El ¡®Berlin¡¯ de Lou Reed es puro teatro
Nathalie Poza y Pablo Derqui brillan en la versi¨®n sobre la obra del m¨²sico fallecido
El a?o pasado ocurrieron dos cosas relacionadas con Lou Reed. La primera es que muri¨®. Requiescat in pace aunque, muy probablemente, de haberla conocido, el interesado, poco dado a la alharaca, no le habr¨ªa concedido demasiada importancia a la noticia. La segunda, cualquier seguidor del bardo de Brooklyn m¨ªnimamente serio la vivi¨® con un p¨¢lpito de melancol¨ªa: 40 a?os de la publicaci¨®n de Berlin, uno de los cuatro o cinco discos capitales en la historia del rock si tuvieran que estrangularnos para elegir un pu?ado de ellos. Disco elegiaco, disco barroco, Berlin fue, recu¨¦rdese, aquel monumento en 10 canciones que en 1973 puso de los pelos a los gerifaltes de la RCA quienes, tras el apote¨®sico ¨¦xito comercial de Transformer el a?o anterior, ya se frotaban las manos con una nueva colecci¨®n de pelotazos. Error en el tiro. Pronto supieron que Lady day, Caroline says o The bed ¡ªotros tantos himnos a la desolaci¨®n/gama suicida¡ª no se parec¨ªan mucho a hits no menos magistrales del calibre de Vicious, Perfect day o Walk on the wild side. Con el angustioso y al tiempo esp¨ªdico Berlin, Lou Reed firmaba una obra maestra, rubricando en vinilo su irrefrenable misi¨®n de entregar al mundo el arquetipo de obra conceptual, ¨¢spera y tendente a lo incomprensible, al menos para quienes esperando miel reciben hiel. La(s) historia(s) de Caroline y Jim, prostituta yonqui y proxeneta yonqui, sus amores masoquistas, sus viajes nocturnos en busca de hero¨ªna, su violencia, su espiral de locura, sus noches bebiendo Dubonnet con hielo a la luz de las velas¡
De manera que uno se acerca todo lo taimado que puede a la puerta del teatro Romea de Barcelona y, al ver de lejos los carteles rojos con el t¨ªtulo Desde Berl¨ªn. Tributo a Lou Reed, no puede por menos que murmurar para sus adentros: "?Y para qu¨¦ se meter¨¢n en semejante jard¨ªn?". Seamos sinceros. Subir a un escenario para entrar en las pieles de Caroline y Jim, pura carne de ca?¨®n pero carne conceptual relacionada mucho m¨¢s con la imaginaci¨®n que con la imagen, cantar sus canciones, tocar sus pianos, rasguear sus guitarras y echar sus polvos, querer dar forma tangencial, en suma, a algo tan intangible como es la angustia que viaja por los t¨²neles y las negras flores de ruina, requiere de mucho valor o de mucha inconsciencia.
Juan Villoro, Pau Mir¨® y Juan Cavestany son los autores de los textos
Pero ¡ªoh sorpresa y bienhallados sean los diosecillos que obran entre bambalinas los milagros de la creaci¨®n art¨ªstica¡ª el resultado es conmovedor. Nathalie Poza y Pablo Derqui destilan en 70 minutos toda la amargura de los viejos sue?os rotos, pobres diablos que, al borde del abismo siempre, ponen voz y gesto a Caroline y a Jim, hablan, gritan, cantan, tocan, beben, se desnudan y follan vertebrando con sus cuerpos (que vaya cuerpos¡) la coreograf¨ªa esc¨¦nica escrita por Andr¨¦s Lima sobre los textos de Juan Villoro, Pau Mir¨® y Juan Cavestany.
?Se odian este hombre y esta mujer a la sombra del Muro? ?Se aman? Todo es posible y compatible en la pluma y en los pentagramas de Lou Reed, hijo pr¨®digo y maldito instalado en los abrumadores renglones torcidos de Delmore Schwartz: el cuero negro, las hojas pisoteadas junto a la casa solitaria, la aguja en la vena, la l¨ªrica tambi¨¦n en vena, y todo para desembocar en el tai-chi, la abstemia y la vida natural. Sobrevuelan el patio de butacas del Romea los acordes de Berlin, verso a verso (El hijo rico espera la muerte de su padre / El pobre solo bebe y llora / Y a m¨ª ya no me importa nada), canci¨®n a canci¨®n (Berlin, Lady day, Men of good fortune, Caroline says, How do you think it feels, The bed, Sad song¡).
Borja Sitj¨¤, director del Romea y viejo amigo de Lou Reed, encarg¨® a Andr¨¦s Lima que llevara a escena algo tan complejo como el relato imaginario de estos dos desgraciados. Lima cit¨®, en la distancia, a Juan Villoro, Pau Mir¨® y Juan Cavestany. Cada uno escribi¨® sus escenas y las envi¨®. Nunca se vieron. El director lo ensambl¨® todo. Faltaba traducir en carne, grito y l¨¢grima la epopeya de estos dos colgados. Aparecieron en el escenario Nathalie Poza y Pablo Derqui. Todo qued¨® dicho. Luz de velas, Dubonnet con hielo.
Desde Berl¨ªn. Tributo a Lou Reed estar¨¢ en el Teatro Romea de Barcelona hasta el 19 de octubre. Luego viajar¨¢ a Valencia y Madrid.
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