Arpanet
Los esp¨ªas de 'The Americans' indagan en la Red de los ochenta. Ya hab¨ªa iniciados antes de eso
En un cap¨ªtulo de The Americans (Fox), un esp¨ªa sovi¨¦tico en los EE UU de Ronald Reagan indaga en qu¨¦ demonios es eso de Arpanet, el precedente de lo que luego ser¨ªa Internet. Se las arregla para entrevistarse con el jefe de la investigaci¨®n y este explica con entusiasmo la relevancia del invento: ahora dar¨¢ igual si uno est¨¢ en Washington o un pueblo remoto de China, la informaci¨®n estar¨¢ en todas partes a la vez. "Es como Dios pero sin barbas", proclama el cient¨ªfico, que tiene en la cabeza una red limitada a gente como ¨¦l, universidades y militares. En la Embajada sovi¨¦tica alguien pregunta por qu¨¦ es tan importante eso de Arpanet. "Porque es el futuro", dice un avispado agente.
Funciona bien esta irrupci¨®n de lo digital en una trama de los tiempos anal¨®gicos. Pero no es verdad que la inform¨¢tica estuviera tan en pa?ales en los ochenta, menos a¨²n en la c¨²pula militar y tecnol¨®gica. Marvin Minsky, uno de los padres de la inteligencia artificial, lo cuenta con simp¨¢tica arrogancia: "En los a?os 60 ya ten¨ªamos Internet. Yo crec¨ª con eso. ?ramos una peque?a comunidad y vimos hace tiempo el equivalente del iPhone. Ahora, el mundo, poco a poco, est¨¢ recibiendo esos cambios".
En los primeros ochenta, cuando Reagan lleg¨® a la Casa Blanca, Steve Jobs ya vend¨ªa ordenadores Apple y la opci¨®n barata era el Spectrum, pero pasar¨ªan a?os hasta que se conectaran con la Red. En esa ¨¦poca, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez sufr¨ªa ante su Macintosh, seg¨²n una deliciosa an¨¦cdota que recoge Javier Aparicio: "F¨ªjate que el cursor parpadea en la pantalla como un coraz¨®n latiendo. Me espera, y eso me inquieta y me obliga a escribir m¨¢s r¨¢pido", confes¨®.
El ensayista Nicholas Carr lleva tiempo empe?ado en advertirnos de los riesgos de la tecnolog¨ªa. Ahora, en su libro Atrapados, alerta de que fiamos la soluci¨®n de todos los problemas a las m¨¢quinas sin darnos cuenta de que no los podr¨ªamos resolver sin ellas. Dependemos de las m¨¢quinas crey¨¦ndonos sus due?os.
Lo que no dijo el cient¨ªfico ochentero al esp¨ªa ruso es que Internet pondr¨ªa infinidad de conocimiento al alcance de cualquiera, pero tambi¨¦n toneladas de tonter¨ªas con las que perder el tiempo. Es lo que tienen todas las creaciones humanas: distintos usos. La primera lanza ya pod¨ªa utilizarse para cazar mamuts o para quitar al vecino su trozo de mamut.
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