La inocencia de las moscas

"Obviamente no entienden su propia naturaleza", escribi¨® William Golding en un pasaje de su cl¨¢sico El se?or de las moscas. Los chicos atrapados en la isla desierta de la novela, sin compa?¨ªa alguna de los adultos, conformaban la alegor¨ªa perfecta para retratar buena parte de las esencias que nos definen como seres humanos. Inocencia e impulso. Civilizaci¨®n, orden y rebeld¨ªa. Un universo, una distop¨ªa o utop¨ªa negativa, que en los ¨²ltimos a?os ha despertado con desigual fortuna en una serie de libros y pel¨ªculas dirigidos al p¨²blico juvenil que, uniendo entretenimiento y trascendencia, han ido aspirando tanto al negocio como a una cierta educaci¨®n pol¨ªtico-social. As¨ª, tras Los juegos del hambre y otro buen pu?ado de sagas en la misma onda, llega la estupenda El corredor del laberinto,primera entrega cinematogr¨¢fica basada en los libros de James Dashner, publicados a partir del a?o 2009.

El microcosmos que dibuja la pel¨ªcula es una especie de fortaleza al aire libre rodeada de un inescrutable laberinto lleno de peligros. Pero, ?acaso no es eso la vida, acaso no es eso la adolescencia? Las decenas de chicos (y una ¨²nica chica que aparece tras un primer tercio exclusivamente masculino) configuran una peque?a sociedad que pronto se va a dividir, como casi todas, entre una mayor¨ªa que se acostumbra a lo que hay, intentando convertir el espacio en hogar a trav¨¦s de unas normas, y una minor¨ªa que se rebela y busca una salida: al laberinto de la fortaleza, al laberinto de la existencia. Por el relato no aparece solo El se?or de las moscas; tambi¨¦n Cube y, c¨®mo no, Perdidos, que ya conten¨ªa aspectos de la primera. Pero la mezcla es muy inteligente, entretenida sin tener que acudir a continuas escenas de acci¨®n, hay unos excelentes desarrollo de personajes y retrato de grupo, y los j¨®venes int¨¦rpretes est¨¢n magn¨ªficos.

Al director debutante Wes Ball se le nota su pasado como director de arte en pel¨ªculas tan creativas como Beginners: Principiantes, tanto en los detalles m¨¢s nimios como en el exquisito dise?o arquitect¨®nico y espacial del laberinto. Y aunque lo m¨¢s fastidioso sea que no acabe, que no se redondee por tener que dar paso a una segunda entrega, lo ¨²nico que no est¨¢ a la altura es la visualizaci¨®n de los sue?os, vulgares remedos de Minority Report. Apenas una minucia en un conjunto admirable.