?os ochenta Jos¨¦ ?ngel Valente (Orense, 25 de abril de 1929-Ginebra, 18 de julio de 2000), uno de los poetas m¨¢s grandes de la generaci¨®n de los cincuenta y uno de sus mayores ensayistas, empez¨® a redactar una serie de prosas narrativas en las que, de alguna manera, intentaba darle forma al penoso proceso de divorcio de su primera esposa que se hab¨ªa iniciado en 1982. Ese es el ¡°fondo autobiogr¨¢fico¡± de Palais de Justice (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores) al que se refiere el tambi¨¦n poeta Andr¨¦s S¨¢nchez Robayna, responsable del legado de Valente y editor de ¡°este texto an¨®malo, de esta ins¨®lita novela¡±, seg¨²n sus propias palabras, que aparece estos d¨ªas una vez que se han cumplido las condiciones familiares que imped¨ªan hasta ahora su publicaci¨®n.
¡°Conviene, sin embargo, no leer el libro s¨®lo desde esa perspectiva¡±, observa S¨¢nchez Robayna, ¡°porque ese yo que toma la palabra tiene mucho de ficticio". Es cierto que el tel¨®n de fondo es aquel aciago divorcio, pero Valente va m¨¢s all¨¢ y nada hay en este libro que pueda parecerse, ni siquiera remotamente, a la cr¨®nica de un largo y amargo proceso judicial. ¡°No hay ning¨²n planteamiento argumental, y esta colecci¨®n de fragmentos narrativos es sobre todo una brutal cr¨ªtica a las instituciones sociales y, al mismo tiempo, una celebraci¨®n de la fuerza del amor¡±.
La sombra de Kafka
Cuenta Andr¨¦s S¨¢nchez Robayna que el cuaderno donde Valente escribi¨® los fragmentos de Palais de Justice est¨¢n llenos de anotaciones de sus lecturas de aquella ¨¦poca: obras de Kafka (el diario, las cartas a Felice...) y el ensayo que Blanchot escribi¨® sobre el autor de El proceso.
Como en este novela, tambi¨¦n en Palais de Justice el rutinario funcionamiento de la justicia tiene un punto delirante y nada de lo que est¨¢ recogido en las leyes parece corresponderse con la realidad de la vida cotidiana. De ah¨ª procede tambi¨¦n ese particular extra?amiento: la identidad que el proceso dibuja sobre el cuerpo del procesado es radicalmente diferente de la que ¨¦ste considera su verdadera identidad. Se lo dec¨ªa as¨ª Kafka en una carta a Felice, despu¨¦s del singular juicio al se sinti¨® sometido en julio de 1914 en el Askanischer Hof de Berl¨ªn y en el que influy¨® decisivamente su relaci¨®n con Grete Bloch: "En m¨ª ha habido, y hay, dos seres que luchan entre s¨ª. El uno es casi tal como t¨² lo quer¨ªas (...). El otro, en cambio, solo piensa en su trabajo (...)".
Cargado de una fulminante intensidad y con la densidad propia de un asunto que contiene m¨²ltiples y contradictorias capas, Palais de Justice puede leerse como un alegato moral que aborda los abruptos l¨ªmites que separan el orden de la ley de las cosas del amor. A un lado est¨¢ el juicio. ¡°En rigor¡±, se dijo el narrador, ¡°la ventaja es del acusador, porque todos somos, claro est¨¢, culpables, sepamos o no sepamos de qu¨¦¡±, escribe Valente. Y poco despu¨¦s: ¡°Probar la inocencia no es posible, porque nadie es inocente y, de serlo, la inocencia carece de toda l¨®gica adem¨¢s¡±.
La voz que habla en Palais de Justice sabe que en la sala C y en todos los legajos de ese largo proceso no hay ¡°ni un t¨ªmido fragmento¡± de su verdadera existencia. Y, del lado de la acusaci¨®n, lo que abunda seg¨²n el narrador es ese amarillo del que la hablara una mujer en una ciudad de frontera. ¡°Hasta qu¨¦ punto, pienso, toda una vida puede aniquilarse a s¨ª misma, convertirse en rencor, en persecuci¨®n, en escudri?amiento¡±, escribe. O, un poco m¨¢s adelante: ¡°Porque todo se ha hecho para eso, para que todo tenga la terca o la infinita duraci¨®n del rencor¡±. Y, ya m¨¢s tarde, refiri¨¦ndose a la mujer con la que hab¨ªa construido una familia: ¡°Extra?o personaje el que por largos a?os te acompa?¨® en la vida, acumulando pruebas, alegando testigos, sembrando confidencias para demostrar, llegado el caso, que s¨®lo t¨², en rigor, eras culpable¡±. La l¨®gica de la justicia opera as¨ª: fija el fluir de la vida, debe tasar las experiencias y pesar los episodios de una compleja relaci¨®n (?y cu¨¢l no lo es?) en una balanza para dictar sentencia.
Luego est¨¢ el amor, que dinamita esa l¨®gica hasta reducirla a cenizas. ¡°Cuando t¨² llegaste todo repentinamente ardi¨® y todo al mismo tiempo se hizo agua¡±, observa el narrador refiri¨¦ndose a su amada. ¡°Fuego e inundaci¨®n. Tus asombrados ojos, tu absoluta negaci¨®n del morir¡±. Dice S¨¢nchez Robayna que en Palais de Justice algo hay de la biopol¨ªtica de la que hablaba Foucault: ¡°Solo el amor es capaz de romper con los mecanismos de represi¨®n que establecen las sociedades¡±.
Cada una de ellas desea en definitiva fijarte, hacerte decir: soy yo¡±
En la obra de Valente, poeta sobre todo, y ensayista despu¨¦s, pero siempre en la estela de hacer de la palabra una v¨ªa de conocimiento, el g¨¦nero narrativo aparece raras veces. Al principio de su trayectoria escribi¨® una novela, El encuentro, que luego rompi¨®, y que trataba de un adolescente que debe enfrentarse a la realidad de la vida. De 1953 es su relato El condenado y luego est¨¢n los textos en prosa de El fin de la edad de plata (1973) y Nueve enunciaciones (1982). En todos ellos hay siempre un yo, que es el yo de Valente pero que es tambi¨¦n otro, u otros: la constelaci¨®n multiforme que nos habita.
La identidad es, de hecho, otro de los grandes temas de Palais de Justice. ¡°Combates t¨² con sucesivas im¨¢genes de ti mismo¡±, escribe Valente en el primero de los fragmentos. ¡°Cada una de ellas desea en definitiva fijarte, hacerte decir: soy yo. Pero s¨®lo podr¨ªas hacerlo por pura convenci¨®n. La identidad no es m¨¢s que una mera convenci¨®n, el acto innecesario de decir en falso ante cualquiera de las im¨¢genes de s¨ª: soy yo¡±. Por eso, quiz¨¢, el libro est¨¢ atravesado de sue?os, de saltos al pasado, de vueltas y revueltas sobre la infancia. El sentido se abre y se multiplica. Como ocurre con el amor, tampoco la literatura est¨¢ hecha para pesar unidades y dictar sentencia.
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